En el santo que se celebra hoy se confunden tres personajes, de los cuales al menos dos parecen enteramente legendarios, Teodoros los tres y soldados los tres: el Recluta (Tirón), el General (Estratelates) y el Oriental.
De este último se cuenta que mató de un flechazo en una batalla al caballo del emperador persa, con lo que puso en fuga a sus huestes, pero el usurpador romano, Diocleciano (antes llamado Agripito), poseído por el Demonio, lo recompensó martirizándolo por cristiano.
A San Teodoro Tirón le dedicó una homilía San Gregorio Niseno en Amasia (hoy Amasya, en el Norte de Turquía) allá por los años de trescientos ochenta. En ella agradece la intervención milagrosa del santo en la guerra contra los bárbaros; y desde entonces no ha sido rara la aparición de San Teodoro en ayuda de unos ejércitos u otros.
Cuenta San Gregorio que cuando compareció el soldado Teodoro, acusado de cristianismo, ante las autoridades, insultó a Cibeles, que había tenido doce hijos como cualquier liebre o una puerca, y a los sacerdotes, que andaban con las ropas manchadas de sangre y metiendo las narices en las tripas apestosas de los bichos, como carniceros o casqueros.
Considerando que estaba chiflado, le dejaron en libertad y con permiso, el cual aprovechó inmediatamente para prender fuego al templo de Cibeles y quedarse en el lugar del incendio jactándose de su hazaña.
Fue apresado ipso facto y tras sufrir varios tormentos ejecutado en la hoguera.
Esto puede leerse en inglés en este sitio dedicado a San Gregorio Niseno o en el tomo 46 de la Patrología griega de Migne.
Una biografía datable en el siglo VIII cuenta por primera vez uno de los episodios más celebrados de su vida, que fue la muerte de un dragón en su ciudad natal de Eucaíta (hoy Avkhat). Mientras se dirigía al combate, a San Teodoro le entró sueño y se echó a dormir en la hierba, cerca de la cueva del monstruo. Una mujer que lo vio (una tal Eusebia) corrió a despertarlo horrorizada y a avisarle del peligro; pero él sin inmutarse, para espanto de la señora compasiva se levantó del suelo, montó a caballo, retó a la bestia, se subió a ella con los cuatro cascos de su montura y desde arriba de ella misma le dio muerte.
Esta y otras vidas se recogen en el segundo tomo de Febrero de las Acta sanctorum.
Curiosamente, a diferencia de otros santos matadragones, San Teodoro suele representarse en Occidente a pie, armado de una lanza. Aparece generalmente como guerrero joven, imberbe. En Oriente suele tener barba, por el contrario.
Antes de que fuesen a parar a Venecia las reliquias de San Marcos y se convirtiese en patrón de la ciudad, lo había sido San Teodoro. Aquí se le ve en la plazuela de San Marcos encaramado a una columna bizantina y hollando a su dragón.
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