I sossad sanctorum,
For óenlíth, lán tene,
Gene Tarcellorum.
La llamada de Alejandro
A la morada sanctorum (de los santos);
En la misma fiesta, plenitud de fuego,
El nacimiento de los Tarcelos.
Así reza la estrofa del santoral irlandés del siglo IX Féilire Óengusso.
nada tiene de extraño la mención de Alejandro: se trata de Alejandro de Alejandría, uno de los principales impugnadores de la doctrina arriana, impulsor del concilio de Nicea, que tenía por diácono y sucesor a San Atanasio, más célebre que él como campeón de la ortodoxia frente al arrianismo. San Alejandro era ya anciano y murió pocos meses después del concilio.
Ahora bien, nada se sabe de esos Tarcelos a los que Óengus dedica la segunda parte de su estrofa.
Otros santos conmemorados hoy comparten con los Tarcelos ese carácter misterioso por varios motivos.
Diversos santorales mencionan hoy a San Moenna, sobre el que se ha discutido mucho. Posiblemente fuese su nombre Enda (el Mo-, "mi" es un prefijo cariñoso) y de él se dice que, aun habiendo vivido en Irlanda, era britano. Fue, según se dice, obispo de Clonfert (Cluain Fearta "el Prado del Túmulo Funerario"), sede fundada por el celebérrimo San Brendano.
San Brendano de Clonfert fue el famosísimo santo viajero de cuyo maravilloso periplo tantas veces fue traducida la narración a distintas lenguas durante la Edad Media. El relato en latín se encuentra en el anterior enlace, mientras que Vidas irlandesas, con traducción inglesa, se encuentran editadas por Charles Plummer (Bethada Náemh nÉrenn) y pueden consultarse en Internet, por ejemplo en Internet Archive. Una edición antigua de la versión latina y en francés medieval en este otro enlace.
Tal vez alguno de los personajes que aparecen en el grabado arrodillados junto a San Brendano sobre el lomo de Iasconius -así se llamaba el gigantesco pez- sea el San Moenna que hoy se conmemora.
Parece ser que una vez acudieron unos peregrinos bretones a visitar a san Brendano y uno de ellos enfermó y murió. Había por aquellos días, sobre el año 551 ó 553, una gran pestilencia en Irlanda, llamada samtrusc, que se traduce como "lepra veraniega" o "ronquera veraniega", y ésta fue la que se llevó al joven britano o bretón.
San Brendano le dio su báculo a San Moenna con orden de colocarlo sobre el lecho de muerte del peregrino, que resucitó. Después, el santo abad envió a su discípulo a Bretaña. Tampoco es seguro si se quedó allí para siempre o retornó a Irlanda.
El erudito Dom Lobineau (según leo en las Vidas de santos irlandeses de O'Hanlon) advierte que no debe confundirse a este Moenna con otro santo discípulo de San Sansón de Dol y de nombre bastante ridículo en francés: Saint Conard Méen.
En todo caso, parece que este san Moenna tuvo un criado, no inferior a él en santidad, llamado Talmach, que también se celebra en el día de hoy.
De este santo se cuenta que una noche que andaban de viaje San Brendan y los suyos por los caminos de Irlanda en plena nevada, llegaron a un monasterio donde a voces pidieron cobijo. Pero una voz desde dentro les contestó:
-¡Si merecéis entrar, vuestros propios méritos que os abran las puertas!
Caspar David Friedrich: Paisaje invernal con iglesia. |
Inmediatamente, la nieve dejó de caer sobre las cabezas de los monjes, aunque alrededor de ellos no disminuía la ventisca. Y a una orden de San Brendano, San Talmach extendió el brazo y las puertas se abrieron solas ante ellos. También a petición de San Brendano este mismo santo convirtió en dóciles animales de compañía a unas fieras salvajes que hacían estragos en los ganados. Era una hembra con sus cachorros y al parecer se encariñó con San Talmach y lo seguían a todas partes jugando con él como unos perrillos.
Existe un San Talmach ermitaño que cedió su iglesia con las tierras donde se encontraba al gran San Barr Find (Barry en inglés): se ignora si se trata del mismo.
Celebran hoy también los calendarios a una Santa Etne desconocida. Etne era un nombre corriente en Irlanda y lo llevaron varias santas. Algunos autores suponen que la de hoy es la misma que unos llaman Etne Alba y otros Etne Rufa (Etne la Blanca o Etne la Pelirroja), una de las dos princesas a las que San Patricio bautizó, cediendo a su caprichosa insistencia infantil, y que subieron al Cielo inmediatamente después de su bautismo.
Por último, entre los varios santos de hoy no quisiera dejar de mencionar a San Dionisio o Zósimo de Augsburgo (hay quien dice que se llamaba Zósimo antes del bautismo y en él se puso Dionisio).
Dionisio era cretense, hermano y socio de Hilaria, la cual emigró a Augusta Vindelicorum (Augsburgo) donde abrió una pequeña casa de trato, en la que trabajaban su hija y otras tres mozas.
Laura Teresa Alma-Tadema: Las mujeres de Amphyssa. |
San Narciso, que estaba de paso por la ciudad, entró en el establecimiento y por obra de sus santos consejos muchachas, dueña y socio se convirtieron y murieron mártires poco después.
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