miércoles, 16 de mayo de 2012

El defensor del dragón

Varios santos interesantes se ofrecen al curioso en estos días. De ellos, sin comparación, el que más tinta ha hecho correr es San Brendano, el santo navegante; pero por holgazanería y confiando en que no le moleste ceder la plaza a un colega menos celebrado volveremos la atención a otro santo pancéltico de cuya actividad fueron teatro Bretaña, Gran Bretaña e Irlanda. 
Dos son las versiones principales de la Vida de San Caradec o Karadoc (así llamado en Bretaña), conocido en Gales como Carannog y en irlanda como Cairnech. 
Hay distintos santos Cairnech irlandeses, como el que ayudó a la mujer de Muirchertach mac Erca (ver Una familia de aúpa), que no tiene que ver con éste.
Una de las Vidas de San Karadoc es de origen bretón, de Léon, y la otra galesa. La vida bretona, fragmentaria, es muy antigua, probablemente anterior al siglo X (publicada por el estudioso La Borderie bajo el título de "Les deux saints Caradec" en los Mélanges historiques, littéraires, bibliographiques pobléis par la Société des Bibliophiles Bretons, II: accesible en línea en Gallica, el sitio de la Biblioteca Nacional Francesa).
En el siglo V, britanos e irlandeses se hostigaban mutuamente con repetidas incursiones guerreras cuyo fin era la rapiña y el comercio de esclavos. 
Incursión guerrera. Northumbria, siglo VIII.
Uno de los más famosos caudillos britanos fue Ceredig, pariente cercano de San David de Gales y rey de Ceredigion (correspondiente a la región de Cardigan), al que dio nombre. 
Probablemente fue este Ceredig el mismo Corotico destinatario de una epístola de San Patricio donde el santo le echa en cara el rapto de cristianos irlandeses para su venta en Escocia y se interesa por la suerte de aquellos infelices. 
Entre los muchos hijos de Ceredig estaba Karadoc. Según ciertas versiones, su madre fue Darerca, la hermana de San Patricio. Quienes sostienen esto lo identifican con San Maccarthin, amigo de aquél y primer obispo de Clochar o Clogher (la patria de Santa Dymphna, ver Piel de Asno irlandesa en Bélgica). 
Según otros, por parte de madre descendía Karadoc de Ana, prima de María, como varios otros santos galeses (por ejemplo Gwynllyw, ver Lo que no se haga por un hijo...).
Como Ceredig era ya viejo para ir a la guerra contra los irlandeses, sus nobles le rogaron que abdicase en su hijo mayor, Karadoc. Al saberlo, el príncipe huyó, compró a un pobre su zurrón, su palo y un talego y con ese equipaje se marchó de ermitaño (según la versión galesa, a la caverna Edilu).
Tiempo después, una voz celeste le advirtió del peligro de que lo encontrasen y le aconsejó pasar a Irlanda y unirse a San Patricio.
Era mucho sacrificio aquél: no hay que olvidar que San Patricio se había dirigido a Ceredig muy duramente; pero Karadoc obedeció, cruzó la mar y en tierras irlandesas empezó a construir un monasterio.
La versión galesa afirma que Karadoc se entrevistó en Irlanda con San Patricio, repartiéndose el país: Patricio marchó hacia el Norte y Karadoc hacia el Sur. También se cuenta que ambos santos colaboraron en la redacción del Senchus mór, adaptación al cristianismo de las antiguas leyes irlandesas.
Dulcemio, uno de los muchos régulos de Irlanda -aún pagana en su mayor parte-, poseía un árbol magnífico (probablemente sería un árbol sagrado, bile en irlandés) y Karadoc se lo pidió para construir con él su iglesia (de esta manera, la fuerza sagrada del árbol se transfería al nuevo templo).
-Ya me lo han pedido otros muchos como tú -dijo el rey- y nunca he querido darlo. ¿Qué tienes tú que seas mejor que los demás?
-Yo, absolutamente nada.
-Bueno: si se cae él sólo, te lo doy.
El árbol, como era de esperar, se vino abajo ante la fuerza de las plegarias del santo y se hicieron de él cuatro pilares. Eran milagrosos: se cortaba de ellos leña para la lumbre y por la noche la madera se regeneraba. 
San Karadoc estaba constantemente acompañado por un ángel en forma de paloma.
Una vez le anunció:
-Viene a verte San Tenenan; arréglalo todo para recibirlo bien.
Karadoc le preparó el baño, pero San Tenenan no lo quería.
-Si no te bañas, no irás al Cielo.
-¿Quién lo ha dicho? pero, en fin, si te pones así...
Karadoc lo metió al agua e hizo ademán de irle a restregar.
En el agua. Manuscrito del siglo XII.
-¡Eh, quieto! ¡No me toques! ¡Yo soy Tenenan el leproso!
-Si no te dejas lavar, no irás al Cielo.
-Bueeno...
Según lo iba lavando Karadoc, Tenenan iba recuperando la tersura de la piel, hasta quedar limpio y suave como una doncella.
-Me has fastidiado, Karadoc, porque mi enfermedad infamante me obligaba a ser humilde, y ahora quizá me haré orgulloso y me perderé.
-Se puede ser humilde y estar limpio y no oler a mondas.
Albert le Grand, en su vida de san Tenenan, explica el motivo del disgusto de éste. Tenenan, de chico, había estado estudiando con Karadoc hasta salir perfecto filósofo; de allí había salido para la corte de Inglaterra, donde su elegancia y apostura habían hecho estragos entre las damas. Una de éstas, hija del conde Arondel, enferma de amor y despecho, confesó a su madre el motivo de su mal; y la astuta señora había conminado al joven a pedir la mano de su hija:
-Donde no, te acusaré de haberla forzado y todos me creerán. Quedarás infamado. Tú verás lo que te conviene más.
Seducción. Manuscrito del siglo VI.
Tenenan había implorado a las Alturas que lo sacasen del atolladero, y Dios le había enviado una lepra providencial que había hecho desistir con asco a la de Arondel.
¡Y ahora le privaban de aquel don divino, como si no le hubiera costado lágrimas!
 -Anda, Karadoc, entra al baño tú conmigo. ¿O te da reparo el agua de haberse bañado un leproso?
-¿A mí? 
Al quitarse el hábito para entrar a la bañera, Karadoc dejó al descubierto siete cinturones de hierro que llevaba ceñidos para macerar sus carnes. Tenenan lo sabía: los rozó con el dedo y se rompieron en pedazos.
-Ahora estamos en paz.
-¡Bueno! Pero a ti la lepra se te ha ido para siempre; en cambio un cinto de éstos se le encarga al herrero.
-¡Que te crees tú eso! Te prometo que aunque reúnas a todos los herreros de Irlanda, ni juntos ni cada uno de por sí serán capaces de forjarte un cinto.
Otro milagro de bañera se cuenta de San Karadoc en las notas del Santoral de Óengus relativas a San Cianan (24 de noviembre):
Aquella vez era San Karadoc el que visitaba a otro santo, y cuando le fueron a preparar el baño, la tina estaba desfondada. El santo anfitrión estaba abochornado. San Karadoc pidió que llenasen  la bañera de todos modos, y aunque no tenía fondo no se salió el agua. Ambos santos entraron juntos al baño. Karadoc exclamó sorprendido:
-¡Caramba, hermano: qué cuerpazo te gastas! ¡Qué hermosura!
-¿Te lo parece? ¡Espérate unos años y verás! 
-¿Qué veré? ¡No veré nada, porque en el nombre de Dios te digo que esa belleza no puede estropearse! ¡Amén!
Y así fue. Incluso después de muerto se conservó San Cianan tan hermoso como aquel día del baño. Y cada año, por Jueves Santo, un obispo le cortaba el peino y las uñas y lo peinaba.
Karadoc volvió a Britania con un altar que le había regalado Dios. Era tan maravilloso que su color no se podía entender cuál era. 
-Voy a echar este altar al agua -pensó-. Donde lo lleven las olas, allí fundaré mi monasterio.
La corriente fue a dejar el altar a los pies de los reyes Arturo y Cado. 
Este Cado debe de ser el mismo Cador de Cornualles que tuvo encomendada la custodia de Ginebra cuando estaba soltera.
Sir Cador (Paul Kynman en la serie Merlin).
 Dicen que este Cador fue hermano de Guignier, y por lo tanto cuñado de Caradoc Briefbras (ver Paterno entre Gwent y Gwened). también se dice que Cador era hijo de Gorlois y de Igraine, y por tanto medio hermano de Arturo por parte de madre.
-¡Mira! ¡Qué mesa más maja nos regalan los mares! -dijo a Arturo.
No tardó en aparecer por allí Karadoc.
-¿Han echado por aquí las aguas algún altar a la playa? ¿Habéis oído algo?
-Si te digo dónde está, ¿harás lo que te pida?
-Depende. ¿Qué es?
-Que nos libres de una serpiente de mar que anda por aquí haciendo de las suyas.
-Bueno; si no es más que eso... ¡Dragón! ¡Eh, dragón!
Serpiente de mar. Manuscrito bizantino, siglo X.
Con terribles bramidos, el dragón asomó la cabeza y acudió al santo alegremente, dice la Vida recogida en las Acta sanctorum que "como un ternerillo corriendo detrás de su madre". El dragón -siempre según la crónica- ni erizó las plumas ni sacó las uñas, se dejó ceñir con la estola del santo el cuello, grueso como de un toro de siete años, y miraba con ojos llenos de dulzura.
Karadoc, con el dragón, fue al palacio del rey Cado en la ciudad de Diudraichov (cuyo emplazamiento se desconoce), a la hora del almuerzo, y con espanto y horror de todos le daba de comer y el monstruo tomaba la comida de su mano.
Cuando estaba distraído comiendo, los guerreros sacaron las espadas para matarlo, pero Karadoc los detuvo.
-¡No os metáis con esta criatura de Dios! ¡Él la ha enviado para castigar a los malvados y escarmentaros! Sólo come pecadores. ¿Verdad que sí, dragón? Pero ya está bien. Ahora vete en paz y deja en paz también tú a la gente. 
Y mientras el dragón se marchaba tranquilamente al mar con la satisfacción del deber cumplido, dijo el santo:
-Y ahora, ¿me das el altar?
-¡Psch! Para ti para siempre. De todas maneras para mesa no vale: lo que pongas encima sale disparado a veinte pasos como una flecha.
-Voy a echarlo al agua otra vez, y donde toque tierra fundaré otra abadía y otro pueblo. 
Así fue fundada la gran abadía de Carrov donde vivió Karadoc hasta que su ángel le comunicó la orden de que cruzase a Irlanda a pasar allí sus últimos días. 
Y en Irlanda murió edificantemente, por lo que dice el Santoral de Óengus el 16 de Mayo:

"Bás cáid Cairnig chraibdig", "La santa muerte del piadoso Karadoc".


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