sábado, 31 de marzo de 2012

Renovarse o morir

Terminaba la entrada anterior hablando de la longevidad de algunos santos irlandeses; hoy tal vez nos traiga el calendario al más longevo de todos.
Al producirse la cristianización de Irlanda se entretejió su cultura ancestral con la nueva cultura importada, latino-cristiana.
Este entrelazamiento se representa de modo gráfico en las leyendas de encuentro de algún famoso santo con personajes de la antigua materia épica o mitológica. San Mochoemhóg (ver El hijo más deseado) conoció y bautizó a los hijos de Ler; las conversaciones de San Patricio   con Caoilte, superviviente de los guerreros de Fionn mac Cumhail, dan asunto al Coloquio de los ancianos (Acallamh na senórach); San Comgall de Bangor (con el que ya nos hemos tropezado varias veces) pescó a la sirena Lí Ban (ver Antigüedad de Dahut).
San Finnian de Moville, el maestro de San Colum Cille, se encontró, a su llegada al Ulad (Ulster), con Tuan mac Cairill. El Santoral de Óengus no lo menciona en el texto (no aparece ningún santo irlandés el primero de abril; sí lo hace brevemente en las notas aclarando que era de Tamhlacht.
Ermitaños en una cueva. Alemania, siglo XIX.
Sin embago, Tuan mac Cairill era merecedor de más extensa mención. Es protagonista de un breve relato medieval en prosa, editado y traducido por el celtista alemán Kuno Meyer en apéndice a su edición del viaje de Bran (puede consultarse on line, por ejemplo, en Internet archive).
Cuando san Finnian regresó a Irlanda después de su estancia en Roma, cargado con el ejemplar de los Evangelios que causaría el agrio litigio con su antiguo discípulo Colum Cille, se encontró con un mandoncillo local que le cerró las puertas de su fortaleza, negándole comida y posada.
Finnian y los suyos pasaron la noche mal que bien, y a la mañana vieron venir a ellos a un ermitaño muy viejecito que los convidó a su humildísima morada.
-Yo soy Tuan mac Cairill -se presentó-, hijo de Muiredach Muinderg (Muiredach "Cuello Rojo"); Partholon era bisabuelo mío.
-¿Cómo puede ser eso -dijo San Finnian- si Partholon vivió poco después del Diluvio Universal?
-Pues así.
-¿Y qué has hecho todo ese tiempo?
-Perderlo, porque no conocía a Cristo, y el que me quede no lo voy a gastar en hablar de tonterías, sino en meditar sobre el Evangelio.
-Dios te da permiso para que me cuentes lo que te pregunto y además no pienso probar bocado hasta que no me cumplas el capricho. ¡Me declaro en huelga de hambre!
-Está bien, como quieras. Mi bisabuelo Partholon llegó aquí trescientos doce años después del diluvio. 
Colonos: el arca de Noé. Arte gótico. Guimiliau, Bretaña.
Vinieron cuarenta y ocho contando con él y la colonia fue prosperando y llegaron a cinco mil. Pero en una semana una epidemia se los llevó a todos menos a uno, que soy yo. Estuve más de veinte años solo, comiendo lo que encontraba, escondiéndome de los lobos y durmiendo en cuevas del monte. Me hice viejo y casi no me podía mover. Como me habían crecido el pelo, las uñas y la barba y estaba grisáceo de tez y lleno de mugre, daba un susto al miedo. Entonces vi venir unos barcos, y era un tío mío, Nemed mac Agnomain. Me dormí y soñé que me convertía en un ciervo joven y juguetón, lleno de energía y de ganas de jugar. Y cuando me desperté, resultó que lo era de verdad.
-¡Te pondrías como loco de alegría!
-Pero no me duró mucho, porque sin conocerme mi tío y los suyos empezaron a darme caza para zampárseme. Porque ellos habían zarpado como unos mil, y con las calamidades que habían pasado: tormentas, naufragios, hambre, sed, enfermedades, no llegaron a Irlanda más que nueve; y con unas ganas de llenar el estómago... Conque tuve que estar huyendo de ellos hasta que me volví grande y robusto y fui haciéndome con la jefatura de todos los ciervos de Irlanda, que me seguía una manada impresionante de ciervos.
La colonia de mi tío creció hasta sumar más de ocho mil vecinos, pero de nuevo una epidemia los barrió. Y yo de nuevo estaba cascado e indefenso ante los lobos y los pocos hombres hambrientos que iban salvándose de aquella pestilencia, hasta que no quedó uno para contarlo.
Entonces sentí otra vez la juventud que empezaba a correrme por las venas y me vi, sin saber cómo, metamorfoseado en un jabalí fuerte y lozano. ¡El rey de los jabalíes de Irlanda! Y me quedé aquí a vivir en el Ulster.
Caza del jabalí. Nieva, Segovia. Siglo XV
Ya llegó entonces la gente de Semion mac Stariath, que te sonará porque de él se originan las tres razas de los Fir Galioin, Fir Bolg y Fir Domnann, que aún quedan por Irlanda sus descendientes. 
-¿Qué pasó luego?
-Me hice viejo otra vez, pero ya no me preocupé, confiado en una nueva transformación. Y así pasó, que me desperté un buen día convertido en halcón. Y esa forma me gustaba más que las anteriores por la libertad que da volar. De todas las formas por las que he pasado, la de halcón es la que más feliz me ha hecho y con la que más a gusto he estado. Por aquella época llegó a Irlanda Beothach mac Iarboneil y dominó a los que ya estaban viviendo aquí. Y de él descienden los Tuatha Dé Danann, a los que la gente tenía por dioses, aunque otros dicen que vinieron del cielo montados en una nube. Y eso ya fue tres mil trescientos años después de la creación del mundo.
Aquellos Tuatha Dé Danann tenían grandes poderes, eran unos magos de primera fila y parecían invencibles, pero vinieron los de Mil, otros invasores, y los sometieron.
Yo ya me sentía cansado y machucho otra vez y no veía la hora de transformarme en algo o, por lo menos, de morirme...
-Y te hiciste...
-...Salmón. Me encontré de repente en el agua saltando y retozando y eran increíbles los brincos que pegaba, que parecía que iba a echar a volar. Y me burlaba de los halcones, porque me sabía sus mañas, y sabía escabullirme de las redes y de los arpones y tridentes y no picaba en los anzuelos, aunque de todas maneras algún arañazo me llevé, que todavía me queda la señal. Mira. Y mira. Éstas son de arpones. Pero una vez, porque Dios quiso, tontamente, me atraparon unos pescadores. No quieras ver lo orgullosos que estaban, que yo ya tenía fama en toda Irlanda por lo hermoso y por lo escurridizo, que no había manera de echarme el guante; y aquella vez, porque Dios me mandó como una niebla de aturdimiento a la cabeza. El caso es que me cogieron y me llevaron a casa de su amo, que era un tal Cairell.
-Eso te iba a preguntar. Porque si tu padre era Muiredach, ¿por qué te llamas tú mac Cairill? ¿Te adoptó?
-¡Sí, adoptó! Es más chusco. Verás. Me clavaron un espeto y me asaron y la mujer de Cairill me vio tan lustroso y apetitoso (aunque me esté mal el decirlo) dando vueltas reluciente a la lumbre, que se antojó de mí y se me comió de una sentada. 
Antojo de pescado. Miniatura alemana, siglo XIV.
Y yo me transformé en un hijo dentro de su vientre.
-Pues fue la primera mujer que tuvo el antojo antes del embarazo.
-No creas: muchos embarazos son consecuencia de antojos. Y no es un chiste, es que a una mujer se le antoja una bebida o algo, y en lo que sea se traga algún bichero que se queda preñada. Hay casos a puñados en Irlanda.
-O al menos esa explicación dan muchas.
-Yo te hablo por lo que he vivido. Y ¡ah! el vientre de una mujer, aunque tú no te acuerdes, es una morada de lo más grato y cómodo, sobre todo si como yo estás consciente y te enteras de todo y cotilleas todo lo que sucede a tu alrededor, oyendo multitud de secretos de mucha risa y notando cómo te miman, te cuidan, te llevan a todas partes, te alimentan sin tener ni que masticar, y si te aburres ¡zas! patada va, codazo viene. Y yo me acuerdo de todo lo que he vivido en todas las formas que he ido teniendo. Pero lo cierto es que todo es bastante igual.
-Y ya naciste.
-Sí, amigo mío: todo lo bueno se acaba. Me pusieron Tuan mac Cairill, porque aquel pobre hombre siempre estuvo convencido de ser mi padre. Me acuerdo de cuando aprendí a hablar, que ya sabía, pero de no hacerlo en tanto tiempo no me salía la voz; y como más sabe el Diablo por viejo que por sabio, me las sabía todas y saqué una fama de profeta que no te puedes imaginar. Pero mi sorpresa fue cuando vino uno más sabio que yo, que era Patricio mac Chalpurnio. Ése fue el primero que me habló de Cristo y de que había otra ley distinta de la Ley Natural, y cómo estaban todos los muertos en el Infierno hasta que los había bajado a rescatar Cristo y todo eso.
-Pues ya ha llovido desde entonces.
-¡Psch! Dos siglejos... para mí, lo que se tarda en estornudar.
-Mira una cosa: quédate a vivir conmigo y con mis monjes. 
-No puede ser. Me he acostumbrado a la soledad. No resistiría. Desde que soy cristiano, sólo he hablado con tres personas...
-San Patricio, yo... -dijo, intrigado, San Finnian- ¿quién es el tercero?
-San Colum Cille... ¿qué pasa?
-Ese chico va a ser un gran santo, pero no sé por qué me da mala espina.
-Sí: yo te podría profetizar cosas de él que no te iban a gustar nada. Pero si hubieras vivido tanto como yo, no les darías tanta importancia. Bueno, ya me he entretenido mucho: me vuelvo a mis soledades.
Y no se ha sabido más de él. Es probable que muriese; o puede que ande todavía por el mundo en forma de cualquier criatura.
Tuan mac Cairill tiene todo el aspecto de un personaje mitológico; de hecho, no son excepcionales estas series de transformaciones, como las del relato irlandés de Los dos porqueros, la leyenda de Taliesin en Gales, y otras que se han relacionado con el chamanismo. Sin embargo, aparece reseñado en las Acta sanctorum el 1º de abril.
El docto hagiógrafo O'Hanlon, en su Lives of the Irish saints, advierte de que la longevidad de Tuan mac Cairill, por más que la abone la autoridad de Giraldus Cambrensis, es cosa de fábula.


  








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