miércoles, 29 de febrero de 2012

En el país de los tuertos el cojo es el rey



En la anterior entrada salió a colación en estos retazos Lexobia, primera sede de la diócesis fundada en Bretaña por San Tugdual. Éste, por cierto, era remiso a ser nombrado obispo, pero fue el rey franco Childeberto quien se lo exigió a cambio de su alianza, sin duda para que sus britanos quedasen integrados en una estructura administrativa eclesiástica asimilable a la de Francia.
Los Lexovii de los autores antiguos, con su capital Noviomagus Lexoviorum (Lisieux), se sitúan justo al Sur de la desembocadura del Sena, muy al Noreste de Tréguier, centro de la actividad de Tugdual.
Magos, en galo, es "campo de la feria", y Noviomagus, "campo nuevo de la feria", implica que hubo uno viejo distinto; por tanto un desplazamiento, pero no, sin duda, uno tan largo.
Por eso una tenaz tradición bretona sostiene que hubo una Lexobia diferente, situada en Le Yaudet, en el estuario del río Léguer, cerca de Tréguier y al oeste de Lannion. En este pueblo, efectivamente, se encuentran restos de casas, fortificaciones y molinos que demuestran su ocupación continua desde el neolítico hasta hoy.
Estuario del río Léguer.
Dice la leyenda que la grande y opulentísima ciudad de Lexobia fue anegada por el océano en castigo del vicio y la corrupción que reinaban en ella: naturalmente, en el cuento influyen relatos bíblicos como los del Diluvio, la confusión de Babel y, sobre todo, la destrucción de Sodoma y Gomorra. 
El mito se repite en el de la ciudad de Ys, que ha tenido mucha más repercusión y que se ha venido utilizando reiteradamente en la música y la literatura, incluso la literatura popular.
Lexovii -dice en su diccionario galo Xavier Delamarre- probablemente significa "los Cojos" y Lexovia sería, por lo tanto la ciudad de los Cojos.
Este nombre extraño recuerda algunos hechos sobre los que llama la atención Bernard Sergent en Le livre des Dieux. Existe el relato de una danza triunfal del dios Lugh tras su victoria sobre Balor (rey de un pueblo monstruoso, los Fomoré); baile que consistía en girar en torno de las tropas saltando a la pata coja. Este baile es muy semejante al "baile de la grulla", realizado por Teseo victorioso del Minotauro.
Resulta, además, que la grulla es animal sagrado de Esus, una de las manifestaciones del dios Lug. Probablemente, los danzantes o algunos de ellos se travestían e imitaban movimientos y actitudes del otro sexo, como también sucedía al paso de las procesiones de Eleusis en Grecia.
La coincidencia de Grecia e Irlanda permite suponer que se trata de un rito muy antiguo.
Lexobia -una y otra, la real y la mítica- podrían llamarse así por ser la ciudad de los Cojos, es decir de los Victoriosos.
Ahora bien, a juzgar por el mucho mejor documentado mito de la ciudad de Ys, ya sabemos quiénes son los habitantes de la ciudad. No en vano el gran folclorista Anatole Le Braz dedica un breve capítulo de La légende de la mort a la ciudad sumergida, de la que, según algunos informantes, Lexobia no era más que un barrio.
En Ys siguen viviendo los habitantes del día de la inundación. No son otros sino los muertos.
La ciudad sumergida es otra versión de la ciudad ultramarina donde sitúan los celtas el Más Allá.
Claro que la existencia del mundo submarino, mundo repleto de riquezas fabulosas, no es propia de la imaginación europea: la encontramos en Las mil y una noches, por ejemplo en el cuento de El Abdalá de la tierra y el Abdalá del mar.
Y es que la riqueza es atributo de la tierra de los difuntos. Plutón significa el Rico y no hay más que acordarse de todos los tesoros que custodian bajo tierra los gnomos, dragones y otros seres oscuros y terribles para comprenderlo.
Lexobia es la ciudad hundida, la de la opulencia y de los placeres, del mismo modo que el Más Allá de los celta se llama tanto Annwn (en galés "lo profundo") como Mag Mell (en irlandés "la llanura de las delicias").
las delicias de Ys en el cómic de Auclair Bran Ruz.
Es también la ciudad de los juguetes de Pinocho, versión infantil de Tír na nÓg, donde en vez de no haber vejez ni enfermedad ni muerte, faltan la escuela, los deberes y los castigos.
 Una interpretación futurista e interplanetaria de la leyenda aflora en Barbarella, el cómic de Forest y Losfeld llevado al cine por Roger Vadim. Allí es la ciudad de Sogo, gobernada por su caprichosa y tiránica Reina Negra (Anita Pallenberg en la película) la que acaba sucumbiendo a la inundación apocalíptica.
La Reina Negra.
La reina de Sogo -Slupe- no es coja ni mucho menos, pero sí tuerta: y en la mitología irlandesa Balor, adversario de Lugh, también lo es. Tuerto, también, el propio Lugh, además de cojo, durante su baile. Y el hijo de Lugh, Cú Chulainn, en sus momentos de furor heroico, otro tanto. Igual que entre los germanos Odín, otro dios equivalente según el libro de Sergent.
Huyendo de la ruina de Sogo.
Como Teseo,  Barbarella tiene que pasar la prueba del laberinto (del que escapa con la ayuda de un ser alado como Dédalo... y ciego como Eros).
La cojera y la ceguera se dan juntas a veces en el héroe. Es Edipo el caso que primero se ocurre.
Como ha estudiado Carlo Ginzburg en su libro Historia nocturna, hay una conexión repetida una y otra vez entre la cojera, el ir medio descalzo (o a la pata coja) y el viaje al más allá.
Jasón, que viaja al gélido Más Allá que es la Cólquide resulta el prototipo del héroe con un solo zapato.
Con un zapato sí y otro no aparecen representados los aspirantes a iniciarse en los misterios de Eleusis (ceremonia que incluía una larga procesión, símbolo del viaje al más allá: el viaje de Proserpina y el de Deméter en su busca).
Entre los antiguos germanos, se enterraba a los muertos "de a pie" con un buen par de zapatos, llamados "los zapatos de Hel", y es sabido que Hécate, diosa infernal de los griegos, gastaba sandalias de bronce. Pero entre Deméter, Proserpina y Hécate se adivina una identidad en su origen. 
No es casualidad que Lleu -la variante galesa legendaria de Lug- fuera zapatero, al igual que lo fueron sus sucesores cristianos, San Crispín y San Crispiniano; y si San Gangulfo (otro heredero de la figura de Lug) no ejerció el oficio, no por ello deja de ser patrón de quienes sí lo hacen.
El que lleva sólo un zapato tiene un pie en cada orilla, pertenece a dos mundos entre los que puede circular a su antojo. El dios apolíneo -sigue diciendo Sergent- es el rey de los pasos, de las puertas. 
Ni falta, lejos de ello, la descalcez a medias en las diosas.
No sólo se trata de Nike, tantas veces representada sobre un solo pie, o con un pie oculto, como la de Samotracia, la de Epidauro en el museo de Atenas
Victoria de Epidauro.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/3/30/NAMA_159_Nike_Artemis_Temple_L_2.JPG
o la más que famosa Victoria descalzándose del templo de Atenea Nike en Atenas. 
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/5/54/ACMA_973_Nike_sandale_1.JPG.
Nike, al fin y al cabo, es una diosa muy relacionada con Apolo, por un lado, y con Atenea por otro, y como señala Sergent, equivalente griego de la Mórrígan irlandesa.
También participa de la misma actitud Afrodita, que aparece una y otra vez descalzándose 
Afrodita descalzándose.
o descalza, amenazando a un sátiro con su famosa sandalia de oro.
Lo mismo que hacía Ónfale a Hércules cuando no hilaba a gusto de ella.
Y, por supuesto, para diosas semidescalzas (ya que entramos en el espacio doméstico), está Cenicienta. En Cenicienta, el zapato perdido representa la repentina caída de un mundo a otro pero también la prenda y la llave que permite el regreso al olimpo arrebatado de las manos.


Cenicienta se prueba el zapato perdido. Ilustración de Gustavo Doré.
Llamo Diosa a Cenicienta y es que no en vano tiene por auxiliares a tres hadas que son como las tres Parcas, las tres Greas, las tres Nornas o las Madres de la religión gala. 
Cenicienta sufre su período de destierro, al igual que Psique en la famosa leyenda narrada por Apuleyo, a causa de haber transgredido una prohibición: ésta cede a la curiosidad, aquélla se pasa  del tiempo permitido en el palacio principesco.
Como Psique, Cenicienta es víctima de la astucia envidiosa y perversa de sus hermanas, despechadas por haber sido rechazadas donde ella fuera escogida.
Como señala Freud en un artículo que ya cité hace unos días (ver Teilo el peregrino) el tema de la elección entre tres mujeres o tres diosas es el mismo del juicio de Paris y se repite con frecuencia en leyendas, cuentos y mitos. Para Freud, las tres mujeres entre las que se plantea la elección son tres aspectos de lo femenino o tres visiones de la madre. 
En ellos se reconocen las fases de la Luna y son los tres rostros de la Diosa Blanca de la que hablaba Robert Graves.
En suma, las tres hadas de Cenicienta son el reflejo de la tríada formada por ella misma y sus hermanas.
De éstas, decía Freud, la elegida (¡qué remedio!) es la más inquietante: la silenciosa, la oscura, la cenicienta, que representa a la muerte.
El destierro de Psique y el purgatorio de Cenicienta hasta la llegada del Príncipe son trasunto del período iniciático durante el cual el neófito atraviesa la muerte para renacer enaltecido.
Y aquí vuelven a venir a cuento las grullas. Porque las grullas son a la vez  aves cojas como en la danza de Teseo y aves renacientes, que simbolizan con su regreso anual la victoria sobre la muerte (como, en general, todas las aves migratorias). Apolo y Lug comparten la afinidad con las grullas, si es cierto que es Lug Esus, el dios asociado al toro de las tres grullas (Tarvos trigaranus) en el pilar de los nautas de París. 
La cojera se asocia de nuevo al ave migratoria en el tema de la mujer cisne. La mujer cisne aparece con cierta frecuencia en la épica irlandesa: es el triste personaje de Derbforgaille, por ejemplo. 
Pero es entre los germanos donde Perchta o Berta, resplandeciente unas veces (eso significa su nombre) de belleza o blancura, otras vieja, fea y desastrada, se relaciona con la cojera (tiene un pie mayor que el otro: Berthe au Grand Pied) y con el cisne u otra ave palmípeda: se trata de la famosa Reina Pie de Oca (Reine Pédauque) que tenía sus baños en Toulouse y cuyo recuerdo se encuentra esparcido acá y allá por esa ciudad. 
Una piadosa leyenda decía de ella que era una joven princesa pagana bautizada por San Saturnino (otra figura "taurina", que murió arrastrado por toros) y San Marcial.
A ella se atribuía el acueducto, del que no quedan hoy apenas vestigios, que atravesaba el río, y del que bien entrado el siglo pasado se veían restos en el Garona.
Capitel de Saint Sernin en Toulouse: los personajes con un pie calzado y otro no. Las patas de ave asoman detrás.
Esta reina simboliza a la sabiduría, pues no es otra sino la Mamá Oca sabedora de todos los cuentos. Es ella la que vela sobre la buena conducta de las muchachas y en particular se preocupa de que sean hacendosas e hilen cuanto tienen que hilar... Se lee en la Enciclopedia  francesa (s.v. Reine Pédauque) que en el siglo XVI los tolosanos juraban "por la rueca de la Reina Pedauca". La misma vigilancia que Ónfale con su sandalia inminente sobre Hércules. Pues Berta la reluciente -tan reluciente que en algunas regiones la confunden con Santa Lucía, la abogada de la vista- , versión meridional, popular y rústica de la diosa nórdica Frigg, mujer del tuerto Odín, es especialista en el hilado. 
Frigg como hilandera. Ilustración de John Charles Dollman.
Especialidad que, por cierto, comparte con las Parcas...  Pues bien: la visita de inspección anual de la laboriosidad de las muchachas, que en unos sitios es tarea de Santa Lucía, lo es en otras de su paisana Santa Águeda -ya lo mencioné hace unos días en la entrada que dediqué a esa santa-, llamada por esos pagos Santo Gato. Pero ¿no es el gato el animal nictálope por excelencia? ¿El cazador nocturno? Y el equivalente mamífero de la lechuza (chat-huant, "gato aullador" en francés), animal emblemático de Atenea.
Por supuesto que el Cazador Nocturno es un personaje mitológico que se identifica con Odín -marido de Frigg- y que su presa son los difuntos que se lleva al Más Allá... 


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