sábado, 18 de febrero de 2012

San Colmán y los irlandeses en Northumbria

En Irlanda se cuentan más de ciento treinta santos de nombre Colmán. Colmán es diminutivo de Colum y significa, por lo tanto, "Palomita". No siempre resulta fácil distinguir unos Colmanes de otros. El que se celebra hoy es San Colmán, obispo de Lindisfarne en Northumbria.
El gran monasterio llamado en irlandés Í y en latín Iona, fundado en Escocia por San Colum Cille, llegó a alcanzar tanta fama que los ingleses del norte apelaron a él para su evangelización.
El rey Oswald, que vivió en la primera mitad del siglo VII, y que había pasado años de su juventud en Irlanda y la Escocia gaélica, les cedió con este fin la isla de Lindisfarne. Oswald, que se había convertido al cristianismo en tierra de Irlandeses, estaba empapado de su cultura y hablaba corrientemente su idioma.
El monasterio de Lindisfarne se fundó en el 635. Sus tres abades-obispos fueron irlandeses, monjes de Iona y santos: Aedan, Finnan y Colmán (después de Colmán los cargos de abad y obispo recayeron en personas diferentes). No se sabe apenas nada de San Colmán antes de su nombramiento en Lindisfarne. 
Existía entonces en las Islas Británicas una viva controversia acerca de la fecha en que debía celebrarse la Pascua. Como es frecuente, intereses políticos se mezclaban con las diferencias puramente religiosas. La Irlanda del Norte, dominada por la poderosa dinastía de los O'Neill, defendía un calendario pascual distinto del romano.
Las diferencias de cálculo dependían fundamentalmente de si el equinoccio de primavera era el 21 o el 25 de marzo, de si el día comenzaba al salir el sol o al ponerse, y finalmente de si era admisible que la Pascua cristiana coincidiese con la judía.
Aparte de sus diferencias respecto del calendario, allí los monjes se tonsuraban de manera especial, afeitándose una superficie triangular, con uno de los vértices en la frente, en vez de dejarse cerquillo. Los detractores de esta tonsura aseguraban que era la que llevaba Simón el Mago.
Aceptaban el cómputo y tonsura hibernios los Pictos, Ingleses del Norte y Britanos (incluidos los bretones).
La Irlanda meridional, dominada por la dinastía Eoganacht, seguía la costumbre romana, al igual que los Ingleses del Sur.
Las cuestiones políticas entretejidas con la polémica religiosa eran de importancia: si el Norte o el Sur habían de ser hegemónicos en Irlanda e Inglaterra y sobre todo si los reinos germanos de Gran Bretaña caerían bajo influencia romana o insular.
Hoy día parece extraño, pero para los britanos el último bastión de la romanidad eran ellos mismos (de lo que estaban sumamente orgullosos) y no la Italia sumergida una y otra vez bajo las oleadas bárbaras. El centro del imperio se había desplazado tiempo atrás desde Roma hacia la Galia y la frontera de Germania, y aunque hoy al pensar en los britanos se nos viene inmediatamente a la cabeza la Bretaña armoricana es porque se nos olvida que durante mucho tiempo ocuparon territorios extensos en el Loira y la Francia central, lindando con Aquitania.
La posición de los britanos en el continente se había visto muy debilitada desde que habían dejado de contar con la alianza de los francos. 
Los reyes britanos habían sido beligerantes en la guerra civil entre los francos Childeberto y Clotario, sosteniendo a aquél, que resultó perdedor.
Childeberto I consagrando una basílica. Miniatura del siglo XV.
La influencia de los clérigos britanos en la corte de los reyes francos disminuyó notablemente como consecuencia.
Así las cosas, Oswiu, rey de Northumbria (que se había educado también entre irlandeses y estaba imbuido de su cultura) estaba casado con la reina Eanfleda, que por el contrario se había criado en el Sur de Inglaterra y seguía las normas romanas, lo que resultaba en un desbarajuste para el protocolo de la corte, donde a veces se celebraba dos veces la Pascua y no se sabía cuándo había ayuno y abstinencia y cuándo no.
En Eanfleda influía poderosamente su consejero San Wilfrido, personalidad atravesada, clérigo ambicioso, enredador y amigo de pleitos y conjuras, que en Roma y Lyon se había hecho partidario a ultranza de la facción anti-insular. 
Da la sensación de que San Wilfrido tenía una ojeriza incurable a los britano-hibernios y su cultura, en la que se había formado durante sus años de estudio en Lindisfarne; y posiblemente a causa de ellos.
El rey Oswiu convocó un sínodo en el monasterio de Whitby, a cuya cabeza estaba Santa Hilda, de la que hablé hace unos días a cuento del poeta Caedmon.
(Cf. la entrada La inspiración de Caedmon). Caedmon, poeta inglés de nombre britano, es representativo de esa fusión cultural que se produjo en las Islas Británicas y Armórica y que personajes como San Wilfrido veían con muy malos ojos.
Ruinas de la abadía de Whitby.
En el Sínodo de Whitby (664) San Wilfrido habló a favor del rito romano y San Colmán del irlandés. El rey Oswiu zanjó la cuestión a favor del rito romano.
San Colmán, derrotado, renunció a su obispado de Lindisfarne y se retiró a Iona, y después a Irlanda,  con treinta de sus monjes de diferentes naciones.
En Irlanda fundaron la abadía de Inis Bó Finn ("Isla de la Vaca Blanca") en el 668.


Inis Bó Finn. Las ruinas son de un castillo moderno.
Pero no tardaron en surgir desavenencias en esta nueva abadía entre los monjes irlandeses y los ingleses. Éstos se quejaban de que aquéllos les dejaban las tareas más duras y pesadas, como la siega. 




No hubo más solución que la secesión. Los monjes ingleses se separaron de la comunidad y partieron a tierra firme, donde fundaron la abadía y obispado de Maigh Eo (Mayo). San Gerardo de mayo fue su primer abad obispo.
El sínodo de Whitby no supuso el fin de la presencia irlandesa en Northumbria ni del  flujo de clérigos ingleses y de otras naciones que pasaban a estudiar a los monasterios irlandeses. A lo sumo hubo un paréntesis que duró lo que la vida del rey Oswy. A la muerte de éste en el 670 siguieron unos tiempos turbulentos hasta la subida al trono de su hijo Aldfrith. Aldfrith era hombre ya viejo para aquella época, erudito, y versado en las Escrituras. Era  hijo de madre irlandesa y simpatizaba con la cultura cristiana hibernia. La controversia pascual ya era cosa del pasado y los contactos entre ingleses y gaélicos se restablecieron con normalidad. 
El reinado de Aldfrith se considera la Edad de Oro de Northumbria.  
Aldfrith y San Wilfrido nunca se tuvieron simpatía y a pesar de que al principio el rey levantó a San Wilfrido el destierro a que lo había condenado su antecesor el rey Ecgfrith, sus relaciones se enconaron hasta el punto de que lo volvió a desterrar. Aunque el papa en persona tomó cartas en el asunto ordenando al rey reponer a Wilfrido en su sede, el rey de Northumbria se negó a obedecer. San Wilfrido había sido excomulgado por parte de los obispos del reino.

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