sábado, 25 de febrero de 2012

Las monjas visionarias

Aunque se la conozca como "la isla de los santos y de los sabios", Irlanda no sólo exportó en la alta Edad Media evangelizadores y clérigos: también guerreros y diplomáticos.
Uno de ellos, en opinión de algunos autores (irlandeses en especial, como John Lanigan, historiador de la Iglesia de Irlanda, a principios del siglo XIX), fue Madelgario o Maldegario (nacido hacia el año 615), 

Madelgario. talla del siglo XVII o XVIII.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/8/8f/Buste_de_Saint-Vincent_de_Soignies.jpg


que vino al continente europeo a poner su espada al servicio del rey franco Dagoberto I.
Dagoberto, rey de Austrasia (el reino más oriental de los francos) primero y de todos los francos después, es probablemente el rey merovingio que más huella ha dejado en la tradición popular.
Dagoberto I accede al trono de Francia. Miniatura del siglo XIV.
Se dice que Dagoberto encomendó a Madelgario cierta misión diplomática en Irlanda, cuya naturaleza se desconoce, y que a su regreso de la isla el enviado llevó consigo a Francia un plantel de clérigos, como San Fursa, San Ultan y otros, estableciendo así una cabeza de puente de la cultura irlandesa en el norte de Francia. Partiendo de ella, el cristianismo monacal de origen hibernio se abriría paso por Luxemburgo y el Sur de Alemania, evangelizando aquellas regiones: de manera que la iniciativa de Madelgario habría sido de gran trascendencia histórica.
Satisfecho con sus servicios, el rey nombró a Madelgario primer conde de Henao, según afirma Jacques de Guyse en la Crónica del Henao, en el siglo XV. No contento con ello, lo casó con una joven de las más resplandecientes virtudes y de la más alta nobleza, Waldetrudis (en francés Waudru), hija de Santa Bertilia (princesa de Turingia) y hermana de la no menos egregia princesa Aldegunda.
Se trataba de una familia llena de santidad: la prima hermana de Santa Waldetrudis fue Santa Austregilda, que casó con San Hidulfo (el cual a su vez era su pariente, aunque no tan cercano). 
Waldetrudis, pues, y Madelgario, andando los años, abrazarían el estado monástico en el que llegarían a santos. Madelgario, como vencedor de las vanidades del siglo, adoptaría el nombre de Vincentius o Vincent en francés, por el que es más conocido.
Pero entre tanto, tuvieron una progenie de lo más ilustre: Landerico y Dentelino, varones, y Madelberta y Aldetrudis, mujeres. 
Waldetrudis con sus dos santas hijas. Miniatura del siglo XV.
Todos ellos santos.
Santa Aldetrudis se celebra el 25 de Febrero.
La niña Aldetrudis se crió desde la cuna en el monasterio fundado por su tía Santa Aldegunda, en Maubeuge .
De estos tiempos infantiles se cuenta el milagro de que, habiéndole mandado que fundiese en una cacerola varios recortes sobrantes de cera para hacer de ellos una sola masa, los leños de la lumbre se rularon y la criatura, ni corta ni perezosa, metió las manos entre las llamas y sacó la cacerola al rojo llena de cera hirviendo sin que se quemasen ni ella ni sus ropas.
Varios milagros o visiones de esta santa se relacionan con las abejas, la cera y el fuego. 
Las abejas son animales sagrados, y se las reconoce como signo de una gracia especial. La miel, como alimento embriagador, es la llave de realidades superiores; la cera es el pábulo de la luz y las abejas, como animales voladores, señalan a la capacidad de elevarse libremente a las alturas. 
Una de las monjas de su convento vio una noche cómo una multitud de estrellas bajaban y subían adonde estaba Aldetrudis durmiendo y le pedían que se apresurase a las bodas del Señor.
En otra visión, otra monja la sorprendió conversando familiarmente con San Pedro junto al altar, y pudo ver que Aldetrudis tenía entre los labios un panal de miel que manaba luz y a su lado se alzaba una escala que llegaba hasta el Cielo y por la que intentaba trepar.
Una tercera visión la mostró volando agarrada al ala derecha de un águila y perseguida por otra; cuando las tres penetraron en los cielos una voz proclamó: "¡Tus oraciones han sido escuchadas!"
A cierto presbítero se le mostró en sueños la noche de la Epifanía lo siguiente: un hombre delgado, con una cabellera magnífica, venía a semejanza de uno de los Reyes de Oriente, portador de tres varas de flores que entregaba a la santa, diciéndole la frase del salmista: "Tú los regirás con vara". Y los tallos en la mano del Rey de Oriente crecían y crecían hasta llegar a los Cielos. 
Al oír referir este sueño, Aldetrudis quedó como en trance, temblorosa y hecha un mar de lágrimas.
Símbolos, ya se ve, tan susceptibles de traducción mística como psicoanalítica.
Soñó que se encontraba sola en una plaza y al mirar al sur vio una esfera gigantesca de cristal que pasaba ante ella sin darle tiempo a tocarla con la mano, como pretendía. Sin embargo, despertó llena de una gran alegría, diciéndose: "¡Éste es el cristal limpísimo, clarísimo, que yo quería ver!"
En otra ocasión se oyeron junto a ella unas voces misteriosas que decían: "Porque reina serás y serás unida al rey Eterno".
Estando sola otro día en el atrio de la iglesia, oyó un gran trueno acompañado de un relámpago que la llenó de pavor; pero al encomendarse a Cristo vio a un joven bellísimo que la consolaba: "Yo te protegeré".
Santa Aldetrudis sucedió a su tía Aldegunda a la cabeza del monasterio y lo gobernó por espacio de doce años. Murió un veinticinco de Febrero.
Su vida y la relación de estas visiones las encontramos en las Acta sanctorum correspondientes a este día.




  

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