jueves, 8 de marzo de 2012

San Senan y su isla.

El mismo San Ciaran el Viejo o de Saighir del que nos veníamos ocupando desde hace dos entradas también lo han considerado como santo propio en Gran Bretaña y Armórica.
En Cornualles le han dado el nombre de Piran (aplicando la equivalencia fonética de la p- del celta británico y la c- del gaélico), mientras en Bretaña lo llaman Kiaran o Kenerin.
Esto da idea de la gran unidad cultural y, en ciertos aspectos, política, que representó durante varios siglos, del V al VIII, ese conjunto de pueblos oceánicos para los cuales el mar era vínculo de unión y frecuentado  espacio de tránsito.
En Cornualles hay iglesias que se dicen fundadas por Santa Cuinche, la niñera del santo, a la que llaman Ciwa o Cuach y por Santa Bruineach, la monja raptada por Dima y resucitada por Ciaran (ver las dos entradas anteriores).
Los bretones se apropiaron de San Ciaran haciéndolo hijo de Conan Meriadek y su mujer Santa Moninna y sobrino de San Patricio por parte de su hermana Liemania: no había más que suponer que Lidania (adaptación de Liadan, el nombre de la madre de Ciaran) y Liemania eran dos versiones del mismo nombre. Por su parte, el canónigo Garaby, a principios del XIX, identifica a Monina con la hermana de San Patricio, Darerca. Hay quien opina que San Sezny no era otro sino san Ciaran.
Otros imaginaron que Lidania, madre de San Kiaran o Kerenin, no era una hermana, sino una tía, hermana de la madre de San Patricio, y los dos santos eran primos...
Y le inventaron a Kiaran un nacimiento y una infancia bretones. Para eso, nacionalizaron también a su niñera Santa Cuinche o Concha a la que bautizaron como Sainte Cocquée….
Otro de estos santos hiberno-armoricanos fue San Senan, que los calendarios bretones colocan el seis de marzo y los irlandeses de acuerdo con las Acta Sanctorum, el ocho:
Senan Inse Cathaig
Crochais écrait Nárach,
Conandil clii buadach
Epscop Beo-áed bágach,
dice en esa fecha el de Óengus. Sólo los dos primeros versos se refieren a este santo:
Senan de Inis Cathaig
Colgó al enemigo de Nárach. 
San Senan. Vidriera reciente. Bretaña.


San Senan, aunque no es tan venerado en Bretaña, se considera uno de los principales santos de Irlanda; prueba de ello son las numerosas versiones que existen de su Vida; entre ellas una latina en verso que se incluye en las Acta sanctorum y otras en latín e irlandés. entre los bretones se ocuparon de él los hagiógrafos principales: Albert Legrand y Lobineau.
El nombre de Senan se interpreta como diminutivo de Sen (irlandés moderno sean: es el equivalente del latín senex), significando "viejecito", pero también se ha visto en él el nombre del río Shannon, en irlandés Sionainn. En realidad, este río, que aparece mencionado por Ptolomeo como Senos, debió llamarse antiguamente *Senuna, que quiere decir lo mismo, "viejecito".
Algunos autores han pensado, pues, que tras el santo cristiano se oculta un pagano numen fluvial del río Shannon.
Cuando San Patricio estaba evangelizando a los Uí Fidgenti, un pueblo del Suroeste de Irlanda, alrededor de la actual Limerick (Luimneach en irlandés), acudió una numerosa representación de los Corcu Baiscinn, que vivían en la orilla de enfrente de la ría. La petición que traían era que pasase con ellos a predicarles el cristianismo o, a no poder ser, que dejase un representante.
San Patricio contestó que estaba escrito que él no cruzase la ría ni nombrase para ellos ningún obispo, pero que les mandaba unos misioneros para que les dieran el bautismo y que tuviesen paciencia, que nacería entre ellos San Senan:
"Nascetur vobis parvulus
Futurus Dei famulus,
Qui et Senanus nomine 
in meo stabit ordine". 
Senan fue hijo de Gergen, hombre del común pero de sangre ilustre, descendiente de reyes, y de Coemgella.
Una vez, en una feria, un druida venerabilísimo se levantó a su paso haciéndoles una reverencia, para risa de todos los presentes, ante lo cual se volvió a la multitud y dijo:
-No lo hago por chanza ni rindo pleitesía a estos labriegos, sino al hijo que lleva la mujer en el vientre, el cual será de gran santidad y mayor que todos los que estamos aquí.


Druidas. Nótese en bigotes y barbas la moda de la época (de la época del grabado: mediados del siglo XIX).
El parto le sobrevino a Coemgella tomando el fresco en medio de un jardín; un ángel del Cielo bajó a asistirla; un bastón de palo de serbal que tenía y que estuvo apretando en ese lance para hacer fuerza, plantado en tierra prendió y dio flores y frutos. 
Senan, aunque santo, había salido algo quisquilloso y repipi. Una vez que su madre, con él a cuestas, se paró a coger unas apetitosas moras por el camino, el nene la reprendió:
-¡No se debe comer entre horas!
En otra ocasión estaba la familia atareada en la mudanza de la granja de verano a la de invierno y Senan sentado mirándolo todo muy entretenido sin arrimar el hombro.
-¡Buena ayuda nos ha dado dios contigo! -le dijo Coemgella.
Picado, el niño tendió la mano sin decir palabra y todos los enseres que tenían que trasladarse levantaron el vuelo y fueron a colocarse ordenadamente en los lugares que tenían destinados en la vivienda nueva.
Se le hizo tarde una vez de noche a Coemgella yendo con su hijo por el campo y decidió pedir hospitalidad por aquella noche en una casa acomodada que vio.
-¡Adónde irás tú a estas horas, so arrastrada! Y más con esta criatura: ¿No te da dolor? ¡Anda para otro lado, que aquí las mujeres de tu clase no las queremos para nada!
-¡Eh, oiga...!
-Anda, tira.
-Estos verás qué risa -dijo Senchan serio, viendo a su madre medio muerta del sofocón.
En efecto: primero una enfermedad se les llevó todo el ganado; después se les quemó el trigo en la granja; los árboles se quedaron secos como escobajos, se les vinieron abajo las paredes; se declaró una pestilencia y murieron como chinches; por último se abrió una sima en el suelo y se tragó lo poco que quedaba del caserío.
En otra casa le negaron un poco de agua e hizo que toda la que tenían se volviese fétida y que la comida se les pudriese.
Otra vez le negaron posada durante una noche en otra granja. Hizo una cruz de palo y se puso a rezar: al poco apareció una gavilla de bandoleros, saquearon la casa, mataron al hijo del dueño y se llevaron a su mujer cautiva.
Guerrero picto.
Estalló la guerra entre los Corcu Baiscinn y los Corcu Mruad, sus vecinos del norte. Senan fue reclutado a la fuerza, pero en vez de combatir se escondió en un almiar y se quedó dormido.
Los suyos perdieron la batalla y cuando los Corcu Mruad volvían victoriosos vieron el almiar en llamas. Al acudir a apagarlo, descubrieron asombrados a Senan durmiendo dentro como si estuviera en su propia alcoba.
-Éste debe de ser uno de los nuestros que se ha quedado aquí a defender este campo y los enemigos han querido abrasarlo vivo.
-No, señor -dijo Senan-: la verdad por delante. Yo soy del enemigo, y como no quería pelear, de puro miedo me he escondido dentro del almiar y me he dormido por culpa del calorcito, la oscuridad y el estar quieto; del fuego no sé nada.
-Este tío es tan cobarde como desvergonzado. ¡Anda a tu casa, que menudo pájaro estás hecho! ¡Ya puedes decir que Dios te tiene de la mano!
Era verdad.
Senan decidió hacerse fraile y se metió a estudiar con un maestro llamado Notál. Pronto fueron tantos y tan famosos sus milagros que su maestro lo despidió, no pudiendo enseñarle ya nada, y Senan marchó a Roma, a Tours donde estuvo con San Martín y a Britania donde permaneció con San David. 
De camino, se detuvo, según la leyenda, durante años en Bretaña, adonde aportó en una playa del sur de León, junto al actual Brest. 
Fuente sagrada de San Senan. Plouzané, Bretaña.
Esto lo niega Lobineau, hombre de talante crítico y racionalista, y en cambio lo admite Albert le Grand, más dado a dar acogida a las tradiciones populares.
Allí levantó una iglesia donde antaño se alzaba un tempo pagano y dejó como memoria de su estancia una fuente sagrada cuyas aguas son, se dice, muy buenas para las enfermedades de la vista. 
Los lugareños adaptaron su nombre, llamándole Sané.
Lavanderas bretonas (siglo XIX). Detalle de un cuadro de Bouguereau.
Al volver a Irlanda, nobles y reyes le rendían homenaje; unos de su grado, otros de mala gana y por mandato divino. Y se dedicó a fundar varios monasterios. Donde no había agua, con el báculo hacía brotar fuentes y donde el mar amenazaba llevarse el terreno, lo detenía:
-Aquí está el mar muy fiero: enterradme aquí con los pies hacia él y no se atreverá a avanzar.
Estando junto a uno de aquellos monasterios de paseo con dos discípulos, vio a una mujer que estaba lavando ropa de niño en un arroyo.
-¡Vaya por Dios! ¡No tendrá otro sitio para ponerse a lavar que ese arroyo -dijo Senan- de donde cogemos el agua para beber y para la misa y todo...!
-Ese crío de ésa tía -dijo otro monje montando en cólera- ya podía llevárselo una ola.
Et motus iracundia
pro hac fontis injuria,
orat ut idem parvulus
submergatur in fluctibus...
Dicho y hecho: el niño, que andaba jugando por unas piedras al lado de la orilla, cae al mar, y en menos que se tarda en decirlo, permite Dios que se lo lleve la resaca:
Moxque marino rheumate
quod hic solet affluere,
Dei nutu infantulus
raptus defertur longius.
Tiempo después llegó la mujer desesperada a quejarse a Senan, poniendo el grito en el Cielo.
-¡Os habéis pasado! -dijo Senan a sus monjes- Eso ha sido un asesinato.
-Creíamos...
-Nada. Tú vete a las piedras donde se cayó el niño y no te muevas hasta que no aparezca; y tú, que pronunciaste la maldición, encuentra al chiquillo y tráeselo a la madre.
-Adónde estará ya; hace seis horas que se cayó.
-Pues traelo como esté aunque tengas que buscarlo debajo del agua. Pero, di: ¿para qué llevas el báculo?
-Para mirar dónde hago pie:
"Ut non intrarem altius
quod demonstraret baculus",
que ahí el mar es muy traicionero.
Metido en el agua, tentando tentando con el báculo, tropezó con algo duro, y metió la cabeza y vio que era el niño. Las olas -precisa la versión irlandesa de su Vida-  lo habían cubierto entre risas, formando en torno de él una burbuja  de aire redonda y allí estaba entretenido con ellas, cogiendo la espuma en la palma de la mano y lamiéndosela como espuma de leche recién ordeñada y jugando a ponerse bigotes.
Inis Cathaigh, la isla de San Senan, en 1912.
Lo rescataron y lo devolvieron a su madre, que no daba crédito a lo que veía, después de tanto tiempo.
A otros niños ahogados también los resucitó Senan años después, pero eligieron volverse al Cielo y se murieron de nuevo después de haber consolado a sus padres.
Poco después el Ángel San Rafael se llevó a Senan de paseo y le  mostró una isla de la ría.
-Ése es el sitio que te está reservado. Dios ha puesto ahí un monstruo terrible de guardia para que no se atreviese nadie a acercarse hasta tu venida.
Monstruo medieval simpático. Monterrei.
La piedra donde estaban de pie se alzó en los aires y volando, volando los dejó en la isla.
El monstruo, a pesar de su monstruosidad, los miró con gratitud, porque nunca tenía visitas.
Ponía los pelos de punta sólo verlo y cuando andaba con sus patas enormes temblaba la tierra. Las uñas de hierro, con las que se entretenía en sacar chispas a las rocas. Un solo ojo color sangre se le abría en la frente. Resollaba como un fuelle de fragua y su aliento ardía. Las quijadas eran también de hierro. Tenía cola de ballena. Sabía andar por la tierra y nadar por el agua, y cuando se metía en ella la hacía hervir con su calor.
A este monstruo se refiere el Santoral de Óengus en la estrofa que cito más arriba. Las vidas no dicen que lo ahorcara ni encadenara, como Óengus, ni traen noticia de ese herrero Nárach, al que parece ser (a juzgar por las notas de su Santoral) que la bestia había devorado y que fue resucitado por Senan. Según ellas, el santo se limitó a señalar al monstruo otra residencia en un lago más profundo y oscuro donde podía vivir tranquilamente sin molestar ni asustar a nadie.
Menos comprensivo que el dragón fue el rey de los Uí Fidgenti, que una vez tornada habitable la isla, la reclamaba para sí, para pastos, y envió a dos soldados a expulsar a Senan.
Pero a uno de ellos se le atragantaba cumplir aquella orden:
-No sé qué me da echar de aquí a este hombre de Dios...
-¿Qué crees, que a mí me gusta? -le dijo el otro- Pero no tengo más remedio que obedecer, porque si no me echará el rey a mí de mis propias tierras; y mis hijos pequeños, que tienen que comer.
-Estás apegado a tus tierras; es muy natural -dijo Senan-. No te preocupes por ti ni por tus hijos, que de ahí no os echan hasta el día del Juicio.
En efecto, cuando el guardia volvía a casa cayó muerto fulminantemente ante el umbral y allí mismo lo enterraron; y los niños también murieron y se los enterró en la finca.
En respuesta, el rey mandó a Senan un druida que con encantamientos atrajo las tinieblas y la tempestad sobre la isla, pero Senan las conjuró y apartó.
El druida se envolvió en una niebla mágica para hacerse invisible, pero Dios lo precipitó al mar donde se ahogó. Y los caballos que había puesto el rey a pastar en la isla, se los tragó la tierra.
-¿Cómo voy a consentir que se ría de mí -decía el rey- ese vejestorio que no puede ni con la camisa y que es más inofensivo que una oveja?
-Ten cuidado -le contestó su hijo-, que puede más de lo que parece.
En efecto, yendo el rey muy ufano en su carro se le cruzó en el camino una oveja, se espantaron los caballos, volcó el carro y el rey se desnucó.
Senan contaba entre sus amistades con varias mujeres de santa vida con las que se comunicaba por varios medios. Por ejemplo, les enviaba regalos y los recibía de ellas en cestillos que echaba al agua y que las ondas llevaban milagrosamente a sus destinatarias, sin equivocarse de dirección.
Una ermitaña, en un lugar muy lejano de aquel monasterio, soñó con muchas hogueras y una más grande y brillante, con mucho, que las demás: y supo que eran los santos de Irlanda, y la mayor Senan. Caminó días y días para conocerlo y cuando llegó al Shannon Dios permitió que caminase sobre las aguas para llegar a la isla.
Cuando iba a poner el pie en ella, San Senan la detuvo.
-¿Qué haces tú aquí?
-He venido a compartir tu santidad y comulgar de tus manos y vivir aquí contigo.
-En aquella isla que ves allá hay un monasterio de monjas, vete con ellas que son santísimas.
-No me entiendes. Me interesa esta isla y me interesas tú. Ni otra isla ni otro santo ni santa.
-Aquí no entran mujeres.
-Veo que te crees más puro que Cristo. Cristo murió por todos y no les ha negado a las mujeres su lugar en el Paraíso; entre Sus discípulos (y no de los últimos) había mujeres, que yo sepa. ¿Es que vas a ser tú mejor que Él?
-No, mucho peor: por eso. Pero si te empeñas, quédate. Ahora, sin pasar de la playa.
-Conforme, y comulgar de tu mano.
-Sea.
-Ya era hora, porque sin tu permiso de pisar la isla estaba en equilibrio sobre las aguas.
Fue tomar la comunión y sentirse morir, pero satisfecha de haber cumplido su deseo. Como había aceptado no pasar de la playa, la enterraron en ella, y el viento y las olas han respetado desde entonces ese trozo donde le dieron sepultura.
Ya habían pasado muchísimos años desde el nacimiento de San Senan y el ángel vino a anunciarle que le había llegado la hora de subir al Cielo. Senan se pasó una temporada recorriendo su país para despedirse de sus familiares, muchos de los cuales eran monjes y monjas, y alguno de ellos santo. Yendo por medio de un bosque con su ángel, Senan sintió venido el momento de la partida.
-¡Ay! Echo de menos ahora ver por última vez a mi querido maestro, San Martín, antes de cerrar los ojos por última vez.
-Ya es capricho.
-¡Qué quieres que le haga!
-Bueno. No te apures.
Estaba tan tranquilo allá San Martín en Tours cuando lo envolvió densa nube que, elevándose ingrávida por los aires, lo condujo al Shannon junto a Senan. Los ángeles le habían dicho por el camino lo que tenía que hacer y, nada más aterrizar, dijo una misa y dio la última comunión a Senan, que expiró. Luego San Martín volvió a montarse en su nube y regresó a Francia.


  

No hay comentarios:

Publicar un comentario