viernes, 30 de marzo de 2012

El pozo peregrino

En la anterior entrada me refería a las connotaciones acuáticas del toro, fuente y mar:
"Eral lozano así, novillo tierno
(de bien nacido cuerno
mal lunada la frente)
retrógrado cedió en desigual lucha
a duro toro, aun contra el viento armado"..., como dicen las Soledades.
Se me pasaba por alto el toro de San Pablo Aureliano, al que la llegada del santo desterró de su bebedero cotidiano, y probablemente la fuente era él mismo...
Hoy -30 de marzo- el azar del calendario me depara otro santo de poderes acuáticos, sobre las fuentes y los ríos, como San Frigidiano (ver El cauce desviado), como tantos otros.


Sluind Mo Chuae Ballae,
Bolg co n-ordun anbich...


Menciona a Mochua de Balla,
Bolsa de honor lluvioso...


Ese anbich del segundo verso lo explicaron en la Edad Media como "abundante", pero ya veremos que el sentido literal cuadra mucho mejor. Y la nota que glosa la estrofa es inequívoca: "Balla quasi bulla": "Balla, como quien dice burbuja".
Las Acta sanctorum traen la vida de San Mochua de Balla el día 1 de Enero, a continuación de la de otro San Mochua distinto, en cuya introducción leemos que "contiene muchos portentos dignos de asombro, pero frecuentes entre aquella gente santa y sencilla, como es patente por la vida de otros santos".
El motivo de ser incluida ese día, según allí se explica, es que le fue enviada al compilador desde Madrid en 1634 sin indicar la fecha de celebración por Phillip O'Sullivan Beare. Fue éste un importante y fecundo historiador y polemista perteneciente a una aristocrática familia que se instaló en nuestra corte a raíz de la derrota irlandesa ante los ingleses en los primeros años del siglo XVII.
San Mochua de Balla, pues, como era un niño enfermizo, enclenque, feo y calvo de resultas de una enfermedad -según su Vida- era la vergüenza de la familia, que lo despreciaba y lo tenía en el campo guardando las ovejas.
Pasando un día cerca de su casa San Comgall, fundador del monasterio de Bangor, vio una muchedumbre de ángeles revoloteando sobre ella y se acercó a preguntar por sus moradores.
Entierro de Cristo. Giotto. Detalle.
-¿Éstos son los chicos vuestros?
-Sí, señor; y otro más, tarado el pobre, que no vale más que para estar de pastor.
-Y grande que lo será, pero de hombres -replicó San Comgall-. ¿Me dejáis que me lo lleve a mi convento a enseñarle latines?
-Para ti para siempre; buen tarugo te llevas, te lo advierto.
En Bangor, la fama de su santidad fue creciendo y un día vino a implorar su ayuda una mujer que era estéril. Compadecido de ella, Mochua se arrodilló en oración y casi en éxtasis, vertiendo abundantes lágrimas. La mujer se acercó a hurtadillas y recogió en la palma de las manos "la lluvia de los ojos del santo" (¡primer milagro lluvioso!) y las bebió, quedando fértil.
Ya tenía Mochua edad y conocimientos para ir a fundar su propio monasterio, pero no sabía dónde, y se lo preguntó a san Comgall. Respondió éste:    
-Sigue al pozo y donde el pozo te indique, funda.
-¿Que siga al pozo?
-Lo que te he dicho es lo único que sé.
Vieron entonces, en mitad del cielo azul, una pequeña y globulosa nube amenazando lluvia.


-¡El pozo! -vino entonces diciendo un monje asombrado-. ¡El pozo ha desaparecido! ¡Se ha quedado seco de repente!
-Ha salido volando -dijo Comgall, señalando a la nube.
"En forma de una bola de agua se elevó la fuente desde Bangor en Ulad hasta Balla en Cera", dice la nota del Santoral de Óengus.
Y Mochua con unos pocos compañeros se puso en marcha detrás de ella. La fuente voladora lo guió hasta donde estaba un gran amigo suyo, el obispo Gabreno, con sus monjes, y allí la nube empezó a llover leche hasta llenar para ellos un gran estanque. Pero no le hizo a Mochua ninguna señal de quedarse allí y continuaron la marcha hasta encontrarse con otro santo, llamado Fechin, que estaba en apuros.
-Yo he recibido -dijo- la inspiración de hacer aquí un molino, y he obedecido. El problema es que no hay río ni agua que lo mueva y no nos vale para nada. A ver si tú puedes hacer algo.
-Hay que traer el agua de donde la haya.
-Lo más cerca es una laguna que está a dos millas; pero hay una sierra en medio.
-Vamos a ver.
-No se puede traer el agua de allí -dijo el ingeniero que había hecho el molino-; es imposible.
-Para ti y para mí sí; pero para Dios no -dijo Mochua.
Fueron todos siguiendo a san Mochua al lago, a cuya orilla empezó el santo a rascar el suelo con el cuento de su báculo en dirección a los molinos.
-Tardarías dos siglos o tres en cavar un canal con ese palo.
-Yo no estoy cavando nada: le estoy indicando al agua para dónde tiene que tirar; y ya parece que por fin se ha enterado; volvamos a la aceña.
No bien habían regresado allá, vieron con asombro que la tierra se abría y arrojaba un caño abuntantísimo de agua, llegada por caminos subterráneos desde la laguna. 
Allaert van Everdingen. Escena forestal con molino hidráulico.
Ya estaban los molinos listos para empezar a moler.
Pero aquél tampoco era su destino y despidiéndose de Fechin Mochua se fue con los suyos, cruzando el Shannon y entrando en Connachta. Allí los reyes Cellach y Balgella lo acogieron magníficamente con el fin de que se quedase en su corte para siempre. 
Aquél era el famoso rey Cellach mac Ragallaig, que en el año 704 venció la batalla de Corann, desastrosa para los O'Neill, que dominaban el Norte y el Este de Irlanda. El rey supremo de Tara y tres de sus hijos cayeron en ella. 
Los reyes se llevaron a Mochua un día de cacería. Un ciervo herido y acosado por los perros buscó una salvación desesperada en las aguas de un lago al que se arrojó; y a nado alcanzó un islote donde se refugió. Ninguno de los cazadores se atrevía a perseguirlo.
-¿Qué? -dijo el santo- ¿Tienen miedo a mojarse, o qué?
-Tiene mucho peligro este lago.
-Por peligroso que sea, Dios tiene más poder que un lago, que lo ha hecho Él.
-Ya; pero es que...
-¡Ni es que ni asca! El que se atreva a ir, sepa que saldrá sano y salvo de las aguas.
Un valiente se arroja al agua, cruza hasta la isla, remata al ciervo malherido, se lo echa a cuestas y empieza a nadar de vuelta con gesto triunfante.
A las pocas brazadas, un dragón ferocísimo asomó la cabezota gigantesca de entre las aguas y de un solo bocado engulló a montero y ciervo.
-¡Atiza! -dijo el santo.
-Eso es lo yo quería decir, pero no me dejaste. ¿Y ahora, qué?
-Con eso no contaba yo.
-Era nuestro mejor montero y vas a pagar por su pérdida.
-¡Pero yo qué sabía! -dijo el santo cayendo de rodillas en oración- Sólo queda rezar.
-Espera verás. 
-Discutís eso luego -dijo otro de los cazadores-; que ahora viene el dragón para acá. Y mirad la velocidad que lleva, que parece una flecha.
Sin darles tiempo a huir, la cabeza del dragón había llegado a la playa; se posó tranquilamente en la arena y con un eructo expulsó al montero indemne pero aturdido de la sorpresa y del susto. 


El dragón hundió su cabeza en el lago y no ha vuelto a dar señales de vida hasta hoy.
Mochua y los suyos continuaron su peregrinar hasta que un buen día la nube desapareció. Preguntaron a un paisano que andaba por el monte si había visto una nube redonda, pequeña, a punto de descargar.
-No; lo que sí he visto es un manantial nuevo que antes no estaba y ha brotado en esa ladera y tiene una pared todo alrededor.
-No digas más. ¡Aquí fundamos el monasterio!
Como "pared" se dice en irlandés balla, a este Mochua, para distinguirlo de otros tocayos, se le llamó desde entonces Mochua de Balla.
No cesaron los milagros del santo. 
Las enfermedades las sabía pasar del enfermo a algún objeto donde no hiciesen daño. Así le sanó un tumor a un hombre transfiriéndoselo a su campana. Hubo en la región una pestilencia que primero provocaba una gran amarillez y luego la muerte; a dos mil quinientos infectados congregados para pedir su auxilio les devolvió sus colores y le pasó la ictericia a su báculo, que quedó amarillo como un limón.
El báculo se conservó como reliquia después de su muerte y lo llamaban "el Báculo Pálido". 
A una mujer estéril le dio de comer unos berros de la fuente y quedó preñada de los gemelos Scannlan y Lukercaria.
Unos pescadores que llevaban todo el día sin coger ni un chanquete vieron de pronto un grupo de focas venir hacia ellos ojeando a cuatro magníficos salmones, que no pararon hasta dejar en la orilla dando saltos. 
Lacombe, La ola verde (Paisaje junto a Pont-Aven).
Había a la orilla del mar un camino difícil y peligroso, entre angosturas y precipicios, que en un punto estaba cortado; en él solían ponerse dos mujeres feroces, Beca y Lí Ban, que se ganaban la vida cruzando a los viandantes en un cesto colgado de dos cuerdas. Fue a pasar un secretario (tabellarius) de Mochua y fuese por burla pesada, para pedirle rescate o por el motivo que fuese, en mitad del trayecto lo dejaron suspenso en el aire.
Mochua lo supo por revelación divina, acudió y logró persuadirlas de que lo soltasen. Bega no quiso cobrarle nada, pero Lí Ban se emperró en que Mochua le diese su cogulla, y así tuvo que ser.  
Después habló con los padres de las mozas y los convenció de que les buscasen una manera mejor de ganarse la vida.
Este suceso parece aventura de nuestras serranas medievales. Para evitar percances semejantes, Mochua hizo alguna vez el milagro de mandar a las aguas retirarse y pasó el mar a pie enjuto.
La Vida transcrita por Phillip O'Sullivan Beare trae todavía más milagros y estoy seguro de que otros muchos no quedaron consignados. 
San Mochua murió a los cincuenta y seis años: un niño al lado de otros longevísimos santos irlandeses. 

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