martes, 21 de febrero de 2012

Los herejes en Tournai

La vida de San Eleuterio se ve inaugurada y concluida por sendas intervenciones de San Medardo, el santo sonriente. 
Ambos santos vivieron en el reino de los Francos y en la ciudad de Tournai (Tornacum), en el actual Henao (Bélgica). Pero, como se ve por sus nombres, San Medardo era de la nación franca mientras que San Eleuterio era galorromano.
Siendo niño San Eleuterio, San Medardo profetizó su santidad y a su muerte se encargó de rendirle honras fúnebres.
Los padres de San Eleuterio eran cristianos y se llamaban Sereno y Blanda. Blanda, Blandina, eran nombres más frecuentes en Galia que en otras partes. Se ha pensado que porque existía un adjetivo galo homónimo del latino y de sentido parecido: "tierno, mimoso".
Es muy poco lo que se sabe de la situación política en aquellos tiempos en esa frontera del Imperio Romano.
En las Vidas de San Medardo que se recogen en las Acta sanctorum se ve que la administración imperial continúa en funcionamiento, a la vez que se habla de los reyes francos.
En realidad, los reyes francos lo eran para sos propios súbditos, pero para el Imperio Romano eran medio aliados medio funcionarios a su servicio. Unos funcionarios a menudo díscolos. El rey franco Childerico I, por ejemplo, que fue enterrado con insignias y traje militares del Imperio, mantuvo, sin embargo, una larga guerra contra Roma.


Childerico I. Su efigie en el anillo hallado en su sepulcro.


Gregorio de Tours en la Historia Francorum (II, XII) cuenta que Childerico era un juerguista ("nimia in luxuria dissolutus"), y que se dedicaba a seducir a todas las jóvenes que se le pusieran por delante, por lo que los francos se conjuraron para matarlo, lo que hubieran puesto por obra si no llega a escapar. Entonces asumió la autoridad en la región Egidio, el general romano al mando de ella, y no la devolvió hasta que, apaciguados los ánimos, Childerico pudo regresar al trono.
Durante esos ocho años de administración militar romana, del 451 al 459, nació San Eleuterio (la fecha que se señala es 456).
Al cabo de ese tiempo Childerico, que había estado refugiado en Turingia, volvió trayéndose consigo a la mujer del rey que le había dado amparo, Basina.
-Basina -le dijo-: ¿cómo es que te has decidido a venirte conmigo?
-Porque he visto que eres un hombre fuerte y valiente; y que sepas que si hubiese sabido de otro más valiente, aunque fuese al otro lado del mar, me hubiera ido con ése y no contigo.
Este diálogo lo refiere Gregorio de Tours.
Esta respuesta le hizo gracia a Childerico y se casó con Basina.
Childerico murió hacia el 480 y subió al trono el hijo de ambos Clodoveo, al que llaman los franceses Clovis. Su reino era pequeño y abarcaba una parte de la actual Bélgica y otra del norte de Francia. Su capital estaba precisamente en Tournai. 


Estatua yacente de Clodoveo I en la catedral de Saint Denis.
No se sabe por qué, Clodoveo decide en el año 484 expulsar de la ciudad a los cristianos, que se desplazan y fundan la ciudad de Blandinium (Blandain, hoy parte de Tournai), nombrando obispo de ella a Teodoro. Pero he aquí que este Teodoro muere inmediata y súbitamente herido "por un dardo de Dios", "por venganza divina", sin que las Vidas nos aclaren por qué incurrió en la cólera divina. Tal vez tuvo algo que ver con el brote de la herejía que después estalló en la ciudad. ¿O algún otro tipo de escándalo...?
Como sucesor suyo, a pesar de su juventud, es nombrado Eleuterio.
Ocurrió entonces un suceso que le dio renombre enorme. Resultó que el tribuno romano, Censorino César, tenía una hija algo chiflada (vesana) que había dado en encapricharse frenéticamente del joven obispo y se resolvió a irlo a buscar, llena de audacia. Lo sorprendió entregado a sus oraciones y le interrumpió el rezo insinuándosele tan seductoramente como supo.


Clérigo (San Benito) tentado por una mujer. Capitel de Vézelay.
Eleuterio salió despavorido. La niña chorlito, de despecho y sofoco, cayó fulminada por un ataque. La encontraron envuelta en el manto del obispo y le dieron sepultura.
El padre, desesperado, recurrió a los poderes taumatúrgicos de Eleuterio, de los que le habían llegado ecos.
Eleuterio, tras recogerse un rato rezando, golpeó la lápida de la muerta con el cuento del báculo. La tierra tembló, pero no devolvió su presa.
Al día siguiente, repitió lo mismo con el resultado de un terremoto más violento.
Al tercer día, la tierra se abrió escupiendo de sí a la hija del tribuno, viva y sana. Recibió el bautismo la resucitada y en él el nombre de Blanda, como su madrina, la madre de Eleuterio. Y se le había curado su incendiaria pasión, o al menos nada más se dice de ella en los libros.  
Por entonces se abatió una epidemia terrible sobre Tournai. La gente, sin previo aviso, caía muerta donde fuese, en los campos, por la calle. La pestilencia no respetaba edad, sexo ni estado.
Cundió el pánico y muchos pensaron que la culpa debía de ser de Eleuterio, ese prodigioso mago. Y así, fueron en tropel a su casa y lo entregaron al tribuno con exigencia de que lo encerrase a buen recaudo para ejecutarlo cuanto antes.
Eleuterio, como San Pedro, fue liberado milagrosamente de su prisión y volvió a casa por su propio pie.
Las masas, siempre volubles, mudaron entonces de parecer y amotinadas se encaminaron al palacio del tribuno, al que arrancaron de casa y obligaron a bautizarse. Esto, por lo visto, sí ahuyentó a la epidemia.
Eleuterio continuó haciendo milagros: devolvió la vista a un ciego llamado Mantillo y sanó al leproso Pericio, que luego fue abad.
Entre tanto, el rey Clodoveo se había convertido al cristianismo y tanta fe tenía en Eleuterio que le encomendó una misión delicada: había cometido el monarca un pecado (no sabemos cuál) de tal naturaleza y gravedad que no se atrevía a confesarlo. El obispo obtuvo la gracia especial de que le fuera perdonado sólo con el arrepentimiento del pecador, y como signo de ello una claridad sobrenatural iluminó la catedral de Tournai.
Pero los paganos no eran los únicos enemigos de Eleuterio. Cundía en su tiempo la herejía en la ciudad. 
Aquellos herejes sostenían que Cristo era sólo hombre, que no existía el Espíritu Santo ni había habido Encarnación de ninguna clase: eran unitarios radicales. Y violentos: tiempo atrás habían atacado a los otros cristianos, ahogando a varios de ellos en el Escalda.
Para frenar su auge, Eleuterio viajó a Roma buscando el apoyo del Papa y volvió cargado de reliquias, que presentó a la ciudad en un monte llamado "Monte del tesoro Escondido".
Sin duda, la posesión de reliquias importantes y eficaces era un arma de peso en la controversia religiosa: las reliquias tenían mucho de talismán. Y no deja de ser extraño el nombre del monte: ¿no se trataría de algún lugar sagrado desde tiempos precristianos, donde habitase alguna de esas divinidades que custodian tesoros enterrados?
Con este triunfo, Eleuterio cerró la boca a los herejes, pero no se dieron por vencidos. Por el contrario, decidieron acabar con él por lo rápido. Y una noche lo esperaron ocultos tras una esquina cercana a la catedral. Cuando lo vieron llegar, le salieron al paso y a garrotazos lo dejaron maltrecho: tanto, que los que lo encontraron tirado en la calle lo llevaron a casa medio muerto y a los pocos días sufrió un vómito de sangre y expiró.
Estando en su lecho de muerte, vio entrar a la habitación un demonio ridículo haciéndole muecas de burla e insultándolo con gestos grotescos.




-¿Qué has venido a hacer aquí, espíritu malo?
-Sacarte de quicio a ver si consigo arrancarte alguna mala palabra o movimiento de ira, porque si me voy sin nada que echar a nuestro platillo de la balanza, me la voy a cargar pero bien en el Infierno.
-Anda por ahí, chocarrero, que no está uno para guasas.
A la muerte de san Eleuterio, se vio una luz sobrenatural por todo Tournai y a los ángeles que se llevaban su alma a lo alto entre nubes brillantes como fuego.
Los milagros de San Eleuterio no acabaron con su muerte.
Fue famoso el del clérigo Ferreolo, que había sido encadenado y condenado a muerte por el tribuno Libertino tan sólo porque había suplicado el indulto para otro reo. Las cadenas de Ferreolo se soltaron milagrosamente, pero con tal violencia que golpearon en la cara a Libertino y murió del zurriagazo.
Por intercesión de San Eleuterio fue devuelto a la vida un pastorcillo atacado y medio devorado por un león. Sería de algún gran señor o del rey, como los que salen en el Quijote, porque leones en el Henao...
Leones. Bestiario del siglo XII.
Suscitó Eleuterio diversas visiones: en una de ellas muy lírica, un difunto, luego vuelto a la vida, vio un prado ameno cubierto de rosas y azucenas, con su hierba verde, cielo azul de esmalte y árboles perfumados: y por él paseando con solemne continente a unos cuantos obispos llevando su nombre escrito en las mitras, para ser reconocidos (como se ven en las pinturas góticas): San Piato, San Eleuterio, san Euquerio, San Medardo...
La más importante de ellas fue la que contempló Santa Tecla de Roubaix. Por tres veces se le apareció el santo obispo (y la tercera ya bastante irritado e impaciente) ordenándole que exhumase sus reliquias de Blandain y las llevase a enterrar a la catedral de Tournai... Al final hizo caso, y el traslado se hizo con toda honra.
Yo comprendo la renuencia inicial de la santa, porque en cuanto se hubo dado fin a la ceremonia, Santa Tecla, cumplido su santo deber, quedó muerta en mitad del templo. Algo había intuido... Y aunque iría al Paraíso de un vuelo, la carne es débil.


La festividad de San Eleuterio se celebra el 20 de Febrero.













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