viernes, 25 de mayo de 2012

Concepciones y partos raros

Hablaba hace días del parto monstruoso de Calsia, reina de Galicia (o, como diría Benito Vicetto, de la Galicia Bracarense), que trajo al mundo nueve infantas destinadas al martirio y a los altares.
Por estas fechas aparecen otros santos prodigiosos por su concepción o su nacimiento.
El mismo día 22 de mayo, festividad de Santa Quiteria, el Santoral de Óengus menciona a 
"...in fer cain clandach,
Báithéne macc Findach"
"El varón brillante y fértil,
Baoithin, hijo de Findach". 
El calificativo de "fértil" -clandach, derivado de cland, "descendencia"- resultaría extraño referido a un hombre de cuya vida sólo sabemos que vivió retirado del mundo si no fuera porque se utilizó en sentido figurado: "que dejó importantes obras, gran huella", y en este sentido se aplicó al propio Cristo.
Más adecuado, sin embargo, hubiera parecido decirlo de Findach, padre del santo y descendiente del héroe del Ulster Conall Cernach, que de su hijo. Tampoco hay que olvidar que cland, esa palabra tan gaélica (de donde nuestro español clan) es un préstamo del latín planta y conserva el sentido de "brote, germen", conque etimológicamente clandach significaría "el de las plantas".
Pero dejo la palabra al clérigo que puso la nota correspondiente a esta estrofa del Santoral:
"Baoithin de Inis Baoithin en Dál Mesincorp, al Este de Laiginn. Y Trea, hija de Ronan, rey de Laiginn, fue la madre de Baoithin mac Findaigh.
"Y así es como nació Baoithin: sucedió que un día un ladrón, Findach, estaba subido a un espino junto a una fuente para robar y desvalijar la iglesia. En éstas, llegó Credha a lavarse las manos a la fuente, y Finnach, al verlo, la deseó con tal ansia que se derramó su simiente encima de los berros que crecían allí. Después, la doncella comió de los berros sobre los que había caído, y así fue engendrado el imperecedero Baoithin: de modo que todo vino por un milagro de Dios".
Princesa, fuente y mirones. Xilografía del siglo XV.

A continuación se cita un poema:
"Creda, que fue buena mujer, 
Hija de Ronan, rey de Laigin,
En su limpia iglesia de siempre,
Madre de Baoithin mac Findaigh.

Findach el ladrón estaba robando,
en el espino, sobre la fuente;
el deseo de su cuerpo se derramó
sobre los berros de tiernas puntas.

No bien puso los ojos el ladrón
en la hija de Ronan, tan gentil,
que había ido a lavarse las manos,
Cred, hija de Ronan, duro aguijón.

La doncella comió el brote
donde estaba la simiente,
de donde, hermoso combate,
se engendró el imperecedero Baoithin.

El mirón en el árbol no deja de recordar al enano fisgón de la leyenda de Tristán y a Mordred, que espiaba a Ginebra, en el idilio de Tennyson, trepado a la tapia del huerto y agazapado entre las hojas, por si la pillaba in fraganti con Lanzarote.
No hay ni que señalar la carga simbólica erótica y sagrada a la vez del espacio en que se desarrolla la concepción milagrosa: la fuente donde la doncella se lava, con su árbol y su iglesia.
Gaston Bachelard, en El agua y los sueños, señala cómo el manantial evoca de por sí la desnudez femenina, desnudez espontánea y pura como el agua que brota de la piedra.
¿Qué tiene el berro? a uno se le ocurre en seguida la canción tradicional francesa:
"Quand j'étais chez mon père
Petite à la maison
J'allais à la fontaine
Pour cueillir du cresson"...
Total: que la moza se cae al agua y aciertan a pasar por allí tres galanes que se ofrecen a sacarla de apuros. Pero no de balde; una recompensa le piden:
"Ce sont vos amourettes,
Si nous les méritons..."
(una salvedad muy de agradecer, ciertamente). Y el estribillo anima a la muchacha:
"Tant dormir, dormir, belle,
Tant dormir n'est pas bon..."
Se imagina uno la luz verdosa de las fuentes que pinta Courbet, con sus bañistas solitarias (y aquí es el espectador el que imaginariamente adopta el papel del curioso escondido entre la fronda). 
Courbet. bañista en el manantial.
O la verde luz apacible del soneto del Durmiente del valle, de Rimbaud, a quien los frescos berros le sirven de almohada.
Pero a lo que iba.
La concepción por vía oral no es nada rara en el mundo legendario irlandés; Cú Chulainn y Conchobar son dos hijos concebidos de esa manera. El motivo de la fecundación por el esperma derramado encuentra claros paralelos fuera de Irlanda. 
Cuando Hefaistos intentó en vano violar a Atenea y ésta se limpió con un vellón de lana el esperma con que la había pringado el dios cojo, o bien lo arrojó al suelo y la Tierra concibió de él, o bien de la propia guedeja se engendró Erictonio, futuro rey de Atenas, el cual tenía, en prueba de su origen ctónico, medio cuerpo de serpiente. Atenea lo había dado a guardar metido en un cesto a las hijas de Cécrope con prohibición de que mirasen el contenido, pero pudo más la curiosidad. 
Rubens. Las hijas de Cécrope descubren a Erictonio.
Si no acabó con ellas la serpiente que descubrieron, enloquecidas o por el susto o por venganza de la diosa se arrojaron desde la acrópolis y murieron despeñadas.
Agdistis, deidad hermafrodita, nació de la simiente derramada de Zeus; de la sangre de Agdistis castrado nació un almendro, uno de cuyos frutos engendró a Atis en la hija del rey Sangario.
Claude Stercx, al ocuparse de estas fecundaciones de doncellas en distintas culturas, alude al mito de Dánae, que nos permite enlazar con otro santo de estos días: el famoso britano San Dubricio (Dyfrig en galés), arzobispo de Caerleón en tiempos del rey Arturo. Existe una Vita Dubricii, obra de Benito de Gloucester, ya influida por Geoffroy de Monmouth, y otra Vida latina anterior en el Libro de Llan Dâv, consultable en línea. La mayor parte de este texto está constituida por una lista de donaciones a San Dubricio que dan fundamento a la propiedad de la Iglesia de Llandaff sobre determinados terrenos. Pero también encontramos allí la leyenda del santo, muy cargada de elementos mitológicos.
El carácter acuático de Dubricio lo indica ya su propio nombre, que dubro- es "agua" en la lengua de los britanos, resultando en dwfr en galés, dour en bretón.
Hubo un rey de Ergyng, pequeño reino britano que abarcaba lo que hoy es la parte de Inglaterra lindante con el Suroeste de galés, llamado Peibio Clavorawg, lo cual (según se explica en la propia Vita) significa Peibio el Espumoso. Y es que este rey padecía una desagradable enfermedad que le hacía estar echando constantemente espumarajos por la boca. Tenía permanentemente a dos criados que se turnaban en enjugársela con unas toallas de mano y ni aun así daban abasto.
Peibio tenía una hija cuyo nombre era Ebrdil. Una vez, a su regreso de una expedición bélica, el rey pidió a su hija que le lavase la cabeza. Acudió Ebrdil como  hija buena y obediente y al verla caminar, Peibio adivinó por lo tardo y torpe de sus andares que estaba embarazada. Furioso, la condena a ser arrojada al río metida en un odre, para que la corriente la arrastre adonde sea su capricho, como una Dánae britana. Una y otra vez, las aguas compadecidas la devuelven a la orilla. Desistiendo de su primer plan, Peibio recurre a otro más expeditivo y la manda quemar viva en la hoguera.
Al día siguiente, envió a un par de criados al lugar de la ejecución:
-Mirad a ver si han quedado entre las cenizas algunos trozos de hueso de esa infeliz.
Pero lo que encontraron fue a Ebrdil viva, sentada plácidamente entre los rescoldos, apoyada la espalda en una piedra y jugando con su hijo que braceaba acostado en su regazo.
Nada dicen las crónicas sobre el padre de aquel niño, lo que (unido a la protección de los elementos) inclina a pensar que algo misterioso y maravilloso había habido en su concepción, que no había menoscabado la inocencia de la princesa.
Genoveva de Brabante. Grabado romántico.
Conducida la joven a presencia de su padre, la fuerza de la sangre ablandó la severidad del justiciero, que de rugiente león se convirtió en manso corderillo, a decir de la Vita. Peibio mandó que le dejasen tener en brazos al recién nacido. El niño, con sus manitas, daba de cachetes a su abuelo. Al cual, por extraña inversión del orden natural, en vez de caérsele la baba (que siempre se le caía en forma de espuma), dejó de manarle y quedó para siempre curado de aquella molestísima afección que venía sufriendo.
Loco de contento como náufrago que llega a puerto, perdonó a Ebrdil. 
-¿Cómo le vamos a poner a este bandido?
-¿Qué te parece Dubricio?
-¿Dubricio? Bueno.
El lugar de la hoguera fue llamado Matle, "Buen Sitio" y el pequeñuelo se convirtió en el favorito de su abuelo. Como desde chico mostraba inclinación a las letras, lo mandaron a estudiar con los más sabios doctores, a los que pronto superó en doctrina; y de toda Britania y aun de allende los mares venían a escuchar sus lecciones incluso ancianos doctísimos que se habían pasado toda la vida estudiando.
Un buen día, un ángel se le apareció en sueños y le dijo:
-Ya es hora de que fundes tu propio monasterio.
-Sí; pero ¿dónde?
-Yo te diré: donde veas una cerda blanca dando de mamar a sus lechoncillos. Ésa es la señal.
Dubricio saltó de la cama, despertó a varios de sus monjes y se pusieron a buscar febrilmente, hasta que encontraron lo que ángel había dicho.
-Esta abadía se va a llamar Mochros, que quiere decir Lugar de Cerdos.
-No sé si va a atraer a mucha gente ese nombre...
-Es igual: creo que es voluntad de Dios.
En su monasterio, Dubricio se dedicó a su vida ascética y continuó sanando a los enfermos. Una de sus curaciones más sonadas fue la de la hija del rey Gwidgwentiwai, que estaba endemoniada y había que mantenerla atada bien fuerte porque los diablos que tenía dentro porfiaban por despeñarla o arrojarla al agua o al fuego (dos elementos de los que se había salvado el propio Dubricio). Su locura suicida era tan incontrolable que cuando se le estorbaba quitarse la vida de otra manera, intentaba destrozarse a puros bocados. 
Dubricio logró expulsar a los demonios que la atormentaban y la princesa, sanada, buscó el sosiego y la paz del claustro.
Según Godofredo de Monmouth, fue el rey Aurelio de Britania quien propuso a Dubricio para el arzobispado de Caerleón. A la muerte del rey Uter Pendragón, fue Dubricio quien coronó al rey Arturo, que a la sazón no tenía más que quince años, y lo acompañó a las batallas que sucedieron inmediatamente a su subida al trono, arengando una y otra vez a las tropas y enardeciéndolas en la fe (los sajones, enemigos de Arturo, eran paganos en la época).
Las bodas de Arturo y Ginebra, con San Dubricio en el centro.
Manuscrito de finales del siglo XIII.

http://www.lancelot-project.pitt.edu/LG-web/Arth-
ME-SV/BNFfr95-SV-ff162v-354v-1600-LGP/BNFfr0095-SV-f0273r-CP-01-1600.jpg
Y fue también Dubricio quien lo casó con Ginebra(no muy afortunado matrimonio), episodio recordado en los hermosos versos de Tennyson en los Idilios del rey (The coming of Arthur). Casa bien su cita con este luminoso día de mayo que disfrutamos hoy:

 Far shone the fields of May through open door,
The sacred altar blossomed white with May,
The Sun of May descended on their King,
They gazed on all earth's beauty in their Queen,
Rolled incense, and there past along the hymns
A voice as of the waters, while the two
Sware at the shrine of Christ a deathless love:
And Arthur said, "Behold, thy doom is mine.
Let chance what will, I love thee to the death!"
To whom the Queen replied with drooping eyes,
"King and my lord, I love thee to the death!"
And holy Dubric spread his hands and spake,
"Reign ye, and live and love, and make the world
Other, and may thy Queen be one with thee,
And all this Order of thy Table Round
Fulfil the boundless purpose of their king!"

Según el Libro de Llan Dâv, el nombramiento de Dubricio como arzobispo de Caerleón se produjo a instancias de San Germán de Auxerre, enviado a Britania por el Papa para frenar la herejía pelagiana. esto es, por supuesto, un gran anacronismo, ya que san germán murió a mediados del siglo V y para Dubricio se supone la fecha de 612.
Harto de tanta actividad difícilmente compatible con la vida contemplativa, Dubricio acabó por retirarse a una isla remota y malamente accesible, isla -dice el Libro de llan Dâv- donde no se crían serpientes ni ranas y cuyos moradores mueren de viejos, hartos de años.
La festividad de San Dubricio se celebra el 29 de Mayo.




















No hay comentarios:

Publicar un comentario