lunes, 5 de marzo de 2012

Antigüedad de Dahut

Dahut, la bella y nada recatada princesa hija del rey Gradlon el Grande, tras caer al mar durante el cataclismo causado por su propia frivolidad, se transformó en la sirena Mari Morgan y continúa viviendo y haciendo de las suyas bajo las aguas. 
También se la ve por los roquedales de la costa, en compañía de su padre, convertidos en una pareja de cuervos: el ave sagrada del dios Lugu. 
La leyenda popularizada por los románticos (Hersart, Souvestre, Collin de Plancy en sus relatos de tiempos merovingios) no aparece en forma escrita hasta los historiadores del final de la Edad Media; las Vidas más antiguas de San Guenole no la mencionan: sin embargo, como se verá, la antigüedad del mito es muchísimo mayor. 
Anatole Le Braz en Au pays des pardons se refiere a Dahut en un tono místico y panteísta que recuerda al del poeta Tailhade (ver La revancha de Dahut), afirmando que su culto es mucho más antiguo que el cristianismo y que se trata de una personificación del Mar.
John William Waterhouse, Sirena.
En la canción de gesta La chanson d'Aquin, del siglo XII, se menciona de pasada a Dahut como "la mujer de Ohès , el viejo barbudo". En la tradición irlandesa hay una hija de Eochaid que resulta relevante en este asunto. 
Pero el viejo poema épico no recuerda a la princesa por la inundación de la famosa ciudad, sino como constructora de caminos (otra actividad vinculada a las figuras mitológicas de Apolo y de Lugu).
Los marinos en Bretaña decían que todas las sirenas de la mar eran hijas de Dahut, y que a pesar de su belleza valía más no tropezarse con esas criaturas peligrosas y de mal agüero.
Paul Sébillot, el gran folclorista, advertía que en muchas partes las gentes marineras distinguen bien entre las sirenas y las mari-morganas. Éstas no tienen cola de pez, sino piernas normales de mujer. Rara vez se las encuentra en alta mar, siendo sus hábitats preferidos las playas, los estuarios, las cuevas costeras. Son descaradas y provocativas y seducen a los jóvenes hasta atraerlos bajo las aguas, de donde nunca vuelven a salir.
Knut Ekvall, Pescador y sirena.
En esto actúan como las nixas fluviales, la Lorelei renana o las ninfas de las Argonáuticas, que le birlaron el amante al desesperado Hércules.
Tienen su propio mundo submarino, con sus campos, pueblos y palacios llenos de tesoros donde pasan la vida entre delicias.
Hay morganas y morganos y Luzel (otro gran folclorista bretón) recogió la leyenda de una joven que se casó con un morgano y cuyas desventuras, con final feliz, vienen siendo las de una Psique submarina con un apuesto Eros sirena.
Irlanda también tiene su Mari Morgan, que es Lí Ban hija de Mairid, llamada Muirgen. Su historia, algo confusamente relatada, la recoge Standish O'Grady en la Silva Gadelica (V, II):
El rey Mairid tenía dos hijos, Eochaid y Ribh. Eibhliu (una muchacha que pertenecía a la casa de Óengus Mac Óg, uno de los antiguos dioses irlandeses) se encaprichó de Eochaid y lo obligó a llevársela consigo. Los dos hermanos huyeron con la mujer. Los dioses los persiguieron, vengativos. Primero, el dios Midir suscitó una riada donde se ahogó Ribh. Después, Eochaid se asentó junto a una fuente mágica. Eochaid sabía que esa fuente era peligrosa; por eso la cubrió y puso una mujer de guardia permanentemente junto a ella. Pero una vez la mujer dejó mal cerrada la fuente y sus aguas crecieron hasta convertirse en un enorme lago. En la inundación murieron Eochaid y todos los suyos menos su hija Lí Ban, que quiere decir "Belleza de las Mujeres" o "Belleza Blanca". 
Lí Ban estuvo un año entero viviendo bajo las aguas con la única compañía de su perrito faldero. Pasado este tiempo, el perro se convirtió en nutria y ella de cintura para abajo en salmón pero conservando la parte superior de mujer.
En esta forma de sirena estuvo viviendo siglos y siglos hasta tiempos de San Comgall de Bangor. 
Sirena. Escultura gótica. Laon.
Su encuentro con Caoilte, de los guerreros de Fingal y Ossian, y cómo estuvieron un día cazando juntos, él desde la tierra y ella desde el mar (pues no había dos guerreros que más le gustasen que Fingal -o Fionn mac Cumhail- y Caoilte) se cuenta en el libro Acallam na senórach, El coloquio de los viejos, de finales del siglo XII.
Cuando San Comgall de Bangor mandó a uno de sus monjes (Beóan, el pescador del monasterio) con una embajada para el papa Gregorio Magno de Roma, según navegaban oyeron una voz angelical que les llegaba desde el fondo de las aguas.
-¿Quién eres tú, la que cantas así? -preguntó el monje.
-Yo, Lí Ban, hija de Eochaid. Tres siglos llevo viviendo en el mar en esta forma, medio pescado y medio mujer. He venido a quedar contigo dentro de un año, día por día, en Inber Oiorba. Avísaselo a Comgall.
-Con una condición.
-¿Cuál?
-Que, a tu muerte, dejes tus reliquias en herencia a nuestro monasterio.
-Bien; no hay inconveniente.
Al cabo de un año se presentaron en el lugar convenido, provistos de redes. La pescaron y la metieron en un gran barril de agua. 
Se había dado cita una muchedumbre para recibirla y uno de los concurrentes, un noble que llevaba un magnífico manto de púrpura, se dio cuenta de que la sirena no le quitaba los ojos de encima y, galantemente, se lo ofreció.
-Es verdad que te lo estoy mirando, pero no porque lo quiera para mí -dijo la sirena- sino porque aquel día de la riada mi padre, Eochaid, llevaba uno igual.
Otro curioso, sin ton ni son (no puede faltar el besugo que goza con la patochada por la patochada), mató a la pobre nutria, compañera fiel y secular de Lí Ban. Recibió en recompensa una maldición para toda su descendencia.
Todos se peleaban por acoger a la sirena en sus conventos. Al final salieron del bosque dos ciervos enviados por Dios, se los unció a un carro donde se colocó el barril con Lí Ban dentro y se los dejó ir a su capricho. Ellos solos la llevaron adonde vivía Beóan, el que la había encontrado hacía un año en el mar.
-¿Qué prefieres? -dijo el monje- ¿Que te bauticemos ahora y vas al Cielo directamente, o te esperas otros trescientos años en este mundo?
-Aunque no lo parezca, ya tengo más de tres siglos y son muchos para aguantar otro tanto; mejor al Cielo.
-Pero primero me tienes que contar todo lo que te ha pasado en este tiempo debajo del agua -dijo Comgall.
Y así se hizo, y en el bautizo le pusieron Muirgein, "Hija del Mar" o según otros Muirgeilt, "Loca del Mar".
El Santoral de Óengus celebra el 27 de Enero a esta sirena santa:
Carais moéda Muirgein,
Mírbail gein co mbúadaib!
Mi Señor amó a Muirgein,
¡Milagroso nacimiento con triunfos!
Diosa acuática Derceto. Ilustración para una obra de Atanasius Kircher. 
Y en la correspondiente nota incluye un largo poema sobre ella, donde se cuenta que prefería un estuario a cualquier otra vivienda, que era "blanquísima de cara, aunque fuese cautiva; tenía la mitad de salmón, siempre fuerte".
Y ella misma, no sin orgullo, afirma: "Animal o persona, me han querido los nobles de Mag Breg: lo de Belleza Blanca no era mote caprichoso; yo de los claros ángeles he querido al Rey".
La leyenda de esta Lí Ban (hay otra Lí Ban, diosa marina que interviene en la epopeya del héroe Cú Chulainn) tuvo éxito entre los folcloristas. La narró en bella prosa Lady Gregory en A book of saints and wonders y también se hizo eco de ella el erudito P. W. Joyce en Old celtic romances.
Pero la historia viene de más atrás. Se encuentra en el mito de Bóand, la amante del  Dagda (rey de los Tuatha Dé Danann), que transgredió la prohibición de acercarse a la fuente sagrada del dios marino Nechtan. 
Esta fuente contenía un fuego interior, una energía tal que quienquiera que se acercase a ella quedaba cegado, salvo el propio Nechtan y tres de sus criados encargados precisamente de coger agua en ella. 
Bóand había cometido con el Dagda adulterio, fruto del cual fue el más joven y bello de los dioses: Óengus Mac Óg. 
Bóand acudió a la fuente o bien para justificarse ante su marido (si el pozo quedaba en calma quedaría patente su inocencia) o bien por soberbia, para demostrar que su belleza inigualable sobrepujaba a la fuerza del manantial. Por si fuera poca su audacia, dio tres vueltas al pozo hacia la izquierda, en dirección contraria a las agujas del reloj, lo que constituía una profanación sacrílega.
Las aguas crecieron con furia y se abalanzaron contra Bóand, hiriéndola, dejándola tuerta y mutilándola. Huyó la mujer hacia el mar, y el raudal pisándole los talones iba arrasando y anegando todo a su paso. Finalmente Bóand alcanzó la playa, quedando convertida en el río que lleva su nombre, Boyne en inglés.  
Saltan a la vista las semejanzas con la leyenda de Dahut. Pero más allá de ellas, Georges Dumézil primero ("La estación de los ríos", en Mito y epopeya, III) y Bernard Sergent después, entre otros, han llamado la atención sobre las coincidencias de la historia de Bóand con ciertos mitos romanos, griegos, iranios e indios.
La diferencia -importante diferencia- entre estos mitos y el de Dahut es que en todos ellos la fuerza de las aguas estalla tierra adentro y en forma de río se precipita en el mar. Sin embargo, también se dice en la leyenda bretona que la ciudad de Ys se extendía junto al Poul Dahut, "Pozo de Dahut" y que fue él el que acabó tragándose a la hija del rey.
La antigüedad de la leyenda de Dahut, la princesa pecadora que atrae la cólera de las aguas sobre su pueblo y vive convertida en criatura marina, se remonta por tanto a los tiempos más remotos. 





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