sábado, 3 de marzo de 2012

La revancha de Dahut

Casi todo lo que sabemos de San Guenole, Gwenole o Winwaloe procede de su Vida escrita a mediados del siglo IX por un monje de Landévennec llamado Wurdistan. Puede leerse en el Cartulaire de Landévennec, que se consulta en línea en Gallica, el sitio de la Biblioteca Nacional de Francia.
Ya me he referido algo a este santo al hablar de su hermano San Jacuto (ver la entrada Perro Feroz y Jacuto).
Fragan, el futuro padre de San Winwaloe, emigró de Britania a Armórica huyendo de una epidemia. Llevaba consigo a sus dos hijos y a su mujer Gwen, que aún no era Teirvron. San Winwaloe ya nació en Bretaña al igual que su hermana pequeña Santa Clervía.
Uno de los primeros milagros que se cuentan del pequeño San Guenole es que una tarde de repente Fragan y Gwen vieron venir corriendo y dando voces, junto a otros críos que habían estado jugando con ella, a Clervía, tapándose un ojo y con la cara chorreando sangre. 
Era que un ganso de la casa, estirando el cuello como un relámpago, le había saltado un ojo de un picotazo y se lo había tragado.
Anátida cabreada. Arte gótico. Santa Gadea (Burgos).
A los otros niños no les había dado ni tiempo a enterarse de lo que había sucedido, y Clervía no atinaba a contarlo, atragantándose con los lloros.
Esa misma noche se le apareció un ángel en sueños a su hermano.
-¡Winwaloe, santo de Dios!
-Presente. ¿Qué pasa, di?
-Despiértate y levántate; que está toda tu familia muy disgustada porque tu hermana ha perdido un ojo y no saben cómo. Pero el caso es que se lo ha tragado un ganso y lo tiene en el buche. Tú ve donde los gansos y al más grande que veas ábrele la barriga y ahí encontrarás el ojo. Lo coges y se lo pones.
-Déjame dormir. Está escrito: "Dejad que los muertos entierren a sus muertos".
-¡Niño! A una persona le puedes salir con el versículo que se te antoje, pero a un ángel no se te ocurra.
-Está bien. No sólo seré siervo del Señor, sino siervo de los siervos del Señor como tú.
-Aprende una cosa: no basta obedecer, sino hacer lo que te manden de buena gana y a la primera:¡Haec summa obedientia est, ut non tarde ac tepide quod jussum fuerit agatur!
San Guenole se vistió y fue adonde estaban sus padres, preguntándoles, como si no estuviera enterado del suceso:
-¿Qué ha pasado aquí?
-¿Y qué sabemos? ¡Tu hermana, que ha llegado sin un ojo y no sabe decirnos cómo ha sido!
-Todo tiene remedio.
San Gwenole siguió las instrucciones del ángel y curó a Clervía. Y (¡milagro no menor!, añade Wurdistan), el ganso, tan sano como antes de la operación, exultaba caminando fachendoso, estirando el pescuezo y dando graznidos con chulería.

Este milagro rústico y doméstico en apariencia tiene su miga simbólica. Tanto la oca como el ser tuerto son símbolos de la sabiduría: pero de una sabiduría que pertenece o se refiere a otro mundo (ver la entrada En el país de los tuertos el cojo es el rey).
Guenole fue enviado a estudiar con San Budoc, un monje famoso por su virtud y sapiencia que tenía puesta escuela en una isla cercana. Continuó haciendo milagros y curando enfermos. 
Allí sucedió que uno de los otros escolares se quedó dormido con el aburrimiento de los deberes y una serpiente que estaba calentándose al sol lo mordió en un pie. El pobrecito se despertó con el dolor, el pie hinchado como un balón.
-¿Qué es esto? -dijo San Winwaloe al verlo-: parece como si te hubieras tropezado con una descendiente de la que tentó a Eva... ¿Dónde ha sido eso?
-¿Yo qué sé? Déjate de eso: lo único que sé es que si no me ayudas ahora mismo, ¡oh dolor! no veré, mísero de mí, los días de la adolescencia ni de la juvenil edad, sino que llegado al cabo de mi lamentable destino, antes de una hora habré pagado a Dios la deuda común de los mortales. ¡Socorro! ¿Es que con los demás vás a ser tierno como la azucena, rápido como el azogue, brillante como el oro, perfumado como la rosa, y conmigo no? ¿Vas a ser compasivo y solícito con los extraños y pasar de los compañeros? Échame una mano, que el caso no admite dilación, y estoy convencido de que si le pides a Dios que me cure, no te lo negará.
Estas vinieron siendo sus palabras, si hemos de creer a Wurdistan.
-¿Qué ha pasado, que te has dormido estudiando, no? -contestó San Gwenole-. Pues para que aprendas que la serpiente no se duerme. Y la serpiente es el Demonio que siempre está acechando.
La serpiente siempre acecha. Escultura románica.
-Sí que es verdad; pero tú cúrame la mordedura.
-Vamos adonde te ha picado.
Los dos escolares llegaron al lugar del suceso. San Gwenole estuvo mirando por todos sitios hasta que descubrió una rendija en la tierra y ordenó a la serpiente salir. La víbora asomó la cabeza silbando y al hacerle el santo la señal de la cruz encima, murió al momento. Luego le dio a beber al compañero agua bendita con aceite y quedó curado.
Crecía San Guenole y continuaba asombrando al mundo con sus milagros.
Una noche, un pastor se vio rodeado por los lobos, habiendo perdido sus ovejas. Lo hubieran devorado de no ser por un mozo que apareció providencialmente y estuvo defendiéndolo toda la noche con su cayado, para esfumarse en el aire al apuntar el día. Más tarde, el pastor reconoció en Guenole, a quien no conocía, a su defensor. 
Otro día, con ocasión de unas carreras de caballos, en las que concurrían los del rey Riwall, resucitó a un jinete que había caído y se había destrozado contra unas piedras.
Este Riwall (que parece identificarse con el Regula o Iathan Reith de otras crónicas) es el primer monarca conocido de la Domnonia (la parte Noreste de la Bretaña bretonante) y parece ser que fue llamado de Britania por Clodoveo para asegurar el tráfico marítimo por el Canal de la Mancha, combatiendo a los piratas germanos. Riwall desembarcó y se instaló con los suyos en la bahía de Saint-Brieuc.
Guenole, deseando fundar su propio monasterio, acompañado de once monjes se instaló primero en una isla; tiempo después decidió pasar a tierra firme, lo que hizo milagrosamente a pie enjuto, tras haber golpeado las olas con su báculo.
Poco después de la travesía la compañía, junto a una bahía y entre bosques, encontró un lugar a su gusto, "como un paraíso resplandeciente al amanecer, donde cada año brotan primero las flores y donde más tarde caen las hojas... un jardín adornado con flores de todos los colores" 
La bahía de Landévennec.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/52/179.L%27Aulne_et_l%27abbaye_de_Landévennec.JPG?uselang=fr
y al que, a partir de aquel día, se añadió una ventaja más, según Wurdistan: que no penetra en él la mujer con toda la suciedad que implica, lo que lo convierte en lugar muy protegido y segurísimo.
Allí, pues, fundó la abadía luego llamada de Landévennec.
Allí se le apareció una vez al santo un demonio espantoso: cubierto de plumas como de hollín, con alas de gran envergadura y pies rapidísimos, cien ojos llameantes por todo el cuerpo y uno solo, redondo como de cíclope, en la cabeza. Todo el monstruo sembrado de bocas, lenguas y orejas, unas veces subiendo como un cohete hasta las nubes, otras bajando flojamente como el polvo. Tenía la cabeza de hombre, tostada como los moros, echando humo sulfuroso por nariz y boca. Peludo como una cabra, pero con unos pelos duros como hierro. El cuello largo y fino de cigüeña. El pecho y brazos fofos, como de carne podrida. Las piernas finas como bastones y nudosas.
ésta era sólo la primera impresión porque constantemente cambiaba de aspecto.
Soltaba por la boca, entre muecas ridículas, miles de porquerías chocarreras.
El santo, que quería rezar en paz, le echó un rapapolvo y lo mandó a paseo, sin que quedase de él más rastro que una peste inaguantable.
En otra ocasión a uno de sus monjes lo llamaron a la cabecera de su madre, gravemente enferma; pero cuando llegó ya había muerto. Sin perder la esperanza, se puso a rezar y logró resucitarla. La madre contó que se había visto rodeada de unos hombrecillos más negros que unos tizones, amenazando comérsela y revivirla luego para nuevos tormentos. La ataron de manos y pies y la arrastraban al lugar del suplicio cuando se interpuso Winwaloe y los obligó a que devolviesen el alma a su cuerpo.
Alma atormentada por los demonios. Capitel románico.
Una vez entraron los ladrones de noche a robar al convento y cuando ya huían cargados de su botín a uno el saco que llevaba se le cayó encima, destrozándole las piernas; otro quedó pegado al suelo como si hubiera echado raíces; el tercero quedó ciego y dando vueltas sin ton ni son por el atrio de la iglesia y el cuarto, que les esperaba en una barca, se volvió loco. Salió el santo y los sanó y les hizo arrepentirse y vivir bien en adelante.
Tenía en aquella época veintiún años Winwaloe, y desde entonces, asegura Wurdistan, no se le vio sentado en la iglesia, no se le vio ni triste ni alegre, enfadado ni risueño, pero siempre amable. Su aspecto era angélico, su cuerpo bien formado, su habla clara, su inteligencia viva.
Rezaba quinientos salmos al día, ya de pie, ya de rodillas, con los brazos en cruz y vivía con riguroso ascetismo.
Entonces en Cornualla, donde estaba la abadía, reinaba el rey Gradlon el Grande, sobrino de San Patricio según la leyenda: Darerca, hermana del apóstol de Irlanda, era la segunda mujer de Conan Meriadek, padre de Gradlon.
Gradlon tenía la capital en Ys, la ciudad de perdición de la que hablé hace poco (ver En el país de los tuertos el cojo es el rey), y la campeona de la perdición era Dahut, que otros llaman Ahès, hija del rey y la niña de sus ojos.
La leyenda de Ys, ya adornada por Albert Le Grand, el hagiógrafo, fue muy popularizada fuera de Bretaña por la balada de Hersart de la Villemarqué en el Barzaz Breiz (consultable en Internet archive) y por el relato de Émile Souvestre en Le foyer breton.
Dahut acabó abriendo las compuertas de la ciudad y dando paso a la furia de las olas. El rey, prevenido por san Gwenole, pudo escapar de ella a todo galope llevando a su hija a la grupa. Pues cuando el mar iba a alcanzarlo una voz de las Alturas, según unos, o la de San Gwenole, según otros, le gritó:
-¡Tira a ese demonio que llevás detrás!
El rey, obediente, empujó a su hija que cayó al agua y se transformó en una sirena: Mari Morgan, o sea "María hija del mar". Libre de su llorado lastre, Gradlon pudo galopar más ligero y salvarse del maremoto.
Así acabaron la grandeza y la soberbia de Ys.
San Gwenole. Sainte-Anne-la-Palud (Bretaña).
Por sus heroicas virtudes, San Guenole recibió el privilegio divino de que en su monasterio nadie podía morir, hasta que algunos frailes, decrépitos y agobiados de achaques y de años, le suplicaron que hiciese un edificio algo alejado, que no podían soportar ya una vida tan larga; se trasladaron y pudieron entregar el alma a Dios de una santa vez.
Y encima del monasterio se abría en el cielo una trampilla por donde entraban y salían los ángeles del Paraíso y se les veía subir y bajar tocando música y cantando. San Winwaloe conversaba familiarmente con ellos, como un amigo con otro. Hasta que un buen día le dijeron que se preparase, que era el momento de su partida. Y habiendo dispuesto y ordenado todas sus cosas, dejó el cuerpo a la tierra y el alma, libre, voló con los ángeles al Cielo.  
Laurent Tailhade, poeta francés bohemio y anarquista de la Belle Époque, inventa en su poema en prosa El milagro de San Gwenole la victoria del santo sobre un dragón que asolaba los alrededores de Ys y que no era sino la encarnación de la perversidad de aquella Sodoma. Pero la gente no comprendió la lección y permaneció (con la princesa a la cabeza) apegada a sus vicios. 
Ciertamente, Tailhade no veía el Landévennec paradisíaco de Wurdistan. Para él se trataba de un lugar de siniestra luz, saturnal y cenizo. 


Bahía de Landévennec. Paisaje estival.
Pudo influir en su visión que los vecinos de Camaret (junto a Landévennec) -donde veraneaba- y el párroco le pusieran un pleito por conducta inmoral. 
En fin, cuenta Tailhade cómo la ira de Dios cayó sobre Ys y la princesa fue engullida por las aguas "junto a sus amantes, sus esclavos y sus concubinas"...
Ahora -dice Tailhade- puede pasearse por las ruinas de Landévennec, sus muros derrocados, sus sillares esparcidos entre los que estalla un frenesí de hierbas, de plantas, de flores de todos colores; y a sus pies baten las olas donde palpita la desnudez de Venus en eterno abrazo con el mar; y cada aurora son las rosas de sus pechos... Es la revancha de Dahut.

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