lunes, 3 de septiembre de 2012

El manco de Conderi

Macc Nisse co mmílib,
Ó Chonderib máraib.

Macanisio del gran Conderi,
con miles de hombres.

La Vita tripartita de San Patricio, redactada en latín e irlandés en el siglo IX, menciona en un par de ocasiones a San Macanisio, Macniscio, Macníseo o Macnisio (Mac Nisse o Mac Cneise en irlandés).
Según esta biografía, Patricio maldijo tres veces a Macanisio, su discípulo a la sazón, con el que estaba enfadado. 
Esto sucedió en ocasión de estar ambos leyendo juntos los salmos. Al cuarto día, a consecuencia de la maldición, a Macanisio se le cayó una mano al suelo; allí mismo la enterraron bajo un túmulo de piedras y el lugar donde ocurrió el suceso se llamó desde entonces Carn Lámha, el Túmulo de la Mano.
El motivo de la indignación del apóstol de Irlanda lo explica el hagiógrafo irlandés John Colgan, en el siglo XVII: los amores de San Macanisio con una hermana (o sobrina) del propio Patricio.
Y es que Macanisio, con sus pecas, no resultaba nada feo.
-¡Muy largas tienes las manos tú! -clamó el santo cuando se enteró del agravio- Por esas manos te pierdes. ¡Quisiera Dios que se te separasen del cuerpo, antes de que eches a perder la fama y el alma, todo junto!
Sin embargo, Patricio quería a Macanisio entrañablemente. Él mismo lo había bautizado y educado. Aunque una de las explicaciones del nombre de Macanisio es que efectivamente su madre se llamaba Neas o Cneas (era insólito, pero a veces sucedía que a los irlandeses se les apellidaba por el nombre de su madre y no por el de su padre: esta costumbre parece haber estado extendida entre algunas poblaciones irlandesas de origen picto, según el historiador James F. Kenney), otra lo interpreta como "Niño de la Piel", y eso porque con él dormía San Patricio, piel contra piel.
Muestra de la confianza que tenía el santo en este discípulo es que le encargó el cuidado de las maletas de cuero en que guardaba sus preciados manuscritos durante los viajes.
Manuscrito del siglo IX llamado Primera Biblia de Carlos el Calvo.
Esas grandes cajas de cuero o madera ligera no sólo se usaban para el transporte de los libros, sino para su almacenamiento y conservación en las casas. El alto precio y lo poco manejable de los códices en pergamino hacían que las bibliotecas particulares, palaciegas o  monásticas fuesen reducidas y no eran necesarias grandes estanterías. Sobre la historia de las estanterías existe un ameno y documentado libro del ingeniero estadounidense Henry Petroski: The Book on the Bookshelf.
En la Ilustración de arriba se ve, abajo, a San Jerónimo con una de esas cajas a cada lado. A nuestra derecha, a través de la puerta abierta se entrevé que los códices se van colocando en una repisa fija en la pared a la altura de los ojos o poco más arriba. En la tira superior el santo estudia con sus discípulas santa Paula y Santa Eustoquia. El armario de la derecha parece no contener más que volúmenes (libros en forma de banda enrollada). Los volúmenes no se transportaban en cajas sino en tambores cilíndricos.
Los padres bollandistas rechazan como patraña increíble lo de la mano despegada, por un obvio motivo: San Macalisio fue sacerdote y obispo, cuando -arguyen- la falta de una mano (incluso la falta del pugar o del índice) constituye irregularidad e impide la ordenación. Tal vez la iglesia de Irlanda en sus inicios fuera menos puntillosa. 
Entre los santos de Irlanda, existen unos pocos prepatricianos, que se convirtieron en el continente, especialmente en Roma, antes de la llegada a la isla del gran evangelizador. Después de éstos, los más antiguos, que gozan de gran consideración, son los compañeros y discípulos de San Patricio.
San Macanisio aparece mencionado en los dos versos del Santoral de Óengus que cito al principio, en la estrofa correspondiente al 3 de Septiembre. En las notas se explica que el verdadero nombre del santo era Oengus, y que por mote le decían Cáemán Breac, "Guapito Pecoso".
Parece que existió una Vida de San Macanisio antigua, hoy perdida, pero de la que se conserva un resumen, extractado todavía en época medieval, que es el que recogen las Acta sanctorum del mismo día.
Dice esta Vida que San Patricio había profetizado el nacimiento y la santidad de Macanisio largo tiempo antes de su nacimiento y que, tras bautizarlo, lo dio a criar al santo obispo Olcán o Bolcán. Esto último plantea alguna dificultad cronológica, porque se dice que también Bolcán había sido bautizado y ordenado sacerdote por San Patricio.
Otro día, que iba San Patricio por tierras de los Dal nAraide (una nación que alardeaba de su origen picto y vivía al Noreste del Ulster), se cruzó con Olcán y el niño, y anunció al obispo:
-¿Ves a ése que va contigo? Pues él y sus sucesores mandarán sobre ti y los tuyos.
La profecía se cumpliría años después con motivo de una guerra entre los Dal nAraide y los Dal Riata, otro pequeño reino del Ulster. Sarran (o Sárán), rey de los Dal nAraide, había entrado en tierras de los Dal Riata de donde regresaba con gran cantidad de prisioneros. A Olcán le tocó negociar con él y obtuvo la vida de los cautivos a cambio de garantizarle al rey  la salvación de su alma. Pero Sarran había incurrido anteriormente en la maldición de San Patricio, el cual, cuando se enteró de que Bolcán le había enmendado la plana (y a sabiendas para más inri), se cegó de ira y mandó al conductor de su carro que atropellase y aplastase al obispo (ver Una familia de aúpa).  
El carretero se negó, pero San Patricio ordenó que la diócesis de Bolcán se repartiese entre San Macanisio y San Senan (ver San Senan y su isla). 
Pero para eso todavía tenía que llover mucho. De momento, Mac Nisse era un niño.
Bolcán, o mejor dicho su madre (que era la que mandaba en la casa), lo mandó a cuidar las vacas. 
Vaca. Canecillo románico.
El crío se quedó dormido en el prado y los terneros, aprovechando su distracción, se pusieron a mamar de las madres, que era lo que el zagal tenía que impedir. La señora, cuando vio su poco cuidado, lo despertó de un cachete.
-¡Despabila, niño, que aquí no estamos para alimentar vagos!
Al momento, la mano que había abofeteado al santo se quedó inerte hasta que a ruegos de Bolcán Macanisio rezó por la señora, a la que le fue devuelto entonces el movimiento.
Andando el tiempo, aquel pastorcillo se hizo un sabio y a pesar de su juventud San Patricio lo consagró obispo.
Emprendió una larga peregrinación. De Tierra Santa trajo abundantes reliquias: trozos de vestidos de varios apóstoles, huesos de Santo Tomás, cabellos de la Virgen y un pedazo del Sepulcro de Cristo. Además, uno de los famosos vasos del Templo de Jerusalén.
A su regreso se detuvo en Roma durante varios días, haciendo milagros, sanando leprosos, ordenando sacerdotes y recolectando numerosas dádivas que los romanos pudientes ofrecían a los pobres de Irlanda: vasijas de oro, de plata y de bronce.
Cuando iba de camino, San Macanisio se inclinaba reverentemente y colocándose el grueso volumen de los Evangelios entre los hombros, caminaba llevándolo así con todo respeto, sin sujetarlo con ninguna atadura, y no se sabe que alguna vez se le cayese.
Las nuevas de su vuelta a Irlanda lo precedieron, y de todas partes acudían a recibirlo multitudes. Fundó el monasterio de Conderi, que según el Santoral de Óengus significa "Robledal del Lobo", así llamado por los muchos que lo infestaban.
Conderi fue elevado a sede episcopal, carácter que perdió en el siglo XV, cuando fue absorbido por la diócesis de Down (en cuya sede de Downpatrick -Dún Pádraig en irlandés-, por cierto, se dice que están sepultados San Patricio, Santa Brígida y San Columba). 
En Irlanda continuó Macanisio diciendo profecías y haciendo milagros.
Él fue quien previó el nacimiento de San Comgall por el chirrido del carro en que viajaba su futura madre (ver Vida y milagros del pescador de sirenas). Cuando iban a visitarlo Santa Brígida o San Patricio, también le era revelado con antelación, y alegremente mandaba a sus monjes dejar lo que estuvieran haciendo para preparar a sus huéspedes una recepción como se merecían.
Viajando hacia Munster con estos dos grandes santos, se quedó atrás en un bosque, distraído, y San Patricio tuvo que retroceder a buscarlo.
-¿Por qué te has quedado aquí como pasmado?
-Porque ahí atrás he visto en un sitio los cielos abiertos, y por ellos muchedumbres de ángeles subiendo y bajando.
Ángeles subiendo y bajando: el sueño de Jacob.
Vidriera modernista en Notre-dame
de Fourvière, Lyon (Francia)
-Eso quiere decir que tenemos que dejar allí algunos hombres de los que vienen con nosotros para fundar un monasterio. ¡Es un lugar sagrado!
-No lo hagas, hazme caso -replicó San Macanisio-: porque de aquí a sesenta años nacerá un varón santo en mi familia, y le pondrán Colmán, y le llamarán Colmán Ela, o sea Colmán el Otro, para distinguirlo de los muchos Colmanes que hay por aquí. Ése es el que está destinado a fundar en este bosque el monasterio, que se llamará Lan Ela.
Macanisio devolvió la vista a ciegos, sanó a leprosos, hizo quedar encinta y parir un hijo a una mujer que llevaba más de quince años sin poder concebir, por su edad.
Una vez, un hombre fue asesinado, seguramente en una de aquellas sañudas y largas guerras entre familias. Dejó un huérfano, que se refugió entre unos amigos de su padre; pero los enemigos se lo arrebataron y se disponían a darle muerte. Macanisio no consiguió que le perdonasen la vida. Seguramente pensaban que la supervivencia de un familiar los condenaría a vivir con la barba sobre el hombro, sin poderse quitar el miedo a la venganza.
-Concededme al menos el tiempo de que rece por su alma: no lo matéis hasta que lleguéis a aquel montón de piedras.
-Eso pensábamos hacer: subirlo a él y lanzarlo a lo alto, para recibirlo, a su caída, en la punta de nuestras lanzas.
Este tipo de muerte tiene un aspecto ritual y recuerda a lo que comenta el arqueólogo Timothy Taylor de los sacrificados en las turberas: lugares indefinidos, tierra de nadie entre dos mundos, que ni bien son acuáticos ni terrestres. El que en ellos muere queda preso en la nada, sin poder encontrar su sitio en este mundo ni en el Más Allá. 
Del mismo modo, pinchado en la punta de las lanzas, el niño agonizaría colgado entre la tierra y el cielo y quedaría en eterna suspensión.
Por otra parte, el rito coincide exactamente con el sacrificio quinquenal de los Getas referido por Herodoto (4, 94), que por este procedimiento de las lanzas enviaban un mensajero al dios Zalmoxis. Mircea Eliade, en su libro sobre este dios, relaciona el sacrificio con prácticas chamánicas en que el espíritu del chamán, dejando al cuerpo en tierra, viaja hasta los dioses o espíritus para comunicarse con ellos. También señala Eliade bastantes coincidencias entre la religión gética y la de los celtas. Ambos pueblos convivieron, por cierto, en territorios vecinos de la Europa sudoriental. 
Ha aparecido alguna vez en estos retazos el asunto de la cojera del héroe; también, dentro del tema más amplio de la mutilación aparecen el héroe/dios tuerto y el manco (ver en el país de los tuertos el cojo es el rey) o que tiene alguna asimetría en pies, manos u ojos. Entre los germanos están el manco Tyr, y el tuerto Odín, entre los romanos Mucio Scaevola y Horacio Cocles (cuyo paralelismo tanto dio que pensar a Dumézil). Y entre los irlandeses, Lugh (que tenía una mano mucho más grande que la otra) sucedió en la monarquía de los Tuatha dé Danann a Nuadu, que fue rey a pesar de ser manco (igual que Macanisio fue obispo a pesar de su mutilación). Y Lugh -o su equivalente continental Lugu- se representa a menudo con un ojo enorme, como Cú Chlainn, el héroe del Ulster, hijo de Lugh.
Pero he dejado al pobre niño de la leyenda piadosa camino del montículo de piedras.  Estando ya la criatura en el aire -¡oh asombro!- surgieron los ángeles del Cielo y llevándolo en volandas,
Ángeles llevando un alma al Cielo. Capitel románico.  
lo depositaron con toda delicadeza junto a San Macanisio, que lo tomó consigo y lo crió.
Este niño salvado de la muerte llegó a ser el famoso obispo Colmán, fundador de la iglesia de Cill Ruaid.
Tanto se preocupaba San Mac Nisse por sus monjes que una vez, visitando un monasterio, se acercó al río que pasaba al pie de sus muros (se llamaba el río Curi) y le dijo:
-Escucha, río: ¿tú no ves que no dejas concentrarse a los monjes para rezar, leer ni pensar con esa cháchara constante de tus aguas? Tu cantar es muy grato, pero distrae. ¿Por qué no te vas con la música a otra parte?
Obediente, el río se fue deslizando de lado y cambió su curso, de manera que desde entonces daba un gran rodeo para no estorbar a los frailes estudiosos con su rumor.
Pero, como se vio en el caso de la irritable madre de Bolcán, si Macanisio era capaz de estas delicadas atenciones, también lo era de reacciones temibles en sus enfados.
Una vez que pidió por amor de Dios limosna u hospedaje -no lo aclara la Vidaen cierto pueblo y se lo negaron, un incendio espantoso lo devoró entero en un instante, es de suponer que con todos sus habitantes dentro. ¡Venganza divina!
   




1 comentario:

  1. No conocía a este santo Macanisio. Al parecer es bastante legendaria su vida y no hay muchos datos de que haya existido, sin embargo, es muy interesante haberlo encontrado y saber de él. Al menos la fecha de su vida y muerte y su lugar de origen.

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