viernes, 2 de marzo de 2012

San Chadd y el príncipe cazador

Con manga algo ancha incluye John O'Hanlon en sus Vidas de santos irlandeses al northumbrio San Chadd (Ceadda en inglés antiguo).
San Chadd es un buen ejemplo de la amalgama de gentes y culturas que se produjo en sus tiempos en el Norte de Gran Bretaña. Inglés de nacimiento, el nombre que lleva es britano (es diminutivo familiar de alguno de los nombres tan corrientes que contienen la palabra catu -irlandés cath-, "el combate") y su educación fue irlandesa.
La mayor parte de las noticias que tenemos de él proviene de la Historia Eclesiástica de Beda.
Nacido alrededor de 620, se le envió (seguramente junto a su hermano mayor Cedd) a estudiar a Lindisfarne, fundación de los irlandeses de Iona en Northumbria, con su primer abad, San Aedan. Más tarde fue a ampliar sus estudios, como tantos ingleses,  a Irlanda, donde trabó con San Egbert -otro aspirante a clérigo- una amistad que duraría toda la vida.
Chadd volvió a Inglaterra para hacerse cargo del monasterio de Lastingham, en el reino de Mercia, cuando su hermano Cedd -San Cedd- (que lo había fundado) murió víctima de una epidemia que se declaró.

Cripta de la actual iglesia de Lastingham. Muy posterior al edificio original, del que sin embargo conserva algunos elementos.
http://www.geolocation.ws/v/I/5279720658957662801-5280150527946929922/st-marys-church-lastingham-north/en
Tan virulenta fue aquella epidemia, que de los que acudieron a rendir honras fúnebres a San Cedd pocos vivieron para contarlo.
Una piadosa leyenda que trae el hagiógrafo Baring-Gould parece que proviene del cronista del siglo XIV Walter of Whittlesey.
Estaba Chadd en sus oraciones cuando vio aparecer un ciervo acezando perseguido sin duda por los cazadores. Compadecido, el monje lo ató con una cuerda y lo escondió entre unas ramas. No tardó en aparecer detrás el que lo venía siguiendo, que era Wulfade, un príncipe de aquel reino.
Reinaba allí entonces Wulfere, que aunque cristiano era muy tibio en la fe y había permitido que sus tres hijos, Wulfade, Rufino y Kenred permaneciesen en el tradicional paganismo. Incluso había prometido la mano de la princesa Werburga, su hija, a su valido Werbode, que era pagano también. Y esto en contra de la voluntad de la muchacha y de su madre, la reina Ermenilda. Pues la princesa quería hacerse monja y su madre la apoyaba en esto.
Apareció, pues, el príncipe a caballo y preguntó a Chadd por el ciervo.
Grupo de cazadores. Cast (Bretaña).
-¿Es que yo tengo pinta de guardia forestal? -preguntó el monje-. Yo no cuido los ciervos de nadie, pero te voy a obsequiar una bonita alegoría. ¿Sabes que el ciervo suele bañarse en las fuentes puras?
-Sí, para curarse del veneno si lo muerde alguna serpiente.
-Pues lo mismo pueden hacer las personas con la fuente del bautismo para limpiarse el veneno del pecado. 
-Más me importaría que apareciese el ciervo que venía persiguiendo.
-Eso también puede ser, si tienes fe en Dios.
El ciervo de un salto  apareció de entre los matorrales.
-¡Rayo! Yo quiero la fe esa.
Wulfade se lo refirió a su hermano Rufino y se bautizaron los dos sin perder tiempo. 
Pero el asunto llegó a oídos del malvado Werbode, que fue con el cuento al rey.
-Estos cristianos siempre hacen igual -dijo éste-. ¡ya me los conozco yo! Les sorben el seso a las mujeres primero, luego a los niñatos, y cuando te has querido dar cuenta se han apoderado del reino. Voy a librarme de ese Chadd.
En el monasterio, Wulfere encontró a sus hijos hablando con el santo, y como se obstinaban en mantenerse fieles al bautismo y le desobedecían delante de aquel fraile, el rey se enfureció y sin poder dominar su ira les dio muerte allí mismo.
San Chadd, obispo. Vidriera moderna.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/e3/Saint_Chad.jpg?uselang=es
Werbode regresó feliz al palacio, pero el contento le duró poco porque lo poseyó un demonio y enloqueció.
Comprendiendo lo sucedido, la reina Ermenilda y su hija huyeron a un monasterio donde la muchacha entró en religión.
Dios castigó al rey con una grave enfermedad y la reina le indicó que su única salvación era pedir perdón a Chadd. Así se dispuso a hacerlo. Cuando llegó al convento, vio al santo clérigo que acababa de decir misa y al despojarse de los ornamentos litúrgicos los iba dejando colgados, distraídamente, en los rayos de sol que se colaban por entre las maderas. 
Entró Wulfere y, quitándose el manto y los guantes, pretendió hacer lo mismo, pero con el resultado de que, naturalmente, se cayeron al suelo.
El rey comprendió que Chadd tenía un poder superior y, sobrecogido, se convirtió.
Por aquel tiempo quedó vacante la sede episcopal de York, Northumbria, y el rey de allí decidió nombrar para ella a Chadd. Pero entre tanto, el hijo de aquel rey había nombrado también obispo para la misma sede a San Wilfrido, que se encontraba en Francia.
¡Para qué queremos más! 
San Wilfrido era un tipo agrio, esquinado y envidioso. Tenía una idea fija, que era la de unificar todas las diócesis del norte de Inglaterra bajo su mando e imponer allí, como ya sucedía en el Sur, la observancia fiel de la disciplina romana (ver la entrada San Colmán y los irlandeses en Northumbria).
Ahora bien, Chadd era producto de la educación y de la cultura irlandesas, se había criado en Lindisfarne y representaba lo contrario de los ideales de Wilfrido.
Pero precisamente por ello no tenía excesiva estima a la dignidad episcopal ni le costó cederle su puesto cuando alegó que su elección había sido canónicamente defectuosa. Se retiró a su monasterio y allí poco después vinieron a solicitarle los de Mercia, otro reino inglés, para que aceptase el obispado de Lichfield.
Lo ocupó durante dos años y medio.
Al cabo de aquel tiempo, empezó a azotar el reino una de aquellas tremendas epidemias que de cuando en cuando se abatían sobre cualquier región, asolándola. El santo, que había estado un buen rato solo rezando en su oratorio, llamó al único clérigo que estaba dentro de la casa episcopal.
-Avisa a los hermanos de una cosa: este amable visitante que últimamente viene tan asiduamente a vernos, quiero decir la Muerte, ha pasado a verme y no voy a durar mucho. Tenéis que prepararos para cuando falte yo, que va a ser en seguida. Y no pongas esa cara de pasmado.
-Es que el pasmo es que vengo oyendo hace un rato una música y no sé de dónde salía, y parecía que del oratorio. Y poco a poco se ha ido callando como si se  disolviese en el aire y no he visto entrar ni salir a ningún músico y ahora veo que dentro tampoco están.
-Lo has oído, ¿eh?
-Ea.
-Pues para que lo sepas eran los ángeles, que venían a decirme que prepare las cosas, que dentro de una semana vuelven a recogerme y me voy ya con ellos; 
Ángeles llevándose un alma al paraíso. Sepulcro gótico. León. 
y esto que te he contado mira que no se lo digas a nadie. ¡Ni a tu sombra!
Es evidente que el santo aquella vez no fue obedecido.
Murió el día 2 de marzo del año 672 ó 673.


  






























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