Marcellus ro ringed,
I flaith Chríst ro clandad
Ochtmoga cáin cinged.
En el campo de Valentín
Fue martirizado Marcelo;
Se afincaron en el reino de Cristo
Ochenta claros guerreros.
Así reza el Santoral de Óengus en su entrada del 14 de febrero.
Unos apuntes etimológicos para abrir boca. Flaith, "reino", es palabra celta relacionada con valos, "soberano", la que encontramos como segunda parte de los nombres Domhnall (Donald) "rey de lo profundo", Tuathal (Toole) "rey del pueblo", Cathal "rey del combate", y otros. Gladys es nombre británico de la misma familia, de *Vlatissa, "princesa", así como los irlandeses Flaithbheartach (Flaherty) y Flaithrí, a veces traducido por "Florencio". Todos ellos se relacionan con el latín valeo "tengo salud, soy fuerte" y con el nombre eslavo Vlad.
Clandaid viene del latín "plantar", pero fue introducido en irlandés cuando todavía no existía en ese idioma la -p-. En las palabras extranjeras que adoptaban solían sustituirla por la -c-. Del latín planta viene también clann, "descendencia", que es nuestro clan: "grupo predominantemente familiar unido por fuertes vínculos y con tendencia exclusivista" según el diccionario académico.
Cing, "el que avanza, guerrero" es una palabra celta frecuente en nombres galos. Es la que encontramos en el del jefe Ver-cingeto-rix, "el Rey de los Superguerreros".
Si echamos un vistazo a las Acta Sanctorum correspondientes al 14 de Febrero, nos sorprenderá ver cómo se amontonan en este día hasta ocho santos llamados Valentín, entre ellos uno venerado en Socuéllamos (Ciudad Real), otro en Toro (Zamora), uno más en Jumièges (Normandía), otro en Armentiers en el Henao y otro más en África.
Si echamos un vistazo a las Acta Sanctorum correspondientes al 14 de Febrero, nos sorprenderá ver cómo se amontonan en este día hasta ocho santos llamados Valentín, entre ellos uno venerado en Socuéllamos (Ciudad Real), otro en Toro (Zamora), uno más en Jumièges (Normandía), otro en Armentiers en el Henao y otro más en África.
No sé a qué San Valentín, probablemente al famoso obispo de Terni, pertenecen las reliquias que se muestran en la iglesia madrileña de San Antón. También Dublín, en la iglesia de los carmelitas, posee las de otro San Valentín, si no son parte de las del mismo.
Pero (volviendo a Óengus) lo que no se lee en las actas de ninguno de esos Santos Valentines es que tuviese un campo donde padeciese martirio aquel Marcelo (de quien no se tiene otra noticia, como tampoco de los otros ochenta mártires). ¿Estarán relacionados con los dos anteriores, como supone el hagiógrafo O'Hanlon, o simplemente contiguos? Puede dudarse si fueron soldados de verdad o se trata de una metáfora, nada original, de su pasión.
Parece que estamos ante un San Valentín más, distinto de todos los anteriores.
Entre tantas dudas, lo que está claro es la importancia que este santoral irlandés concede a ese mártir, al que dedica un día entero sin tratarse de un santo gaélico, honor no tan frecuente en sus estrofas. El día de San Valentín debía de ser una fiesta sobresaliente en la antigua Irlanda.
La fiesta del 14 de Febrero forma parte de ese conjunto de celebraciones que saludan el comienzo del año, el despertar de la luz, la resurrección de la Naturaleza, como Santa Brígida (antigua fiesta pagana de Imbolc entre los irlandeses), San Blas ("la cigüeña verás"), la Candelaria... Se acerca el carnaval con el retorno pasajero al caos y la renovación de los tiempos.
En Inglaterra, a finales de la Edad Media, se escribieron abundantes poesías amorosas en inglés y francés con ocasión de
"Seynt Valentines Day
Whan every foughel cesen shal his make",
"Cuando cada ave escoge a su pareja",
como la Complaynt d'amours a que pertenecen estos versos y que se ha atribuido a Chaucer.
En esta fiesta los jóvenes escogían al que sería su amor durante el año (su "Valentín") y se decía que era cuando se emparejaban los pájaros y comenzaban a hacer sus nidos, como se ve en el poema alegórico del propio Chaucer Parlement of fowles, (El parlamento de las aves), con su larga y deliciosa descripción del palacio de Venus.
En Inglaterra, Escocia y Gales data de antiguo la costumbre de elegir cada uno su Valentín y hacerle obsequios. La elección no siempre era voluntaria; a veces se procedía por sorteo o resultaba elegido el primero que uno viese este día: de ahí lo que canta Ofelia en Macbeth:
"Tomorrow is Saint Valentine's day,
all in the morning betime,
and I a maid at your window
To be your Valentine"...
"Mañana es día de San Valentín, de madrugada iré, doncella, a tu ventana, para ser tu Valentín"...
La costumbre de celebrar San Valentín y elegir parejas no faltaba en Francia, si hay que creer la noticia de que San Francisco de Sales procuró sustituir las tarjetas con los nombres de los mozos y mozas favoritos por otras con nombres de santos (iniciativa sin éxito, como se ve).
Otros ritos de aspecto ancestral se llevaban a cabo en distintas partes de Inglaterra: prácticas de adivinación acerca del nombre e índole del futuro marido o el número de hijos, confección de muñecos de paja que se disputaban los mozos y mozas y acababan quemándose por las calles o plazas del pueblo...
También, en varias localidades de Gran Bretaña, se organizaban los chiquillos para ir haciendo colecta de golosinas por las casas, como es costumbre por Navidad, Difuntos y otras fechas. Es sabido que estas compañías de niños pedigüeños han sido relacionadas por varios autores con la compaña de los muertos que vaga por el mundo en ciertas ocasiones y que también se puede cobrar su tributo, bastante más tremendo que un puñado de confites o unas monedas.
Es frecuente oír a la gente quejarse de San Valentín como fiesta advenediza en España e importada de manera oportunista por los comercios. Cierto es que el capitalismo todo lo corrompe (aunque para eso San Valentín trae en ciertos lugares la costumbre de barrer casas y personas para quitarles los vicios que hayan adquirido en el año), pero todas esas prácticas (excepto seguramente la de la colecta) de San Valentín tienen tradición antiquísima en España y el Sur de Francia.
El equivalente nuestro de San Valentín es el Jueves de Comadres, que viene cayendo por estas mismas fechas, "cuando se juntan las amigas a merendar", dice Covarrubias. Hoy está más viva esta tradición en el Noroeste y Andalucía, pero antiguamente se celebraba en Madrid, y hay testimonio de ello en los autores del Siglo de Oro. De España la fiesta del Jueves de Comadres pasó a América, donde se celebra popularmente, por ejemplo en Bolivia. Un vistazo al libro El carnaval de Julio Caro Baroja (que relaciona esta fecha con las Matronalia romanas: si nos fijamos es una fiesta que tiene que ver sobre todo con el matrimonio) basta para convencerse de la semejanza de las prácticas rituales entre ese Jueves y San Valentín.
Es posible que sea una fiesta oportunista y postiza para vender postales cursis y de todo,
pero también es posible (y creo que es más cierto) que el cosmos en estos días nos empuja a todos, personas y pájaros, a adoptar una actitud primaveral y palingenésica.
(Titulo esta entrada con el primer verso de un epitalamio de John Donne cuya lectura constituye de por sí una buena celebración de esta festividad).
Dublín. Iglesia de los Carmelitas en la calle Whitefriar. |
Pero (volviendo a Óengus) lo que no se lee en las actas de ninguno de esos Santos Valentines es que tuviese un campo donde padeciese martirio aquel Marcelo (de quien no se tiene otra noticia, como tampoco de los otros ochenta mártires). ¿Estarán relacionados con los dos anteriores, como supone el hagiógrafo O'Hanlon, o simplemente contiguos? Puede dudarse si fueron soldados de verdad o se trata de una metáfora, nada original, de su pasión.
Parece que estamos ante un San Valentín más, distinto de todos los anteriores.
Entre tantas dudas, lo que está claro es la importancia que este santoral irlandés concede a ese mártir, al que dedica un día entero sin tratarse de un santo gaélico, honor no tan frecuente en sus estrofas. El día de San Valentín debía de ser una fiesta sobresaliente en la antigua Irlanda.
La fiesta del 14 de Febrero forma parte de ese conjunto de celebraciones que saludan el comienzo del año, el despertar de la luz, la resurrección de la Naturaleza, como Santa Brígida (antigua fiesta pagana de Imbolc entre los irlandeses), San Blas ("la cigüeña verás"), la Candelaria... Se acerca el carnaval con el retorno pasajero al caos y la renovación de los tiempos.
En Inglaterra, a finales de la Edad Media, se escribieron abundantes poesías amorosas en inglés y francés con ocasión de
"Seynt Valentines Day
Whan every foughel cesen shal his make",
"Cuando cada ave escoge a su pareja",
como la Complaynt d'amours a que pertenecen estos versos y que se ha atribuido a Chaucer.
En esta fiesta los jóvenes escogían al que sería su amor durante el año (su "Valentín") y se decía que era cuando se emparejaban los pájaros y comenzaban a hacer sus nidos, como se ve en el poema alegórico del propio Chaucer Parlement of fowles, (El parlamento de las aves), con su larga y deliciosa descripción del palacio de Venus.
En Inglaterra, Escocia y Gales data de antiguo la costumbre de elegir cada uno su Valentín y hacerle obsequios. La elección no siempre era voluntaria; a veces se procedía por sorteo o resultaba elegido el primero que uno viese este día: de ahí lo que canta Ofelia en Macbeth:
"Tomorrow is Saint Valentine's day,
all in the morning betime,
and I a maid at your window
To be your Valentine"...
"Mañana es día de San Valentín, de madrugada iré, doncella, a tu ventana, para ser tu Valentín"...
La costumbre de celebrar San Valentín y elegir parejas no faltaba en Francia, si hay que creer la noticia de que San Francisco de Sales procuró sustituir las tarjetas con los nombres de los mozos y mozas favoritos por otras con nombres de santos (iniciativa sin éxito, como se ve).
Otros ritos de aspecto ancestral se llevaban a cabo en distintas partes de Inglaterra: prácticas de adivinación acerca del nombre e índole del futuro marido o el número de hijos, confección de muñecos de paja que se disputaban los mozos y mozas y acababan quemándose por las calles o plazas del pueblo...
También, en varias localidades de Gran Bretaña, se organizaban los chiquillos para ir haciendo colecta de golosinas por las casas, como es costumbre por Navidad, Difuntos y otras fechas. Es sabido que estas compañías de niños pedigüeños han sido relacionadas por varios autores con la compaña de los muertos que vaga por el mundo en ciertas ocasiones y que también se puede cobrar su tributo, bastante más tremendo que un puñado de confites o unas monedas.
Es frecuente oír a la gente quejarse de San Valentín como fiesta advenediza en España e importada de manera oportunista por los comercios. Cierto es que el capitalismo todo lo corrompe (aunque para eso San Valentín trae en ciertos lugares la costumbre de barrer casas y personas para quitarles los vicios que hayan adquirido en el año), pero todas esas prácticas (excepto seguramente la de la colecta) de San Valentín tienen tradición antiquísima en España y el Sur de Francia.
El equivalente nuestro de San Valentín es el Jueves de Comadres, que viene cayendo por estas mismas fechas, "cuando se juntan las amigas a merendar", dice Covarrubias. Hoy está más viva esta tradición en el Noroeste y Andalucía, pero antiguamente se celebraba en Madrid, y hay testimonio de ello en los autores del Siglo de Oro. De España la fiesta del Jueves de Comadres pasó a América, donde se celebra popularmente, por ejemplo en Bolivia. Un vistazo al libro El carnaval de Julio Caro Baroja (que relaciona esta fecha con las Matronalia romanas: si nos fijamos es una fiesta que tiene que ver sobre todo con el matrimonio) basta para convencerse de la semejanza de las prácticas rituales entre ese Jueves y San Valentín.
Es posible que sea una fiesta oportunista y postiza para vender postales cursis y de todo,
pero también es posible (y creo que es más cierto) que el cosmos en estos días nos empuja a todos, personas y pájaros, a adoptar una actitud primaveral y palingenésica.
(Titulo esta entrada con el primer verso de un epitalamio de John Donne cuya lectura constituye de por sí una buena celebración de esta festividad).
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