domingo, 11 de marzo de 2012

El penitente voraz

El día 11 de marzo el Santoral de Óengus repite junto a los de otros santos el nombre de Constantino; pero ya no, como la víspera, el emperador romano, sino un pequeño monarca británico:

It coimti ar Fiadat
Insind fhlaith uas flathib,
Librén, Senan suchain,
Constantin rí Rathin.

Son del séquito del Señor
En el reino sobre los reinos,
Librén, el imperecedero Senan,
El rey Constantino, de Rathin.

Las notas correspondientes a la estrofa de este día se explayan acerca de este San Constantino, difícil de identificar históricamente. Constantino fue un nombre muy corriente entre los reyes de Britania.
Según Baring-Gould, bien podría tratarse del rey Constantino de Domnonia, al que Godofredo de Monmouth y San Gildas acusan de haber asesinado a dos príncipes niños, hijos de Mordred (el sobrino del rey Arturo); y esto con las agravantes de haber cometido los crímenes en sagrado y bajo disfraz de sacerdote.
Arturo, después de la batalla final de Camlann y antes de su muerte o desaparición, había dejado en manos de Constantino el cetro de Domnonia (Cornualles y suroeste de Inglaterra; probablemente la Domnonia Armoricana también: una crónica le da por esposa a la hija del rey de Domnonia Armoricana) pero los hijos de Mordred (muerto en la fatal batalla en combate con Arturo) se negaban a aceptar su autoridad declarándose en rebelión contra él y aliándose con los sajones.
Gildas tilda a Constantino, además, de lujurioso: tras repudiar a su mujer -dice- se había rodeado de una multitud de concubinas. 
Más tarde, el violento y mujeriego rey se convertiría. La tradición cuenta que al querer él y sus monteros dar muerte a un ciervo que había buscado el amparo de San Petroc, (milagro harto repetido) quedaron paralizados y sin poder recuperar el movimiento hasta que se arrepintieron.
O'Hanlon, sin embargo, cita otra fuente según la cual el desengaño surgió con la muerte inesperada y temprana de su mujer, a la que amaba más que a nada en el mundo. Esto cuadra mal con la invectiva de Gildas.
Matrimonio egregio. Grabado en madera. Siglo XV.
Se dice que Constantino pasó una temporada en el monasterio de San David de Gales antes de cruzar a Irlanda. 
Allí, de incógnito y como lego, se acogió a la abadía de San Mochuda en Rathin (irlandés actual Raitheann, inglés Rahan), en el centro de Irlanda (actual condado de Offaly). Se lo puso a trabajar de molinero, hasta que al cabo de diez años se descubrió su identidad, se le ordenó sacerdote y se le concedió una posición acorde con su rango.
Tiempo después, a pesar de su vejez, emprendió viaje a Escocia para conocer a San Colum Cille y San Kentigern. Estando en tierras escocesas, en la península de Kintyre, durante un ataque pirata sufrió la mutilación de un brazo y murió desangrado.
Todos estos hechos, cronológicamente, casan mal, y los hagiógrafos se las ven y se las desean para encajar unos con otros.
Se dice que profesó en Rathin en tiempos de San Mochuda o Cartago, al que sucedió como abad; pero ya antes de San Mochuda existía una Llanura de Constantino en Rathin, a la que el santo había dado nombre por ser él quien había talado el bosque allí para convertirlo en pasto y tierra de labranza.
Además, San Cartago vivió cerca de un siglo después de la muerte de Arturo.
Las noticias que encontramos sobre San Constantino en las notas del Santoral de Óengus tienen todo el aspecto del cuento folclórico.
Se insiste allí sobre todo en su fuerza y apetito sobrehumanos. Cenaba cada noche lo que cien monjes, hasta que San Cartago le bendijo la boca trazando sobre ella la señal de la cruz. 
Gula. Arte románico. Arthous (Francia), siglo XII.

Cuando viajó a Escocia para visitar a su familia, a la que no veía hacía mucho, se decidió guardarle sus comidas para la vuelta. El viaje se prolongó y a su regreso Constantino se encontró esperándolo una barrica enorme donde se mezclaban leche, harina, potajes, papilla de cereales y todo lo que constituía la dieta del monje. Con el paso de los días, se había fermentado y había criado gusanos.
Esto no fue parte a quitarle a Constantino las ganas de zampárselo. Todo se lo embauló, rebañó y al final levantaba la barrica con las dos manos para cerciorarse de que no se dejaba dentro ni lo que hubiera podido llevarse en la punta de un dedo.
Como se quedaba con hambre, el hermano cocinero ordenó traer las sobras de los monjes de todos aquellos días, que también las había mandado conservar del mismo modo, en apestoso revoltijo, y que fueron a reunirse con el primer plato en la panza de Constantino.
La energía que le proporcionaba esta alimentación tan bulímica era la que le permitía dar cabo él solo a obras enormes, como talar un gran calvero o cavar una zanja alrededor de todo el recinto del monasterio. 
Leñadores. Tapiz de Bayeux, siglo XI.

Estaba empleado una vez en esto cuando los monjes se sentaron a hacer su colación, olvidándose de llevarle su parte. Furioso, lanzó una paletada de tierra contra el refectorio con tal fuerza que la comida saltó de los platos y fue a dar donde estaba él, que engulló lo de todos.
San Mochuda -Cartago- fue a verlo trabajar y comprobó que estaba sudando a mares. Le puso la mano en la fente y la sacó empapada. En cambio él, el abad, estaba descansado y seco.
-Según sude cada cual -dijo orgulloso Constantino- serán sus posibilidades de salvarse.
-¡Eres un bocazas! -dijo Cartago- Si hubieras cerrado la boca, el rocío de la hierba que creciese sobre tu tumba hubiera sido remedio para cualquier enfermedad. Pero ahora, por boceras, te has quedado sin milagro.
En el año 630 se produjo un hecho lastimoso: el rey Blathmac expulsó de Rathin a la comunidad de San Cartago. No está clara la razón de este conflicto. Se han supuesto motivos religiosos, económicos y étnicos. San Cartago era del extremo suroccidental de Irlanda, mientras que el rey Blathmac era del Norte, de los O'Neill. En el Norte se seguía el cómputo pascual irlandés, mientras que en el Sur se seguía el calendario de Roma. No es de suponer que un O'Neill permitiese en sus dominios que un monasterio tan importante se plegase a la disciplina de Roma. 
Lismore. El castillo y, a la izquierda, la flecha de la catedral de San Cartago. Todo muy posterior a San Constantino.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/ab/Irland_2010.08.18_026.jpg
San Constantino demostró dotes de negociador y consiguió un aplazamiento de la expulsión; pero al final los monjes hubieron de marcharse y fundaron el gran monasterio de Lios Mór (Lismore en inglés).
Cuando San Cartago estaba moribundo vio revolotear por encima de San Constantino un demoniete.
-¿Qué haces ahí tú? -le preguntó.
-Este monje me pertenece porque está obsesionado con un deseo.
Era cierto: pero lo que ansiaba Constantino, como se supo, era la losa donde se arrodillaba a rezar San Cartago, para ponerla en su propia tumba. Santo deseo. ¡Él, que presumía de haber sido rey de siete castillos cada uno con su reina, sus tesoros, sus caballos y ganados de todas clases!
Independientemente de su existencia histórica, este personaje adopta las características del forzudo, a menudo gigante, de la tradición popular, al que se le atribuye con frecuencia la construcción de grandes edificios o ruinas, de megalitos, de islas y montes, ríos y lagos, y al que se suele atribuir un apetito pantagruélico. En Francia, en efecto, es a Gargantua a quien suele adjudicar el pueblo tales hazañas.
Dontenville en su Mitología Francesa y otros autores han reconocido en Gargantua a una antigua divinidad céltica refugiada en las leyendas y cuentos de los pueblos.
En Irlanda, es Dagda, la figura regia de los Tuatha Dé Danann, el que recuerda a Gargantua por su enorme glotonería. Dagda, o Eochaid Ollathair como también se llama, es una figura principalísima del panteón celta.
No sólo por lo tragón evoca San Constantino a Dagda. Repaso otros aspectos: en primer lugar, se trata de un personaje regio, tal como el Dagda, padre soberano de los Tuatha Dé Danann. Es verdad que el monarca por excelencia de los Tuatha es Nuadu Argatlám. Con éste comparte Constantino un rasgo principalísimo, que es la mutilación del brazo.
San Constantino comienza su reinado con un asesinato doble, y Dagda es un dios que concede a voluntad la vida y la muerte, tanto que, según Claude Stercx, su heredero actual en la tradición bretona es Ankou, la muerte personificada; y pocas cosas hay más glotonas que la Muerte. Bernard Sergent relaciona el apetito, a menudo antropofágico, de Gargantua, con los enormes maniquíes de mimbre, mencionados por César, cuyo vientre rellenaban los celtas de prisioneros para luego sacrificarlos prendiéndoles fuego.
El maniquí druídico de mimbre. Grabado inglés del siglo XVIII.

Dagda y San Constantino son grandes mujeriegos, al igual que otros equivalentes indoeuropeos de Dagda como Zeus. Algo nada raro puesto que este dios (siempre siguiendo a Stercx) representa la fuerza generadora universal.
Al igual que san Constantino, Dagda es un dios constructor, y en una de sus más famosas aventuras lo es precisamente de una enorme zanja, lo mismo que el santo de Domnonia.
Es un santo viajero, del mismo modo que el padre supremo en la mitología celta es un dios errante. 
Bajo su adveración de Cernunnos, el dios supremo celta se relaciona con el ciervo, animal que perseguido por San Constantino es causa de su conversión. 
Y, por último, San Constantino es molinero, como aquel mismo dios celta. La rueda es su símbolo, como corresponde a quien gobierna el ciclo de las estaciones y reparte la muerte y la vida: el señor del tiempo entre cuyas muelas todo queda reducido a polvo.  

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