viernes, 6 de diciembre de 2013

De nuevo San Colmán

Hace días, al hablar de Colmán mac Leníne, me preguntaba cuál sería la fuente de la leyenda sobre su conversión, relacionada con el hallazgo de las reliquias de San Ailbe.
Ailbe y Colmán son santos que suelen aparecer relacionados uno con otro. Pertenecían a pueblos vecinos y Emly (Imleach en irlandés), la fundación de San Ailbe, parece ser que gozó durante la época anterior a los normandos cierta supremacía sobre todas las demás diócesis de Munster (Mumu en irlandés antiguo, hoy Mumhain), entre las que se encuentra Cloyne (Cluain), fundada por Colmán.
Ahora ha llegado a mis manos el interesante libro de Paul MacCotter sobre este santo (Colmán of Cloyne A Study) y veo que la leyenda, citada por muchísimos autores, se cuenta por primera vez en una obra muy tardía, el Libro de Munster (Leabhar Muimhneach), compilado en el siglo XVIII.
Ésta versa fundamentalmente sobre los orígenes de distintas familias irlandesas y entre el material genealógico se mezclan poemas, narraciones legendarias y otras digresiones de vario interés literario. Hablo de oídas porque no he leído el Libro de Munster. El pasaje aludido sobre San Colmán aparece, por fortuna, extensamente citado en el estudio de MacCotter.
En ocasión del arbitraje ejercido por San Brendan de Clonfert, el navegante, entre los dos aspirantes al trono supremo de Mumu, ambos llamados Aodh, San Brendan vio unos ángeles sobrevolando Lothra (Lorrha en inglés). Lorrha está situado cerca del río Shannon y de Lough Derg. En la Edad Media fue un centro monástico de gran importancia, como demuestra que fuese allí estudiado y anotado en el siglo XI el famoso manuscrito litúrgico conocido como Misal Stowe, obra del siglo VIII.
Principio del Evangelio según San Juan en el Misal Stowe.
San Brendan envió a uno de sus discípulos a averiguar qué había en aquello y el rey por su parte mandó a Colmán como testigo. Dice la tradición, según el autor del Libro de Munster (pero él pone tal noticia en tela de juicio), que el discípulo de Brendan era San Cuimin Fada (el Largo), santo bastante popular en aquellas comarcas de Munster y que al parecer no hay que confundir con otro casi tocayo, San Cumian Fada.

Estela tumbal de San Cuimin Fada en Lothra y ruinas de su primitiva iglesia.
Mac Leníne tomó el relicario para entregárselo a Brendan y al recibirlo de sus manos, el santo viajero conoció que la Gracia de Dios estaba con el enviado real, el bardo de vida posiblemente poco edificante.
Digo esto último porque MacCotter hace hincapié en que athlaech, "ex-laico", como llaman las fuentes a San Colmán,  implica algo más que un simple cambio de fe: significa la conversión y renuncia a alguna actividad o condición reprobable, pecaminosa: la herejía, la magia, el uso maléfico de las armas o de la poesía. Tal vez fuese en su condición de poeta como Colmán se hubiese ganado la censura de la Iglesia.
El renunciar al ejercicio de la poesía no era sólo un sacrificio en aras de las musas: Colmán, bardo real, vivía de la poesía y debía a ella su elevada posición en la corte. Y no se lo pensó dos veces antes de señalárselo al rey, que era su amigo. Éste le concedió como privilegio la exención de impuestos y le donó los terrenos donde establecería su fundación de Cluain.
El estudio de MacCotter deshace algunos errores tradicionales. Hagiógrafos tardíos quisieron relacionar a Colmán con otros santos famosos, para gloria de uno u otros: San Iarlath, San Finbarr... Se le han atribuido méritos como la conversión de la familia real de los Déisi de Munster o la composición de poemas posteriores en siglos a su muerte. No sólo no es probable que fuese nunca obispo, sino que nada indica que fuese sacerdote, aunque sí probablemente monje.
La prestigiosa figura de Colmán fue utilizada a lo largo de los siglos como motivo propagandístico por distintas facciones de las que se disputaban el poder en Munster, cuya Historia transcurre durante toda la Edad Media entre constantes guerras: primero, entre el Oeste y el Este, al que pertenecía la familia de Colmán, conflicto intermitente que se alargó desde el siglo VI al IX (esto explica la intervención de Colmán, que era del Este, contra la ciudad de Ressad [ver la entrada anterior], capital de los Uí Fidgenti que eran un pueblo frronterizo del Munster Occidental). Después, entre los Eoganacht y los Dál Cais. Aquéllos, dinastía tradicionalmente reinante en Munster desde antiguo, presumían de descender de Eogan el Grande, como también se llamaba el legendario rey Mog Nuadat (ver la entrada anterior).
Coirpre Crom, el rey amigo de Colmán mac Leníne, descendía de una estirpe emparentada con los Eoganacht de Cashel. Unos y otros tenían por antepasados a sendos hijos de Oengus mac Nad Froech, el rey de Cashel que recibió el bautismo (y una tremenda herida en un pie) de San Patricio y al que cierta tradición hace padre de Isolda la Rubia, la amante de Don Tristán de Leonís.
La nación de Colmán mac Leníne, los Cattraige, tenían por antepasado a Catta, hermano de Mog Nuadat, así que se tocaban con los Eoganacht. Sin embargo, eran vasallos de los Déisi.
Aquellos Déisi eran un pueblo que se suponía forastero, venido en tiempos remotos del Norte. Existía una alianza entre los Déisi y los Eoganacht desde tiempos de Oengus mac Nad Froech, que estaba casado con una Déisi, Eithne Uatach.
Los Cattraige, que habían gozado al parecer de cierta preeminencia, en tiempos de Colmán eran una nación venida a menos. Aunque formaban parte del Este de Munster, tenían bastante estrechas relaciones con el Leinster (Laiginn), los vecinos del Este. Entre los pocos fragmentos de las poesías de Colmán que se han conservado, dos celebran a reyes de Laiginn, de la dinastía de los O'Neill, rivales septentrionales de los Eoganacht.
Posteriormente, el principal reto de los Eoganacht fue la pujanza de los Dal Cais, una rama de los Déisi que decía remontarse a un hermano de Eogan el Grande (pero no Mog Nuadat, sino un nieto y tocayo suyo). Los Dal Cais acabarían por vencer con su gran rey Brian Boru, que dominó gran parte de Irlanda en el siglo XI y dio un golpe de muerte al poderío vikingo en Irlanda, aunque se dejó la vida en el empeño.
Pero los descendientes de los Eoganacht, que eran los Mac Carthy, no se dieron por vencidos, y la rivalidad continuó, enfrentando esta vez a la mitad septentrional de Mumu con la meridional. Mumu había quedado, en efecto, dividido en dos reinos en el año 1118: Desmond (Deasmhumhain en Irlandés, "Mumu del Sur") y Thomond (Tuadhmhumhain, "Mumu del Norte").
Aunque también aparece como santo profeta en el libro Cogadh Gaedhel re Gallaibh, La guerra de los irlandeses contra los vikingos, escrito a principios del XII a mayor gloria de Brian Boru y sus descendientes los O'Brien, fueron los Mac Carthy quienes más favorecieron el culto de San Colmán. Esto es normal habida cuenta de las conexiones familiares que existían, como digo, entre el santo y los Eoganacht. En particular, el restaurador de la diócesis de Cloyne fue el rey de Desmond Cormac mac Carthaigh, amigo de San Malaquías y protector de los monasterios irlandeses en Alemania. La redacción de una de las narraciones de viaje al Más Allá más influyentes en toda la cultura del Occidente medieval, la Visión de Tungdal (escrita en 1149; es fácil encontrar distintas versiones en Internet),
La boca del Infierno. Miniatura del siglo XV para ilustrar
la Visión de Tnugdal.
tuvo lugar en uno de ellos, Regensburg, siendo abad un miembro de la familia Mac Carthy. Tnugdal, el visionario, es un antiguo soldado del rey Cormac, el cual también aparece como personaje de la narración, junto a otros familiares y contemporáneos suyos. El autor de la visión censura algunos aspectos de la vida de este rey, su carácter belicoso o el adulterio del que se hizo culpable, pero en fin lo sitúa en el Paraíso. A Gille na Naomh mac Muirchertaigh (al que llama Nehemías), amigo de Cormac al que este rey puso a la cabeza del obispado de Cloyne, lo coloca entre los santos de Irlanda.
De la Visión de Tungdal, redactada inicialmente en latín, hay versión en varios idiomas: francés, inglés, irlandés e incluso en gallego o portugués tenemos una visión del "Cavaleiro Túngulo".
Colmán no se llevaba bien con todos los Eoganacht, ni podía ser así tratándose de una familia tan dividida y con ramas tan enfrentadas entre sí. Una narración medieval, Conall Corc y los Corcu Luigde, cuenta cómo uno de los Eoganacht, Mael Umai, expulsó al santo de la ciudad de Maethalach (de emplazamiento hoy desconocido) y cómo por ese motivo sus descendientes no volvieron a alcanzar nunca el trono de Mumu. En cambio, el poderoso rey Cathal mac Finguine alardeaba de las buenas relaciones de su familia con el santo. No en vano Cathal era nieto del rey Cú Cen Máthair, que debía su nombre a Colmán mac Lénine. Esto sucedió así: iban una vez viajando San Colmán y San Molaca y llegaron al palacio real de Mumu en tan triste punto que la reina, mujer del rey Cathal mac Aedha, acababa de morir dando a luz. Todo el palacio se deshacía en lamentos y sobre todos los demás destacaban los berridos del recién nacido.
-¿Quién es ése que aúlla como un perro sin madre? -preguntó Colmán.
-Es el príncipe que acaba de nacer -dijo Molaca-, Cathal, y se llamará como tú has dicho, Cathal Perro Sin Madre (que eso es lo que quiere decir, en irlandés, Cú Cen Máthair).
Pues lo del nieto fue un caso tremendo. Cathal mac Finguine tenía amores con Lígach, hermana del rey de Ailech, Fergus mac Maeldúin, en el Norte de Irlanda. Los reyes de Ailech eran de la estirpe de los O'Neill, descendientes de Niall Noigiallach, Nueverrehenes. Fergus era enemigo acérrimo de Cathal; ambos se disputaban la soberanía suprema de Irlanda. Lígach solía agasajar a su amado con muchos presentes de frutas y dulces, y cuando Fergus se enteró de tanto envío, se apoderó de él una terrible inquietud.
-Dime a quién van tantas golosinas, ¡no me mientas!
-Van a quien me da la gana a mí. ¡No tengo por qué dar explicaciones a nadie!
-¿Que no? Mira que si me dices la verdad recibirás mi bendición: de lo contrario te maldigo.
-¡Eso no!
-Pues desembucha.
La infeliz princesa no tuvo más remedio que confesar de plano. Las consecuencias de una maldición podían ser terribles.
-No podías haberte deshonrado de una manera más abyecta. ¡Con ese...! Ahora, que yo me encargo de que se le atraganten las golosinas.
Fergus mandó llamar a un druida y embrujó unas manzanas, que obligó a su hermana a enviar a Cathal con recado de que las disfrutase, que iba con ellas todo su amor.
Los hechizos de la fruta tomaron cuerpo en forma de unos animalejos que brotaron en las entrañas del rey y uniéndose unos con otros formaron un demonio de gula que anidó en la garganta de Cathal, provocándole un hambre insaciable.
Gula: el rico Epulón. Capitel románico.
Esto es lo que relata la narración Aisling meic con Glinne (puede leerse en irlandés y en inglés aquí).
El libro de MacCotter trae otras noticias curiosas. Gracias a él me entero de los nombres de las santas hermanas de Colmán: Aigled, Machain, Luiden, Druiden, Lucell, Rimthech y Briget. Ésta y Machain o Macha (hoy día los lugareños pronuncian su nombre "Vaw" a decir del autor)  tienen nombres de personajes míticos del paganismo. Aigled, la única de ellas que no hizo voto de castidad, casó con un O'Neill, rey de la rama llamada Cenel Loegaire: linaje de poco lustre por haber incurrido uno de sus antepasados en la maldición de San Patricio. Santa Aigled fue madre de dos santos: San Lugaid y San Colmán Midísil.
Con Macha convivió en su ermita Colmán durante unos años, y aún se enseñan las huellas que dejó el roce de sus rodillas en una roca cercana, a fuerza de ir a rezar día tras día al mismo sitio. Consultando el libro de Paul Sébillot sobre el folclore de Francia se ve que en aquel país tampoco faltan otros vestigios similares de distintos santos, especialmente en Bretaña (al igual que se encuentran en Gales). Las hay también en Italia y no es difícil que estén en otras partes.
A veces la impresión de las rodillas no se debe a la oración, sino a otros motivos. En Bretaña se ven la de las de Santa Nona, que se puso de hinojos para traer a San David de Gales al mundo, y la de las de Santa Brígida, que huyendo del acoso de un malvado cruzó un lago de un salto prodigioso y fue a caer, arrodillada, a la orilla de enfrente.
Esto trae a la memoria otra leyenda relativa a la huella dejada por San Colmán. Según ella, estaba el santo en la torre redonda de Cloyne, que se había comprometido a terminar en una noche (otro elemento narrativo frecuentísimo en relatos fundacionales de edificios, especialmente de puentes: hay una leyenda así referida al acueducto de Segovia), cuando la brusca aparición de una mujer o de un espíritu maligno le dio tal susto que del salto fue a caer de rodillas a gran distancia, dejando la marca de su caída.
El libro de MacCotter tiene el gran interés de ofrecer en apéndice, en irlandés y en traducción inglesa, el corpus completo de la poesía de Colmán mac Leníne, esas pocas migajas que se han conservado y que nos dejan con la miel en los labios.
Son la mayoría fragmentos bárdicos, donde se celebra la generosidad de reyes o se lamenta su muerte (encontramos una hermosa kenning: el carro es "la rauda llanura de madera"). Uno de ellos procede de una elegía por la muerte de Aed Sláine, rey de nacimiento milagroso acaecido gracias a la intercesión de San Finnian (el maestro de San Colum Cille) y que murió en el 604 en combate contra un sobrino nieto suyo. Éste se cobraba así la muerte de su padre a manos de Aed Sláine. Se ve, pues, que no sólo no dejó Colmán de escribir poesía al convertirse, sino que no renunció siquiera a los temas bárdicos.
No son lo peor de su poesía los dos fragmentos religiosos conservados. En uno de ellos se refiere al alba (crapscuil, crepúsculo), momento en que San Pedro, después de sus negaciones, cobra conciencia de su pecado con el tercer canto del gallo.
Gallos. Capitel románico.
Lecouteux, ya citado en la anterior entrada, en su libro sobre los cortejos nocturnos fantasmales o sobrenaturales, subraya el valor simbólico de este momento en que la luz solar triunfa espantando a los demonios de la noche y relegándolos a sus sombrías moradas. Y cita, cómo no, al himno de Prudencio al cantar del gallo, con que se abre el Cathemerinon. Prudencio estaba convencido de que Cristo resucitó también al cantar del gallo. Y su contemporáneo San Ambrosio (hoy, día 7 de diciembre, es precisamente la festividad de San Ambrosio) también le dedica hermosos versos en el himno Aeterne rerum conditor.
En este mismo contexto pascual se inserta el otro pequeño fragmento, que se puede leer como una comparación entre la vida áulica del bardo y la monástica del converso.
"Me despierto, no con un cantar impertinente,
tras un bello reposo lleno de dulces sueños;
palabras cuaresmales: nada prohibido,
bebida, la de los réquiems; la gracia del Hijo del Rey".