Si esto es cierto, la Vida de San Sansón está entre las más antiguas de los santos bretones.
Albert Legrand asegura que la patria de San Sansón era el Sur de Bretaña, en los confines del Vanetés y de la Cornualla; pero la gran mayoría de los autores lo hacen britano, del reino de Dyfed o, en latín, Demetia.
Los padres de Sansón fueron Amwn y Ana. Amwn era un príncipe de la más alta prosapia, pues era hijo de Emyr Llydaw (Emyr de Bretaña) y de Gwyar (aunque este personaje de Gwyar en la leyenda artúrica aparece unas veces como hombre y otras como mujer). Gwyar era hermana de Arturo y madre de Gawain. Así que San Sansón era sobrino nieto del rey Arturo.
Sir Gawain, el famoso caballero de la Tabla Redonda, era tío de San Sansón (Ilustración de Howard Pyle, 1903). |
En cuanto a Ana, la madre de San Sansón, era hija del rey de Morganwg, que corresponde más o menos al actual Glamorgan.
Amwn y Ana habían llegado a viejos sin poder tener hijos: causa de hondo pesar para ellos. Oyeron hablar de un santo y sabio ("magister librarius") ermitaño que obraba milagros y acudieron a suplicar su intercesión. Les recomendó que mandasen hacer una larga varilla de plata, tan alta como Ana, y la vendiesen para repartir su precio entre los pobres.
-¡Tres varillas como ésa haría yo si Dios me diese fruto!
Así resolvieron hacer; y aquella misma noche, en sueños, un ángel reveló a Ana que sus preces habían sido escuchadas y había concebido un hijo al que debía llamar Sansón, siete veces más resplandeciente que la plata ofrendada.
Omina nomina, ya lo decía hace poco a cuento del verdugo Malco: a esta Ana le vino a suceder como a Ana madre de Samuel y a Ana madre de la Virgen María. Sólo que Sansón no fue hijo único, sino el primero de siete hermanos.
El niño nació y fue recibido con el júbilo que se supone, pero pronto fue motivo de discusión entre marido y mujer:
-Estás criando a ese hijo de mala manera. Un niño de cinco años tiene que jugar, trotar y pelearse con otros críos y no estar todo el día con libros de misa.
-Es lo que quiere y lo que le gusta.
-Porque no le has enseñado otra cosa. Tú déjamelo a mí.
-Ni hablar. No olvides que Dios nos lo concedió para Su servicio.
-Dios lo ha traído a una familia de reyes y tiene que ser mi heredero y mandar ejércitos de guerreros. Aquí termina la discusión.
Esa misma noche se le apareció a Amwn el ángel:
-Como te atrevas a quitarle a Dios lo que es suyo, !prepárate!
Amwn despertó aterrorizado y se decidió enviar inmediatamente al niño a estudiar con San Iltudio o Illtud, el mayor sabio y mago que tenían entonces los britanos (ver San Pablo de Leonís).
En aquellos estudios destacó tanto San Sansón por su ascetismo que Iltudio tenía que frenarle en sus penitencias, no fuese a arruinarse la salud a tan temprana edad. Y cuando se le ofrecía a su maestro alguna duda sobre algún intrincado punto de las Escrituras, Sansón se la resolvía: se recogía en oración y no tardaba en bajar del Cielo un ángel que le desenmarañaba la dificultad que fuese.
Una vez a uno de los frailes de San Iltudio, que estaba escardando un trigal, lo mordió una serpiente. La mordedura era mortal.
-Déjame a mí -dijo Sansón a San Iltudio-, porque mi padre sabe curar estas mordeduras y se puede salvar al hermano.
-Si tu padre te ha enseñado algún conjuro, olvídate de él, que aquí has venido a empaparte de la ciencia de Dios y a renegar de la de Satanás. Lo único que podemos hacer es rezar.
-Cuando decía "mi padre" -contestó el joven- me refería a Dios omnipotente. Que batan agua con aceite y se la unten en la mordedura.
Y al cabo de tres horas de friegas y rezos San Sansón consiguió la curación del monje.
Cuando estuvo preparado, recibió la ordenación sacerdotal de manos del mismísimo San Dubricio, el que casó a Arturo con Ginebra; y durante la ceremonia bajó del Cielo una paloma resplandeciente, blanquísima, que se mantuvo flotando inmóvil en el aire sobre el oficiante sin que la pudiesen ver más que Sansón y los que decían la misa y ayudaban a ella.
San Sansón era tan perfecto que a algunos de los demás frailes les irritaba.
-Este santurrón -dijo uno a otro- lo que quiere es alzarse con el monasterio cuando estire la pata Iltudio; para eso está haciendo méritos. Lo bueno sería quitarlo de en medio.
-No es difícil. Yo estoy de cocinero. Un día con la tisana de la tarde le doy jicarazo.
El malvado cocinero preparó una pócima a base de una hierba venenosa llamada tillum. Se la dio a catar a un pobre gato. Al primer lengüetazo el minino pegó un salto, dio una voltereta en el aire y cayó de cabeza, fulminado.
-Bien, bien... esto funciona...
Pero el santo se bebió su infusión sin chistar y relamiéndose.
-Hoy estaba mucho más rica que de costumbre. ¿Qué le has echado?
El cocinero quedó aterrorizado y arrepentido, pero su compinche, al contrario, cada vez estaba más rabioso. De manera que un domingo, al ir a comulgar, el Demonio se adueñó de su cuerpo y empezó a retorcerse, a subirse los hábitos enseñando las vergüenzas, a soltar toda clase de chocarrerías y mofas obscenas y por último a morderse y destrozarse las manos a puros bocados. Entre risotadas se jactaba del crimen que había intentado.
Trajeron a Sansón, que volvió a prescribir agua con aceite. El endemoniado quedó como muerto durante tres horas, al cabo de las cuales despertó sano y arrepentido.
Pero Sansón pensó:
-Este monasterio no es puerto seguro para el alma; aquí hay mucha agitación.
Y partió a una isla donde vivía en soledad un santo llamado Pirón. Era viejísimo y no dejaba de rezar ni un minuto; durante el día, mientras rezaba trabajaba con las manos; durante la noche estudiaba las santas Escrituras a la luz de un candil que llevaba siempre encendido. No se acostaba nunca para dormir; si le entraba sueño, apoyaba la frente en la pared y así echaba una cabezada.
Un día llegaron mensajeros de su tierra preguntando por Sansón y no lo reconocieron. Sansón decidió tomarles el pelo.
-Lo que tengáis que decirle a Sansón decídmelo a mí, que somos uña y carne.
-Tenemos orden de decírselo sólo a él personalmente.
-Pues que sepáis que si no me entero yo no se enterará Sansón.
-¿No veis que Sansón es este mismo? -intervino al final Pirón.
-No estamos para chanzas, hijo. Amwn, tu padre, está muy enfermo y dice que sólo tú le puedes dar algún alivio: tanto al cuerpo como al alma.
-Os podéis marchar por donde habéis venido. Yo soy como los judíos cuando cruzaron el Mar Rojo huyendo de Egipto. ¿Iban a volverse atrás por más grave que fuera el motivo? ¡A buenas horas!
-Sansón, te estás pasando -le dijo Pirón-. Hazme el favor de ir a ver a tu padre, que esto ya no es despego del siglo sino inhumanidad diabólica.
-Bueno, si tú lo dices... ¿hay un hermano que me acompañe?
Un jovencito diácono se ofreció.
Iban ambos caminando por un extenso y espeso bosque, llevando los caballos de la rienda, cuando oyeron a mano derecha unos gritos espantosos que al joven le pusieron los pelos de punta. Soltó el caballo y el manto y salió despavorido, como alma que lleva el demonio.
-¿Adónde vas? ¡No corras!
No tardó Sansón en descubrir a una vieja bruja, cornuda (según el Libro de Llan Dâv), con la blanca melena desgreñada, armada de un tridente de caza (lancea trisulcata, como dice el Libro de Llan Dâv, o el arma que designe la desconocida palabra bribetha) con incrustaciones de oro, que huía volando como una flecha por el intrincado bosque.
El santo no se asustó; puso el manto del fugitivo en su caballo, sujetó a las dos monturas y siguió caminando con ellas. No tardó en encontrar al monjecillo espantado, medio muerto en el suelo, ni en ver a lo lejos a la bruja que seguía huyendo valle abajo.
-¡Eh, tú! ¡Para! ¿De qué huyes? ¡Si Dios te ha dado poder sobre mí, aquí me tienes indefenso, pero si no tampoco quiero hacerte ningún daño! Pero ¿te quieres parar? ¡En nombre de Dios te ordeno que no adelantes un paso más!
La bruja se detuvo bien a su pesar y Sansón la encontró temblando de miedo y rabia, con el arma caída a los pies.
-¿Quién o qué eres tú, espantajo? -le dijo.
-Yo soy una enemiga de Dios y soy la última de mi gente que queda por aquí. Mi madre y mis ocho hermanas viven, pero en el bosque de más allá. A mí me trajo a éste mi marido, pero se ha muerto y por eso no puedo salir de él.
-¿No puedes hacer nada por ese mozo al que has dejado más muerto que vivo?
-Yo ni he hecho jamás ni puedo ni quiero ni sé hacer nada bueno.
-Pues para eso mejor te mueres. Muérete.
Y la bruja se cayó de lado al suelo, muerta.
Este encuentro me parece de extraordinario interés. La vieja canosa, desgreñada y voladora corresponde al aspecto invernal (y mortífero) de la diosa neolítica, tal como lo describe Gimbutas. Según ella, muchos rasgos de esta antiquísima diosa perviven en la imagen tradicional de la bruja.
En la bruja de la tradición europea perviven muchos aspectos de la antigua diosa invernal, según Gimbutas. Grabado de Durero. |
Ya que de la bruja no había conseguido nada, Sansón probó a tenderse sobre el joven, rostro con rostro, brazos con brazos y piernas con piernas, como se lee de Eliseo en la Biblia; y como aquél tuvo éxito y sanó al diácono. Gracias a Dios y a la santidad de Sansón, la bruja no lo había alcanzado con su tridente.
Cuando los dos viajeros llegaron, Amwn estaba aún con vida y se alegró de poder confesar a su hijo un crimen que había cometido tiempo atrás y que se había callado todo aquel tiempo. Sansón lo absolvió, le devolvió la salud y a petición suya le cortó el pelo porque había decidido entrar en religión. Los tíos y primos de sansón, su madre y sus cinco hermanos siguieron su ejemplo. Pero cuando le llegaba el turno a la única hermana, que era pequeñita, dijo:
-No, ésta no. Ésta no es buena para Dios. Van a tirarle demasiado las dulzuras y regalos del siglo. Pero aunque no tenga madera de monja, no la tratéis peor por eso, que también es persona.
Sansón, su padre y su tío Umbrafel se pusieron en marcha y llegaron a unos campos abrasados por donde cruzaba una huella de hierbas aplastadas como por un gran rulo.
Los familiares de Sansón cuchicheaban entre sí alarmados.
-¿Qué es esto? ¿Qué habláis?
-Esto debe de ser que ha pasado por aquí un dragón espantoso que hay. Y todo lo va quemando con el aliento y se mueve arrastrándose como una serpiente. Mejor será ahuecar el ala.
Dragón bretón. Saint Pol de Léon. |
El dragón, al oír los salmos que venía cantando Sansón detrás de él, levantó una cresta que tenía, que metía miedo, y se giró furioso. Cogió un bocado enorme de tierra y lo arrojó contra el santo; pero al ver que no se inmutaba lanzó un grito terrible, como si le hubieran clavado una espada, y se hizo una bola como si fuese una cochinilla.
-Venid, venid, que ya está.
Y cuando los familiares acudieron, vieron a Sansón jugando con el monstruo, trayéndolo y llevándolo de acá para allá con la punta de su báculo como una pelota. Cuando se hartó, le dijo:
-Mira, que ya nos has hecho perder mucho tiempo y has vivido bastante. Aquí se acaban tus días.
El dragón se desenrolló, levantó la panza formando un gran arco, vomitó el veneno que tenía dentro y se desplomó muerto.
Sansón volvió a su monasterio y poco después murió Pirón. Se dice que una noche se emborrachó y haciendo eses por el huerto se cayó a un pozo; aunque lo lograron sacar de allí con vida no duró mucho. El obispo Dubricio quería nombrar abad a Sansón, cosa a la que éste no estaba nada inclinado. Así que aprovechando que pasaban por allí unos peregrinos irlandeses que retornaban a su tierra desde Roma y que eran grandes filósofos, se marchó con ellos a conocer aquella gran patria de la sabiduría, Irlanda. Allí vivió una temporada hasta que pasó el peligro y volvió a Britania donde encontró una cueva para hacer vida eremítica con su padre y otros dos monjes. A su tío Umbrafel, en cambio, lo envió a un monasterio que había fundado en Irlanda. Y como a la cueva elegida lo único que le faltaba para ser perfecta era agua, hizo brotar milagrosamente un manantial.
Un día vio en sueños a tres obispos maravillosamente vestidos acompañados de una multitud de ángeles que lo obligaban a entrar en una iglesia a rezar y le decían que lo nombraban sumo sacerdote. Eran San Pedro, Santiago y San Juan Evangelista. Y cuando se despertó sintió que efectivamente la consagración había sido real y se veía investido de una dignidad superior. La misma noche, un ángel se había aparecido a San Dubricio mandándole nombrar obispo a Sansón. Obedeció, y durante la ceremonia volvió a descender sobre él la paloma celeste; y desde entonces fue habitual que bajasen ángeles del Cielo a ayudarle en la misa. cuando la oficiaba le salía por la nariz y la boca un resplandor como si fuese un horno lleno de fuego.
Uno de aquellos ángeles le dijo un día que era voluntad de Dios que pasase la mar. Antes de embarcarse, se despidió de toda su familia menos de su hermana, que estaba reñida con todos los demás por la vida disoluta y alocada que llevaba.
En aquellos tiempos todavía no se había impuesto del todo la fe de Cristo en Britania. Iba la comitiva del santo por Cornualles, con sus carros cargados de ornamentos litúrgicos y de libros cuando pasaron por un campo donde se celebraba una fiesta en honor de cierto ídolo. había competiciones, música y baile; la gente comía, bebía y lo pasaba bien. San Sansón empezó a predicar contra los falsos dioses y verdaderos demonios, pero sólo le hacían caso algunos que le aconsejaban que se marchara antes de que la multitud advirtiese su predicación y lo linchase.
Sucedió entonces que un niño que estaba corriendo a caballo se cayó y se desnucó.
-¿Puede vuestro Dios resucitarlo? ¿no? El mío sí, si renunciáis a adorar a los demonios.
Así lo hizo y convirtió a todas aquellas gentes.
-Pero seguimos teniendo otro problema -le dijo el que mandaba en ellos-; y es un dragón que vive en una cueva, en mitad de las tierras mejores y más fértiles que tenemos: por culpa de él no nos atrevemos a trabajarlas.
-¿No acabáis de ver que Dios todo lo puede? ¡Venid conmigo a ver dónde está el dragón ese!
Seguido de todo el pueblo encabezado por el niño resucitado, se internó en la cueva, ató al dragón con su cinto y tirando de él lo despeñó por un barranco.
-¡Pídenos lo que quieras y será tuyo! -le dijeron.
-Poca cosa: la cueva del dragón para vivir en ella de ermitaño. Voy a sacar un manantial de estas piedras...
Tiempo después, Sansón embarcó rumbo a Bretaña y caminando por el monte vio una gran cantidad de langostas.
-¡Hombre, cuánta langosta! O sea en latín locusta. Que viene diciendo locus, sta: "lugar; párate". Pues en este lugar nos paramos.
Allí cerca había una miserable barraca a la que el santo se acercó a ver si vivía alguien allí.
Le abrió un pobre hombre.
-Yo no es que viva aquí; es que tengo a mi mujer con lepra y a mi hija poseída por un demonio. Y me ha sido revelado que igual en este desierto un santo venido de allende los mares me las curaba.
-Pues ya tienes desgracia.
-No lo sabes tú bien.
-Este sitio bien podía llamarse Dol, o sea "duelo".
-Pues efectivamente.
-Pero tú ahora has tenido suerte, porque el forastero que esperabas soy yo. Y sean sanadas las enfermas en el nombre de Dios.
San Sansón cura a la leprosa. Catedral de Dol, Bretaña. |
Entonces irrumpe con fuerza San Sansón en la política de Bretaña y de Francia.
Francia padecía una larga guerra civil que enfrentaba a dos hermanos aspirantes al trono: Childeberto y Clotario.
Bretaña estaba dividida en varios estados independientes de hecho pero jurídicamente vasallos de los reyes francos.
El rey Conomor, aliado de Childeberto (prototipo del rey Mark de la leyenda de Tristán e Isolda), se había convertido en el verdadero mandamás de la Bretaña. Dominaba el centro de la Armórica y el León (Noroeste de la península) como conde de Poher y su ambición lo hacía tratar como protectorados a los reinos de Cornualla (Suroeste) y Bro Erec (Sureste) -del que llegó a intentar adueñarse más tarde por matrimonio con su princesa Trifina-, interviniendo en las querellas sucesorias que los sacudieron y entronizando a sus candidatos.
Quedaba la Domnonia, la parte nororiental de Armórica.
Allí reinaba Iona, enemigo de Conomor y aliado de Clotario. Su muerte accidental durante una cacería, dejando a la reina viuda con un hijo de corta edad, Judual, fue una magnífica ocasión para Conomor, que desde su posición de hombre fuerte de la región logró a la vez la regencia y la mano de la viuda de Iona. Tan providencial había sido aquel accidente que no faltó quien vio en él la mano del conde de Poher y la complicidad de la reina.
Pero el legítimo heredero, Judual, tenía sus partidarios y no dejaba de ser una amenaza para Conomor, que decidió eliminarlo. Judual y su madre, a la que imprudentemente declaró el rey consorte sus proyectos, lograron huir y se refugiaron en la corte del rey franco Childeberto, en París.
Childeberto, aunque aliado de Conomor, se quedó con Judual medio de huésped, medio de prisionero. Con aquella baza en la mano se aseguraba la lealtad de Conomor, si por casualidad se le ocurría al ambicioso bretón cambiarse de bando o alzarse con el trono de toda Armórica unida.
Sucedía que San Sansón era pariente de Judual, que descendía en línea directa de Riwal. Esta dinastía mantenía lazos de amistad con Clotario, el enemigo de Childeberto.
Childeberto (coronado) y Clotario asisten a una ceremonia oficiada por San Germán de Auxerre, el gran amigo y valedor de San Sansón. Manuscrito del siglo XIV. |
Según la Vita prima, la mujer de Childeberto, Ultrogoto, era una mala mujer y odiaba a Sansón.
La reina intentó por tres veces asesinarlo.
Primero con veneno: pero al hacer Sansón la señal de la cruz sobre la copa que lo contenía, se partió ésta en cuatro, y el vino emponzoñado, derramándose sobre las manos del que lo llevaba, se las corroyó hasta los huesos.
San Sansón y la copa envenenada. Catedral de Dol, Bretaña. |
Y por último soltándole un león, que el abad subyugó y fulminó con la mirada.
Ultrogoto y Childeberto quedaron asombrados y espantados y le prometieron devolver la libertad al príncipe niño.
-Querríamos pedirte un favor. Estamos padeciendo el azote de un dragón malísimo que todo lo devasta por dondequiera que pasa. Sabemos que ya has exterminado otros de su especie. Ayúdanos.
-Eso es coser y cantar.
El dragón, como todos los de por allí, vivía en una cueva. San Sansón se coló en ella, lo ató con el cinto y lo arrastró más allá del Sena.
-Dragón: métete debajo de ese peñasco y quédate ahí quietecito sin salir. ¿Me oyes?
Los reyes francos quedaron muy agradecidos y donaron grandes territorios a Sansón para edificar conventos. Judual con sus partidarios y la ayuda del Cielo impetrada por Sansón plantó batalla a Conomor y lo derribó de un flechazo. Conomor murió pisoteado por sus propios guerreros fugitivos y por los caballos.
Esto dice la Vida de San Sansón, pero otras historias dicen que después de esto Conomor se casó con Santa Trifina, a la que dio muerte junto a su hijo. Y que más tarde, cuando murió Childeberto dejando el campo libre a su hermano Clotario, el antes poderosísimo conde de Poher perdió todo apoyo y murió excomulgado.
La muerte de Conomor y el fracaso de sus ambiciones políticas marcaron el futuro de Europa. Se desvaneció la ilusión del Conde de Poher de establecer un reino poderoso unido por el Canal de la Mancha y que controlase su tráfico, con territorios en Britania y Galia. En vez de ello, Armórica permaneció dividida en minúsculos estados vasallos de los merovingios. Los abades de los grandes monasterios, verdaderos artífices de la caída de Conomor, disputaban a los reyes la supremacía política. A la larga, esta Britania desmigajada acabó sucumbiendo al empuje germánico tanto en las islas como en el continente.
Judual, en todo caso, subió al trono y San Sansón fue nombrado arzobispo de Dol.
Todavía venció a un dragón más, que asolaba la Domnonia, por el mismo procedimiento que los anteriores: a éste lo arrojó al Canal de la Mancha.
San Sansón tenía gran poder sobre los animales. De él también se cuenta el milagro de los pájaros encerrados (ver San Pablo de Leonís). Se dice que transformó en machos cabríos pestilentes e inútiles a toda una piara de excelentes cerditos que su ama tenía por costumbre soltar sin permiso en los pastos del monasterio.
Esta misma impertinente, una vez, metió a la fuerza a dos muchachas en las dependencias del convento donde estaba estrictamente prohibida la presencia de cualquier mujer. Las mozas salieron huyendo con risitas, llenas de vergüenza. No les ocurrió nada porque habían entrado a empujones y contra su voluntad. Envalentonada por el experimento, la dueña de los puercos se coló entonces resueltamente en el claustro de los monjes; quedó instantáneamente ciega y cayó al suelo fulminada por una repentina perlesía. La llevaron a casa en angarillas y el marido, que era un buen hombre, un tal Frogario, logró que el santo la perdonase y la curase.
Tras muchos años de arzobispo en Dol, Sansón, que fue muy longevo, recibió de Dios una dolorosa enfermedad como aviso de que se preparase a salir de este mundo. Murió en paz y durante su entierro se vieron resplandores celestes, se sintieron fragancias paradisíacas y se escucharon coros y orquestas de ángeles.
La fiesta de San Sansón se celebra el 28 de Julio.
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