sábado, 24 de marzo de 2012

El cambiazo de la novia

No hace muchos días (ver En el país de los tuertos el cojo es el rey) vino a cuento la reina Berta, posible eslabón entre las dinastías merovingia y carolingia y madre de Carlomagno. Hoy la conmemora la Iglesia como beata.
Son oscuros los orígenes de Berta, pero parece cada vez más seguro que fue hija de Cariberto (que es lo mismo que Herbert) y Gisela, condes de Laon. El nombre de Gisela es hipotético, pero se repite una y otra vez en la familia. Berta estaría estrechamente emparentada con la familia de los Merovingios y con la de los Hugobértidas, de las principales entre los francos.
Berta de Laon, copia del siglo XIX de un original del XIII.
Según la leyenda (mucho más interesante a nuestro propósito), los padres de Berta fueron Flores y Blancaflor, paradigma de enamorados, que protagonizan una de las novelas más populares durante toda la Edad Media y después. Su historia es conocida en España al menos desde el siglo XII. La narra en el XIV La gran conquista de Ultramar. Hay un romance viejo sobre esta fábula y se alude a ella repetidamente (en el Libro de Buen Amor, por ejemplo). Algunos lances de esta novela se encuentran en Las mil y una noches, como el de la venta de la amada como esclava, el del enamorado introducido en un harén mediante una cesta atada a una cuerda o, dentro ya del serrallo, la confusión de cuartos entre el de la amada y el de otra mujer, criada o hermana de la primera.
En la novela de Flores y Blancaflor aparece el motivo del talismán que avisa al que lo tiene si a su dueño le ocurre alguna desgracia, como en la leyenda bretona de Comorre y Santa Trifina. 
En cuanto a la historia de Berta, Flores y Blancaflor en unas versiones son reyes de Hungría; en otras de Almería.
Según la canción de Adenet -Adancito- Le Roi (poeta de Brabante), escrita en francés en el siglo XIII, Pipino el breve fue a pedir la mano de Berta a Hungría. facilitaba el enlace que en aquel país -afirma- todas las familias importantes traían de Francia profesores para que sus retoños hablasen desde chicos el francés a la perfección.
Después de la boda, la camarera de Berta, Margista, la persuade de que Pipino provoca la muerte de las mujeres con las que se acuesta y le propone que se deje suplantar por Alista, la hija de la criada, lo que Berta acepta con agradecimiento y alivio.
El trueque se lleva a cabo con éxito para los malhechores; la reina es abandonada en el bosque, donde la acoge una familia que vive allí (unos "floresteros", como diría nuestro Libro de Don Tristán de Leonís). Berta descuella entre las mujeres de la casa por su habilidad en las labores de aguja. Este detalle no es irrelevante; hay que recordar que Berta o Perchta era una deidad hilandera y protectora de las labores de las muchachas, como que representa a la la hilandera de los destinos humanos. "Cuando hilaba la reina Berta" dicen en Francia a lo que aquí "en tiempos del rey que rabió". 
Hilandera: Santa Genoveva, por Vigée-Lebrun.
Contrasta esto de la hilandera -que es la Muerte- con la  dulzura, amabilidad y benevolencia machaconamente atribuidas a Berta en el cantar... Pero precisamente esta insistencia da que pensar. Es  bastante frecuente que se atribuyan (con la boca chica) cualidades semejantes a deidades a las que se teme. 
La falsa reina, en cambio, rápidamente despierta el odio de sus súbditos por su tiránico gobierno; pero Pipino (a quien da dos hijos) no tiene ojos más que para ella, hasta que Blancaflor, de visita en Francia descubre la superchería al ver los pies de la impostora, completamente normales (según La gran conquista de Ultramar, tenía algunos dedos pegados, lo que la relaciona con la reina Pédauque, o Pie de Oca). Los culpables son castigados.
Durante una cacería, Pipino se encuentra casualmente en una solitaria capilla en medio del bosque con Berta, a la que no reconoce, pero que le recuerda vivamente a Alista (mucho habían de parecerse. Arde instantáneamente en deseos de gozarla, ("lors la prent en son cuer forment a goulouser" -golosear-), pero ella, sin saber tampoco con quién se encuentra, le confiesa su identidad, lo que la salva del ultraje.
Es restituida al trono; los que la ayudaron son recompensados y de los reyes nacen Gila (la madre de Roldán), Constanza y Carlomagno. 
Menéndez Pelayo en los Orígenes de la novela estudia los avatares de la leyenda de Berta en España e Italia, donde los cuenta extensamente la compilación de historias carloingias I reali di Francia.
El propio Menéndez Pelayo ya señalaba el carácter folklórico del núcleo fundamental del cuento: la suplantación de la novia por otra mujer (no hablo aquí de suplantación por estatuas, imágenes sobrenaturalmente creadas -como en el caso de Ixión- o alucinaciones inducidas mágicamente). 
Sin salir de la narrativa medieval, viene a la cabeza inmediatamente la estratagema de Isolda, pidiéndole a Brangaene el favor de sustituirla en brazos del rey Marke; y aunque le dieron cobre por oro, dice Gottfried von Strassburg que nunca se ha acuñado moneda falsa más valiosa. 
Cuando descubrió el engaño de Isolda y Tristán, al rey no le supo bien.
Ilustración de Wyeth para The boys' King Arthur.
Boccaccio trae la historia de Gilletta (Decamerón, III, 9) con la misma añagaza y de la novela italiana probablemente la tomaría Shakespeare que la emplea en varias comedias, como As you like it y Measure for measure.
William Butler Yeats y Dorothy Wellesley escribieron sendas baladas a imitación de estos textos medievales. Yeats atribuye el asunto de su poema a la Historia mei temporis de un imaginario abate Michel de Bourdeille, nombre que alude al de Pierre de Bourdeille, más conocido como Señor de Brantôme y autor de Les dames galantes, libro misceláneo donde se recogen anécdotas de asunto parecido.
En el poema de Yeats (The three bushes), la dama que solicita de su criada el servicio de la suplantación ama tanto a su castidad como al caballero, pero sabe que el amor de él se acabaría extinguiendo sin el pábulo de lo carnal.
Posibilita el engaño el que, desnudos y a buenas noches, todos somos unos:
"And maybe we are all the same
when no candles are,
and maybe we are all the same
that strip the body bare"...
En fin: la criada da el pego; incluso demasiado, y la dama no puede evitar que se le escape un suspiro cuando ve que a la doncella se le cierran los ojos de no haberlos pegado en toda la noche. 
Al morir el amado, la pena fulmina a la dama; la criada les sobrevive largos años honrando su memoria. Sobre sus tumbas contiguas planta unos rosales que, como es habitual en estos caos, mezclan inextricablemente sus ramas y raíces. Cuando a ella le llega su hora, confiesa todo y el sacerdote se encarga de enterrarla junto a los otros dos y plantar un tercer rosal que se entrelaza con los anteriores.
Historias como éstas con cambiazo de amante aparecen también en Las mil y una noches y aun más atrás. En los Vedas, en el mito de la concepción de los gemelos Açvins, ya se encuentra la sustitución (los textos relativos a esta cuestión están recogidos en el volumen Hindu myths de los clásicos Penguin, editado por Wendy Doniger O'Flaherty).
Es decir, que es una de las historietas más antiguas de la humanidad.



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