miércoles, 14 de marzo de 2012

El hijo más deseado o El que la sigue la consigue.

Una de las santas más importantes y más taumaturgas de Irlanda fue Santa Ida, de la nación de los Déisi de Mumu, que vivían en el actual Waterford, en la costa Sur de Irlanda. 
Esta Ida tenía una hermana, Nessa, algo envidiosilla, que había dado en tener celos de la santidad de su hermana y su estado monacal.
Lo que se narra a continuación procede de la Vita Sancti Mochoemog, editada por Charles Plummer en Vitae Sanctorum Hiberniae. Otra versión traen las Acta sanctorum.
A Nessa la conoció en el territorio de los Corcu Baiscinn (en la orilla norte de la ría del Shannon) un joven llamado Beoan, buen guerrero y mejor carpintero y cantero.
Beoan era oriundo de Connacht, pero había tenido que huir a Mumu con su padre por culpa de las guerras civiles de su tierra.
Soldados pictos en combate.
Vio a Nessa, la quiso por esposa y pidió su mano a Ida, que se la concedió a pesar de que Nessa deseaba hacer voto de castidad. Ida convenció a su hermana con los argumentos de que la casada también puede hacer vida santa y de que podría traer al mundo algún gran hombre ilustre en virtudes.
Pero al parecer era estéril.
Un día que Beoan había terminado magníficamente una obra para el convento de Santa Ida, su cuñada le dijo:
-No sé con qué podría pagar un trabajo tan bien hecho. Pídeme lo que te parezca y te lo doy.
-Lo que te pido es que ruegues a ver si Dios nos manda un hijo.
-Ese hijo está concedido y por más señas será un varón eximio.
-Dios te oiga.
-Ya está. No tengas cuidado.
Entre tanto, el rey de los Uí Conaill Gabhra, un pueblo de la orilla de enfrente de la ría, entró a sangre y fuego el reino de los Corcu Baiscinn, haciendo una gran matanza de ellos. Y uno de los que murieron en aquella ocasión fue Beoan, al cual, según la inveterada costumbre céltica, los enemigos cortaron la cabeza. 
Es extraño, sin embargo, que se limitaran a decapitar a los muertos, sin llevarse las cabezas como trofeo. Era importante que las cabezas no volviesen al enemigo, pues se las creía dotadas de una fuerza mágica muy potente que podía volverse contra los vencedores.
En todo caso, Nessa y las demás mujeres acudieron al campo de batalla arañandose y tirándose de los pelos a ver qué podían recuperar de sus hombres. Nessa encontró la cabeza de su marido, pero no pudo identificar el cuerpo.
Con esos restos, furiosa, acudió a su hermana, y mostrándole su ensangrentado hallazgo, le espetó:
-¿Ves esto? ¿A ver: dónde está ese hijo tan santo que iba a dar yo al mundo; me lo quieres decir?
-Pero ¿dónde has dejado el resto del cuerpo?
Cabeza de guerrero decapitado. Escultura gala. La Roquepertuse.
-¿Yo qué sé? ¡Para encontrarlo! ¿Tú sabes cómo han quedado esos desdichados? 
-¿Pero tú le has llamado? No. Pues llámalo, y llévate esa cabeza, haz el favor.
Nessa volvió al campo de batalla y se puso a llamar a voces a Beoan. 
De pronto, uno de aquellos cadáveres irreconocibles se levantó de entre el amasijo de muertos y se puso a andar hacia Nessa, que le tendió la cabeza. Púsosela: encajaba perfectamente, porque era la suya. Y dijo:
-Mujer, ¿por qué me has llamado, si yo estaba a gusto donde estaba?
Juntos volvieron al monasterio de Ida, ante la que se arrodillaron.
-Hermana -insistió el guerrero-, ¿por qué me has traído de vuelta, si con lo que he visto allá arriba (y no es por ofender) todo lo de este mundo me parece porquería y estiércol?
-Porque tengo la costumbre de pagar mis deudas y la obra aquella aún te la debía. Id, que os queda tiempo de casados.
Aquella noche Nessa bañó a Beoan 

El reposo del guerrero. principios del siglo XIV.
y con el baño quedaron sus heridas cerradas; y celebraron en la intimidad la resurrección y curación milagrosa.
Lejos de allí, a cinco días de marcha, un anciano ermitaño que había quedado ciego por los años recibió la visita de un ángel.
-Si quieres, Fachan, volver a ver, lávate los ojos con leche de la mujer de Beoan.
-Pero ¿qué Beoan es ése? ¿Dónde vive? ¿Cómo se llama su mujer?
-¿¡Aaah...!? 
Y desapareció volando por los aires.
El pobre ciego viejecillo, dándole vueltas a la cuestión, pensó que si no resolvía el enigma Santa Ida no lo resolvería nadie y se encaminó hacia ella, preguntando por el camino a todo el mundo, por si acaso.
Hasta que un día en un molino le dieron razón de ella y hasta se la señalaron, que bajaba la cuesta. Corrió a ella el vejete y le explicó el caso.
-Señor, Dios en Su bondad ha tenido a bien hacerme estéril.
-Imposible.
-...¡Bueno!...
-Es igual. ¿Sería mucho pedir que te estrujases los pechos un poco a ver si sacamos algo?
Nessa, por no dejar al venerable ermitaño con el capricho (pero creyéndolo más bien chiflado), hizo como pedía y ¡oh asombro! sus pechos empezaron a manar leche, con la cual lavados los ojos del anciano recobró la visión.
-¡No lo dudes: tú vas a tener un hijo! ¡Lo dicen los ángeles!
Y se volvió a su ermita como unas castañuelas. 
Era el fruto de aquella noche tras la batalla. Y cuando a Nessa ya se le notaba la barriga, si montaba en carro las ruedas sonaban de un modo especial, como sólo suena un carro cuando lleva a un rey.
La madrina, naturalmente, fue Ida, y le escogió el nombre de Coemh tSen (que viene sonando parecido a "Kevchen", y significa "Viejo Guapo").
-Viejo Guapo: qué nombre más raro.
-Es porque es muy guapo (¿o no?) y vivirá muchísimos años.
Pero en realidad nunca le llamaron así. Porque cuando nació, la primera que lo cogió, que fue su madrina, al verlo tan bonito, exclamó:
-¡Mo choemh óg!
Que quiere decir "¡Mi pequeño bonito!". Y se dice como "Mojevoug". Y con Mochoemhóg se quedó. Pero a veces lo traducían al latín como Pulquerio.
Los padres estaban encantados con él, pero por las noches lo rodeaba una esfera de fuego y cuando se le querían acercar no podían por el resplandor encarnado como de una fragua que los cegaba, así que lo tuvieron que dar a criar a su tía:
-Tenlo tú, porque nosotros somos carnales y él espiritual y no puede ser.
Y después a lo largo de su vida, las casas donde moraba a veces se veían desde lejos envueltas en llamas.
Estampa popular rusa. Siglo XIX (Toda relación con el texto es casual). 
Cuando estuvo algo crecido, lo mandaron con un gran santo, llamado Comgall, a estudiar a Bangor, monasterio que estaba rodeado de un enjambre de demonios empeñados en vano en asaltarlo y darle batería; Mochoemhón y Comgall echaron a muchos.
Cuando ya Comgall no podía enseñarle más se fue a fundar su propio monasterio, lo que hizo en un lugar marcado por varios prodigios: su campana se puso a tocar sola; encontró en el bosque un jabalí blanco... El jefe local, pagano pero amigo de los cristianos, le cedió los terrenos y comenzó a crecer allí un enorme monasterio de extendido renombre. Pero a la muerte de aquel reyezuelo le sucedió su hijo, tiránico, vicioso y partidario de los druidas, que marchó contra los monjes para echarlos de sus tierras. Mochoemhóg desbarató sus planes dejando sus caballos como atornillados al suelo y paralizando a sus soldados, sin quererlos perdonar ni soltar hasta pasado un buen rato. Ahora bien, como vio que era sincero el arrepentimiento del rey, se hizo amigo suyo e incluso le prometió una tumba en su monasterio.
Un monje forastero, joven y muy engreído de su sabiduría, le echaba un día en cara esa indulgencia con tan mal hombre, pecador escandaloso y persecutor de cristianos.
-Pues ¿te digo una cosa? -contestó Mochoemhóg- Con todos tus estudios no sabes que ese malvado probablemente va a ir al Cielo; y tú como te descuides lo vas a tener muy difícil, y ya te digo que el lugar de tu tumba quedará olvidado, oculto e ignorado de todos.
Así se cumplió, y esta leyenda me parece un precedente de la de El condenado por desconfiado, cuyo prototipo folclórico, por cierto, fue encontrado repetidas veces por el folclorista Luzel en la tradición bretona.
Esto pasaba en el reino de Eli, en tierras de los Osraige, que hoy estaría en la Irlanda central, cerca de Offaly, y allí había una guerra civil. Un príncipe, Suibhne (Sweeney en inglés), mató a traición a otro, Faoláin, amigo de Mochoemhóg. El santo enterró el cuerpo de Faoláin cerca del camposanto del convento, junto con  un báculo suyo y eso también se le afeó:
-¿Cómo entierras en terreno tan sagrado a un inconfeso, que seguramente habrá ido al Infierno?
-Porque sí, porque lo sé yo que eso es lo suyo, y esta cuestión no se acaba aquí. ¿No veis que el otro traidor lo ha matado felonamente? Ya veréis si no.
Y en efecto, a Suibhne el traicionero se le cayó de repente al suelo el brazo de manejar la espada, señal obvia de su traición. Y cuando lo llevaron a enterrar al monasterio de Mochaoemhóg, éste mandó exhumar y lavar el cadáver de Faoláin, que resucitó.
Resurrección de un difunto. Vidriera. Francia, siglo XIII.
-¿Quieres, Faoláin, quedarte en el mundo con nosotros?
-No, que es muy despreciable y asqueroso. Prefiero volver a morir e ir al Cielo, y para eso, por favor, enterradme entre vuestros hermanos difuntos.
Y así le dieron sepultura en el cementerio de los frailes y a Suibhne en la tumba donde había estado Faoláin antes.
-¡Qué Suibhne éste! ¡Primero le usurpa el reino y ahora la tumba!
-Genio y figura hasta la sepultura.
-Y que lo digas.
-Pero sale ganando el otro con el cambio.
Mochoemhóg aborrecía el quebrantamiento de los juramentos. Un príncipe de los Déisi, que había jurado amistad a otro, lo mató con alevosía. Mochoemhóg lo maldijo.
-Me río de tu maldición -dijo el traidor- porque antes me ha dado su bendición San Cummian Fada, que puede tanto como tú, y me ha prometido paz en la tierra y gloria en el cielo.
-A ti sí, pero a tu mujer y tu hijo, no.
-¡Eh, oye, a ver! -dijo aquélla- ¡Que nosotros no hemos hecho nada!
-Está bien; pues maldigo al foso del castillo, que ya no lleve agua hasta el día del Juicio.
-¡Mira tú lo que me importa a mí el foso del castillo, si está seco o mojado! -dijo el noble.
-Pues maldigo a tu hija y a tu caballo.
No había terminado de hablar cuando entró un mensajero anunciando la muerte de ambos.
-¡No, no! ¡El caballo no! ¡El caballo y la hija, no!
-¿Te arrepientes? Bueno, pues que vivan... Y pondremos agua en el foso, de paso.
Pero Mochoemhóg también tuvo que vérselas con el rey de Cashel, o sea de Mumu. 
Éste admiraba unos pastos maravillosos que tenía el monasterio y mandaba allí a pacer a sus caballos. El abad se hartó y los echó de malas maneras. El rey de Cashel, muy ofendido, escribió al de Eli que o expulsaba de allí a aquellos frailes insolentes o pasaría a cuchillo a todos los rehenes de Eli que estaban en su corte. 
Mochoemhóg fue a Cashel a arreglar el asunto, pero el rey estaba verdaderamente iracundo.
-¡Lárgate, vejete calvorota, antes de que te eche a patadas!
-¿Vejete calvorota yo? ¡Pues tú mocete cegarruto!
Y al momento sintió el rey un dolor insoportable en los ojos y dejó de ver. Compasivo, el abad le quitó los dolores al cabo de unas horas, pero no le devolvió la vista.
Esa noche en sueños se le aparecieron al rey todos los santos de Irlanda y le aconsejaron que satisficiese a Mochoemhóg o moriría de inmediato.
-A tí lo que te pasa -le dijo otro día el abad- es que te tienen dominado dos demonios, el de la lujuria y el de la soberbia; y si no te arrepientes, perderás tu alma.
-¿Y cómo sé yo que eso es verdad?
-No es difícil: si no te arrepientes, esta mañana vendrán a hablar contigo dos jinetes misteriosos en caballos blancos; además tu querida, a la que quieres más que a nada, morirá de repente esta misma noche.
Aterrorizado, el rey se arrepintió y Mochoemhóg pudo encerrar a los demonios en dos piedras, a las que aún se oye murmurar y gritar y que son causa de pánico para los animales que pasan junto a ellas.
Los milagros de Mochoémhóg se multiplicaban: hizo que se levantase sólo un árbol talado que había aplastado a un leñador, hizo vino de agua, resucitó muertos, reconstruyó decapitados y los devolvió a la vida, dio la vista a ciegos, confirió dulzor a unos frutos amargos como el acíbar, caminó jornadas larguísimas en breve tiempo, hizo sangrar un pan,
Dos monjes de la enfermería del convento murieron en ausencia del abad: uno decrépito y otro en plena juventud. Cuando Mochaoemhóg (que tenía puestas grandes esperanzas en aquel joven) llegó y se enteró, dijo:
-Ni hablar; esto es antinatural.
Resucitó al joven y dijo al viejo:
-¿No te parece que es mejor que te vayas con Cristo?
-Si tú lo dices...
-Es lo suyo.
También resucitó a algún monje santo para llevárselo del monasterio donde estaba enterrado al suyo propio, andando por su propio pie: que así acrecentaba la santidad de su camposanto.
Pero una de las leyendas más simpáticas de este santo es la conversión de los hijos de Ler, a los que una madrastra mala, Aoife, había transformado en cisnes, engatusándolos con llevarlos a que se bañasen en el río.
Esta leyenda la narran Lady Gregory en Gods and fighting men y P. W. Joyce en Old Celtic Romances.
¿Apetece un bañito? Los hijos de Ler y su madrastra Aoife. Ilustración de John D. batten para More Celtic fairy tales, de Joseph Jacobs, 1895.
Estaba profetizado que permanecerían en esa forma hasta que oyesen las campanas de los cristianos y en forma de cisnes estuvieron durante siglos y siglos hasta que llegaron a sus oídos los ecos de la campana de san Mochoemhóg. entonces volvieron a ser hombres, pero abrumados por toda la vejez que habían acumulado durante su milenaria metamorfosis; fueron bautizados y partieron de este mundo.
Y pasados muchos años, siendo su fama de santo universal en Irlanda, murió en gran ancianidad, como había profetizado su tía y madrina cuando lo cogió recién ncido.

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