miércoles, 28 de marzo de 2012

Una familia de aúpa

Las siguientes historias familiares ocurren entre Irlanda y Escocia y atañen, fundamentalmente, a los pequeños reinos norirlandeses de los Dál Riata, Dál nAraide y Dál Fiatach.
San Cairnech, celebrado el 29 de marzo, lleva el mismo nombre de otro santo festejado el 16 de mayo con el que a veces se lo confunde por error. Las Acta sanctorum lo mencionan este día entre los santos que dejan de lado por escasa información. Las siguientes notas, espigadas de acá y allá por los hagiógrafos, las tomamos de Baring-Gould y de O'Hanlon.
Dál Riata era un reino que se extendía a ambas orillas del Canal del Norte, que separa a Irlanda de Escocia, extendiéndose por el actual condado irlandés de Antrim y un territorio no desdeñable en Escocia, centrado en Argyll.
La isla de Musdile, junto a Lismore, centro religioso del reino de Dal Riata.
Estaba dominado por tres familias principales, de las que la más importante era el Cenél Loairn, fundado por Loarn Mór (el Grande) mac Erca a finales del siglo V. 
Loarn tuvo dos hijas, Pompa (también llamada Babona) y Erc. 
Erc, hija de Loarn, casó con Sarran, de los Dál nAraidi, reino contiguo a los territorios irlandeses de los Dál Riata. Pero el matrimonio no duró mucho y Erc escapó a Irlanda con Muiredach mac Eoghain (Muiredach es el nombre que se escribe, a la inglesa, Murdock).
Erc había elegido a uno de los personajes más importantes de su tiempo en aquellas partes: era nieto del gran Niall Naoigiallach e hijo de Eógan mac Néill, fundador de la poderosa dinastía de los Cenél nEógain.
Con Muiredach, Erc tuvo varios hijos: el más famoso de ellos, Muirchertach mac Muiredaigh (más conocido como mac Erca, por el nombre de su madre).
Más tarde, tendría una tercera pareja, Fergus Cennfota ("Cabezalarga"), otro nieto del mismo Niall Naoigiallach, hijo éste de Conall Gulban. Conall Gulban había fundado el reino de Tír Conaill (el País de Conall, Tirconnell en inglés), en el actual Donegal (Dún na nGall en irlandés) y la dinastía de los Cenél Conaill.
Tanto se habían querido los hermanos Eógan y Conall, hijos de Niall, que el primero murió de pena cuando el segundo cayó en una batalla.
Binn Ghulbáin (Ben Bulben), monte emblemático de la familia Cenél Conaill.
Sarran, el marido de Erc, entre tanto, había buscado consuelo a su desgracia conyugal tomando por esposa a Pompa, su cuñada, de quien tuvo a Luirig, Dallain, Caemlach y Cairnech, el santo. Otras fuentes añaden a Garnech y otros dos santos: San Ronán y San Breccán. 
Ya no tan joven, Erc se arrepintió de la vida desordenada que había llevado y se dirigió en busca de perdón a su sobrino San Cairnech. Para ello hizo un largo camino, a veces andando, a veces de rodillas. Su arrepentimiento era, parece ser, sincero, y desde entonces vivió santamente. Cairnech no sólo la absolvió de sus pecados sino que le profetizó que iría al Cielo y que entre su descendencia habría grandes reyes, patrones de sabios, poetas y santos.
Dicen las crónicas irlandesas que el rey Sarran conquistó Tours, en Francia, y que hizo nombrar a su hijo obispo de aquella diócesis, donde participó en un sínodo en el 567; que Cairnech peregrinó a Lyon y a su regreso fue también obispo una temporada en Cornualles y luego, ya en Irlanda, en Tara.
De Sarran se cuenta una anécdota extraña en la Vida tripartita de San Patricio. Sarran había entrado en tierras de otro rey y había cogido cautivos. San Patricio lo maldijo y le aseguró que iría al Infierno. La amenaza asustó al rey, que se encaminó con sus esclavos adonde estaba Olcan, uno de los obispos nombrados por San Patricio. Los prisioneros lloraban y gritaban.
-Olcan -dijo Sarran-: júrame que voy a ir al Cielo.
-No soy yo quién para levantar una maldición de San Patricio.
-Pues lo siento por estos infelices, porque los voy a ir pasando a cuchillo uno a uno hasta que no me prometas el Cielo.
Como iba en serio, Olcan tuvo que acceder. Pero cuando informó a San Patricio de lo ocurrido, el santo montó en cólera. 
-Pero ¿cómo te atreves a enmendarme la plana? ¡Desgraciado!
Olcan estaba arrodillado como penitente y San Patricio montado en su carro.
-¡Espachúrralo con el carro! -le dijo al conductor- ¡Tira! ¡Pásale por encima!
-¡Hombre, cómo voy a hacer eso! Atropellar a un señor obispo... ¡es muy fuerte!
-¡Pero ¿qué pasa?, ¿que aquí no me obedece nadie, o qué?!
Enfurecido, San Patricio lanzó sobre el carretero y el obispo una tremenda maldición, que se cumplió, y sentenció que las culpas de Sarran pasaban al obispo Olcan.
A la muerte de Sarran, heredó el trono su hijo Luirig, que no tardó en enfrentarse con San Cairnech, su hermano, por culpa de unos terrenos.
El santo fue entonces al encuentro de su primo Muirchertach mac Erca. Éste era hombre de armas tomar: había asesinado a Loarn, su abuelo, el fundador de la dinastía, prendiendo fuego a su casa con él dentro.
Pero lo primero que hizo Muirchertach fue irle con el cuento a Luirig.
-¿Tú sabes lo que me ha dicho Cairnech? Que yo podría ser rey, pero para eso primero tendría que pararte los pies a ti.
-¿Eso dice? ¿Tú sabes que Cairnech tiene un cervatillo domesticado, que no se separa de él?
-Sí.
-Pues me da más miedo el cervatillo ese que Cairnech y su Dios juntos. Para que te enteres.
Un fraile con su cervatillo: San Gil, en Lanloup, Bretaña.


El correveidile de Muirchertach se apresuró a narrarle la conversación a Cairnech.
-¿Ah, sí? -dijo éste-. ¡Que no se fíe tanto de los cervatillos: no hay enemigo pequeño! Y a ti te repito lo mismo que ya te he dicho. Tú verás lo que haces.
Sucedió pues que un día, estando Luirig con sus nobles en el campo, apareció corriendo un cervatillo y todos los cortesanos salieron disparados a perseguirlo, dejando al rey solo con las mujeres y Muirchertach. "¡Ésta es la mía!" se dijo Muirchertach , y sin pensárselo dos veces de un lanzazo acabó con el rey.
Luego le cortó la cabeza y se la llevó a San Cairnech de regalo.
-Sólo me importa la calavera -dijo el santo-: la carne y los sesos puedes comértelos, si se te antoja.
Pero Muirchertach hizo lo que no debía, que era tomar a la viuda de Luirig (hija del rey de Francia, dicen) y casarse con ella a la fuerza. Tuvieron varios hijos, que fueron cabeza de dinastías en Gales y Cornualles, pero Cairnech nunca le perdonó ese inmoral matrimonio.
Después, teniendo Muirchertach por esposa a Duibsech, princesa de Connachta, se encontró a Sín, joven bellísima de la que quedó enamorado fulminantemente. Sín era medio mujer medio hada y tenía terribles poderes mágicos. Para quedarse con Muirchertach le puso por condición que echase a su mujer y a todos los sacerdotes cristianos y monjes y que no se atreviese a pronunciar su nombre por nada del mundo.
Duibsech, la mujer, buscó la protección de Cairnech, que maldijo a Muirchertach por pecador incorregible, a pesar del cariño que le tenía. 
La maldición de Cairnech y el decir el nombre de Sín acabaron por atraer la desgracia y la muerte sobre Muirchertach.
Sín, a pesar de estar enamorada del rey, había venido a él para vengar la muerte de su padre a manos de Muirchertach, y se había salido con la suya.
Cairnech no pudo hacer nada por la vida del rey. Se encargó de sus honras fúnebres y con sus oraciones logró arrebatar su alma al Infierno. También logró el perdón de Sín. La historia de este final se encuentra relatada en la narración irlandesa La muerte de Muirchertach mac Erca.



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