sábado, 10 de marzo de 2012

Un peregrino humilde

Es insólita la conmemoración de Constantino el emperador (e indirectamente de su madre Santa Elena por la Invención de la Cruz) en este día 10 de Marzo. Sin embargo aquí la trae, en una bella estrofa, el Santoral de Óengus:
Dorograd co hangliu
Constantin cain coindlech
Lassa fríth éo hainglech,
Crann croiche in Choimmded.


Fue llamado entre los ángeles
Constantino, brillante candela,
Gracias al cual se descubrió el tejo angélico,
El árbol de la Cruz del Señor.


La nota correspondiente advierte que si Constantino empezó su vida bien, la acabó mal porque murió en la pérfida fe arriana.
El 10 de marzo recogen las Acta sanctorum los documentos que se conservan respecto de San Himelino, patrón del pueblo de Vissenaken en Brabante, cerca de la ciudad llamada en francés Tirlemont y en flamenco Tienen.
Todas las noticias que hay de este santo proceden de la tradición oral.
Se dice, pues, que San Himelino vivió en tiempos de Pipino el Breve, padre de Carlomagno, es decir a mediados del siglo VIII.
Pipino el Breve. Manuscrito del siglo XII.
Himelino era familiar y amigo de San Rumoldo o Rombaldo, patrón de la ciudad de Malinas. Rumboldo era un irlandés que, deseoso de ganarse el "martirio blanco" (destierro y renuncia a todo objeto de apego voluntarios), había partido en peregrinación a Roma, y allí recibido la vocación de predicar la fe por tierras de Flandes. En ellas recibió no sólo el blanco, sino el martirio rojo, que es el martirio propiamente dicho, a mano de unos malhechores. 
Recientes análisis practicados a las reliquias de San Rumboldo revelan sin embargo que son un siglo anteriores a los tiempos finales de los merovingios.
En todo caso, San Hirmelino, no inferior a su pariente en virtudes y celo cristiano, decidió seguir sus pasos. Visitó Roma, rindió culto a las reliquias de San Pedro y San Pablo y cumplido este deseo, siempre en emulación de su amigo, emprendió el camino de los Países Bajos, resuelto a hacer de la provincia de Brabante el teatro de sus predicaciones.
San Himelino. Estampa popular del siglo XVIII.
Una de aquellas terribles epidemias estaba azotando la región cuando por fin Himelino llegó a ella, tras largo viaje, exhausto de la marcha, medio muerto de hambre y de sed, y se dejó caer a la vera de un camino.
Estaba a dos pasos del pueblo de Vissenaken, cuyo caserío parecía burlarse de él, ofreciéndosele tentador cuando no tenía fuerzas ni para moverse.
Vio entonces venir a él, como si fuera un ángel del Cielo, a una rozagante muchacha, que imaginamos casi niña, robusta como moza de granja, rubia y sonrosada como buena brabanzona, cargada con un cántaro de agua que le habían mandado llenar en la fuente, la cual estaba a dos tiros de piedra de la casa de su amo.
Era éste el cura del lugar.
Casi privado del habla, Himelino detuvo a la chica y le pidió de beber. Ella se negó, no porque le faltase caridad, sino obedeciendo órdenes estrictas de su amo, que por precaución en aquellos tiempos de pestilencia no permitía el menor contacto de nadie extraño con cosa que tuviera que tocar su boca.
Epidemia medieval. Miniatura del siglo XV.
San Himelino insistía e insistía, como que le iba la vida en ello, y la moza, al final, le dijo:
-Del cántaro no te puedo dar a beber porque me la juego; pero vente conmigo a casa y tendrás de comer y de beber hasta que no te entre más.
-¿No ves que no puedo dar un paso? Dame de beber aquí mismo; fíate y te prometo que no te reñirá tu amo y al revés, quedará contento de ti.
-No sé cómo va a ser eso. Pero, bueno: esperemos que no se entere.
Y le dio a beber del cántaro y cada uno se fue por su camino. Pero, aunque nadie los había visto, la moza no las tenía todas consigo.
Por eso, se echo a temblar cuando el cura puso cara rara al probar el agua.
-¿Qué agua es ésta?
-Pues del pozo de beber: ¿qué agua quiere que sea?
-No mientas: ¿de dónde la has sacado?
-¡Qué hombre! ¿No digo que del pozo?
-Hazme el favor de probarla.
La muchacha quedó espantada: era vino; pero un vino tan exquisito como no se había probado otro por aquellas tierras de cerveza.
La moza no tuvo otro remedio que confesar.
-Pues no te ha engañado el hombre ese o lo que sea. ¡Claro que quedo contento! Porque ¿no ves que si no es un ángel, por lo menos es un santo? ¡Vamos corriendo a ver si todavía lo encontramos!
El cura y la criada alcanzaron a Himelino, que no había podido llegar muy lejos, y con los más ahincados ruegos consiguieron que aceptase su casa por hospedaje. Comió el peregrino moderadamente y no fueron capaces de acostarlo en una cama mullida. No quiso por lecho más que un poco de paja limpia esparcida en el suelo de un granero. 
Allí estuvo descansando Himelino tres días, al cabo de los cuales sintió que lo llamaban del Paraíso: llamó al cura para que le administrase los últimos sacramentos.
Expiró en soledad, y en ese mismo instante las campanas del pueblo y de los de alrededor se pusieron a tocar solas solemnemente, para estupefacción de todos.
-¡Ay! -dijo el cura- ¡Esto va a ser por el pobrete del granero!
Acudieron y, en efecto, lo hallaron muerto, con cara de felicidad y un resplandor celeste irradiando de ella. 
Lo llevaron a enterrar a la iglesia, quedando maravillados al ver en ella un sepulcro abierto que nadie había cavado y que estaba pintiparado para las medidas del forastero. Fue sepulto en él y desde ese día numerosos fueron los milagros que se deben a su intercesión. 
Fuente de san Himelino en Vissenaken.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/7c/Vissenaken_Himelinus_Bron.jpg
Existe una fuente sagrada de San Himelino en el pueblo de Vissenaken.

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