lunes, 18 de junio de 2012

La redención del tributo (San Moling, parte 2)

Al legendario Tuathal Teachtmhar, que reinó en Tara en el siglo primero o segundo de nuestra era, se atribuye la división de Irlanda en cinco provincias. También fue él el que impuso a la de Laiginn su oneroso tributo, llamado en irlandés bórama y en latín bovaticum, de , "vaca".
La historia (titulada Boroma, está recogida en la Silva gadelica de Standish O'Grady y en el volumen XIII de la Revue Celtique, ambas consultables en línea en Internet Archive, por ejemplo, con traducción al inglés) fue así: Tuathal Teachtmhar tenía dos hijas gemelas bellísimas, Fithir y Dáirine. Eochu mac Eochach, rey de Laiginn, le pidió una de ellas por esposa, y como no había entonces costumbre en Irlanda de que se casase la hermana menor antes que la mayor, tomó a Fithir.
Pero cuando llegó a Laiginn, le dijeron sus súbditos:
-Has hecho el tonto: te has quedado con la peor hermana.
Esto lo decían porque era ahijada del rey de Connacht, mientras que la pequeña lo era del de Ulad, más poderoso.
-Todo tiene arreglo.
Eochu volvió a Tara.
-Rey Tuathal, tu hija, mi mujer, ha muerto. Sería mi deseo que me concedieras la mano de la otra.
-¡Vaya por Dios! -dijo Tuathal-. En fin: que sepas que si fueran veintiuna mis hijas todas te las daría una detrás de otra por la gran amistad que te tengo.
-No se hable más.
Eochu se llevó consigo a Dáirine; pero cuando la princesa vio a Fithir rebosando salud y comprendió el chanchullo de su marido y consentidora hermana fue tal el bochorno que se le vino encima que se le rompió algo por dentro y quedó en el sitio. Fithir, al verla muerta por su culpa, sucumbió al dolor.
Este trágico relato se ha comparado repetidamente al mito griego de las hermanas Procne y Filomela, víctimas de otro bígamo desaprensivo, Tereo, metamorfoseadas en golondrina y ruiseñor. (Tereo, cuyo irónico nombre es "custodio", acabó convertido en la pestífera abubilla, pájaro de muy mala fama en el folklore europeo y del que se dice en varias partes que construye los nidos con las boñigas que encuentra por ahí). 
Elisabeth Jane Gardner: Procne y Filomela.
En fin: Tuathal que se enteró del fin que habían tenido sus hijas declaró la guerra a Laiginn con Connacht y Ulad por aliados. Venció al cabo la coalición y se impuso a los derrotados el asfixiante tributo anual, el bórama.
Mucho tiempo después, Fionn Mac Cumhail (el Fingal de Ossian) tomó partido por los laginienses y consiguió que se interrumpiese el pago del tributo, pero no que se apagase el odio de Laiginn contra Tara. Y así sucedió que un año los de Laiginn asaltaron la fortaleza de Tara, encerraron a tres mil doncellas (treinta princesas con cien criadas cada una) en un edificio de madera y le prendieron fuego, de manera que no se salvó ni una de las mujeres. Esto, según los Anales de los cuatro maestros, sucedió el año 241 y fue causa de que el tributo se volviese a recaudar, y en condiciones más gravosas y humillantes que al principio.
Pero corrieron los siglos y Laiginn pensó que bastaba de pagar y se alzó en armas. Esto fue en tiempos del rey de Tara Finnachta Fledach, Finnachta el Juerguista, que reinó a finales del siglo VII.
Dijo el rey de los Uí Muiredaigh, que vivían al Sur del actual Kildare:
-Nunca hemos vencido por las armas. Es mejor que enviemos a un sabio que defienda nuestra causa, aprovechando la feria anual.
En Tara, como en otras ciudades de Irlanda, se celebraba una gran fiesta con feria, asambleas y competiciones: fiesta social y religiosa.
-Pues ¿a quién mandamos? ¿Quién será nuestro emisario?
-Moling, llamarada de fuego,
ola que hinche las riberas,
será remedio de todos.
Él es el jabalí que encabeza la piara,
la rama que descuella en la copa,
¡el hijo de Faolán, el profeta!
Moling no era especialmente parcial a favor de los suyos. Cuando estalló la guerra entre Laiginn y el vecino Osraige (Ossory), desastrosa para éste, impidió con sus oraciones que los de Laiginn se llevasen su enorme botín, dejando a los de Osraige en la miseria. Los ganados que conducían se negaron a cruzar la frontera y no hubo manera humana de moverlos, hasta que ya los de Laiginn vieron que era cosa de Dios y desistieron.
Pero aquella vez el santo veía que tenían razón sus paisanos. No era justo que pagasen por un crimen de hacía siglos.   
Moling compuso un cántico de alabanza al rey Finnachta, de la familia O'Neill, y fue a pedirle audiencia, acompañado de un poeta que lo recitase por él.
El poeta resultó ser un traidor, se aprendió el cantar de memoria y huyó decidido a vendérselo al rey como obra suya.
A su llegada Tara,  los vecinos y cortesanos recibieron a Moling a cantazos y tirándole tarugos de madera y toda clase de objetos; pocos se levantaron a hacerle honra.
Pronto se demostró que Moling era muy malo para adversario. Desencadenó sobre Tara una granizada que les aguó la fiesta y les hizo suspender los juegos y carreras. Sin embargo, por donde iba el santo, un claro se abría sobre su cabeza y lo acompañaba de manera que no se mojaba aunque estuviese diluviando alrededor. Los de Tara fueron a suplicarle que les dejase disfrutar de sus juegos y que pedirían al rey que accediese a su demanda. De pronto, se oyó un gran griterío lastimero.
-¿Qué es esto? -preguntó el rey- ¿qué son esos ayes?  
-Es -dijo Moling- que ha venido corriendo un ciervo, y los jóvenes se han arrojado a lanzarle sus venablos, y uno ha alcanzado a tu hijo en la pierna y lo ha matado. 
Caza del ciervo. manuscrito del siglo XIV.
Esto ha pasado por no recibirme con los honores debidos.
-Devuélvemelo vivo y te daré lo que quieras.
-Poca cosa por ser para ti; y en esta oferta entran tres artículos: la vida de tu hijo y el paraíso para ti y (cosa que no es ninguna baratija) mi propio poema de alabanza.
-Bien, pero ¡a saber lo que pedirás por todo el lote!
-Poca cosa: que aplaces el pago del tributo de Laiginn hasta el lunes.
-¿Eso? ¡Concedido! Y ahora, empieza por el poema.
-Finnachta de los O'Neill amanece como un sol,
Es el barco sobre las olas, la ola sobre la playa...
-¡Para, para! Ese poema ya está visto. Ya lo he comprado yo a otro.
-Porque me lo robó ese sinvergüenza; y si es suyo de verdad, que salga y lo declame.
El poeta se alzó y sin querer empezó a cantar tonterías:
-Dríbor drábor, ¡Jou, jey! 
Dríbor drábor, ¡Jou, jey!
Dringuilindrámbalar, ¡Jey, jorro!
Drúbar, drúbar, ¡Jorro, jey!...
Dio una voltereta en el aire, salió corriendo como alma que lleva el Diablo (y así era en verdad) y se lanzó de cabeza a un río, donde pereció ahogado.
Luego, por las preces de San Moling, resucitó el príncipe.
Emplazamiento supuesto del antiguo salón de banquetes. Tara, Irlanda.
Moling iba ya de regreso a casa cuando los druidas fueron a preguntar al rey:
-¿Qué le has concedido a ese Moling?
-He aplazado el pago del tributo hasta el lunes.
-Pues has hecho una patochada muy grande, porque ¿no te has dado cuenta que por aquí "hasta el lunes" quiere decir también "hasta el día del Juicio"?
-No había caído.
-Pues la has hecho buena.
San Adamnán, abad de Iona, que era amigo de infancia del rey, conoció por una visión lo sucedido y fue a toda prisa a reunirse con él.
-Luego lo veo -mandó Finnachta que dijesen al abad-: cuando acabe esta partida de fidchell (el fidchell era un juego de mesa irlandés).
El rey juega. Grabado del siglo XV.
-Decidle al rey que voy a rezar cincuenta salmos. Y uno de ellos va cargado con la maldición de que sus descendientes perderán el trono de Tara para siempre.
-Me importa un bledo -dijo el rey-. Quiero acabar la partida.
-Decidle al rey que voy a rezar cincuenta salmos. Y uno de ellos va cargado con la maldición de que su muerte no se hará esperar mucho.

-Me importa un bledo -dijo el rey-. Quiero acabar la partida.
-Decidle al rey que voy a rezar cincuenta salmos. Y uno de ellos va cargado con la maldición de que Dios no tendrá piedad de él.
-Bueno, venga: a ver qué quiere ese fraile pesado.
-¿Por qué sólo me has hecho caso a la tercera? -dijo Adamnán.
-Porque si mis descendientes suben o no al trono de Tara me importa un rábano y porque morir pronto o tarde me importa otro rábano, ya que he comprado ¡y bien cara! a Moling la promesa de ir al Paraíso. Pero si tú ahora me echas la maldición de que no se apiade Dios de mí, se plantea un conflicto que no estoy seguro de cómo se va a resolver.
-¿Has visto cómo te la ha jugado ese santo de Laiginn?
-Así es. No importa: lo traeremos prisionero y le obligaremos a que reconozca su engaño y lo deje sin efecto.
-Es lo único que puedes hacer -dijo San Adamnán.
Finnachta mandó soldados en su alcance, pero Moling, con la ayuda de Santa Brígida, principal abogada de Laiginn, y otros santos, hizo bajar una niebla milagrosa que lo ocultó de sus perseguidores.
Moling combatía a los druidas con sus propias armas. Como explican Le Roux y Guyonvarc'h en su libro Les druides, éstos tenían poder de provocar aguaceros y de hacerse invisibles por medio de nieblas mágicas.
Este don de invisibilidad se relaciona (así lo señala Carlo Ginzburg) con la capacidad de traspasar la frontera del Otro mundo: la invisibilidad es un poder que pertenece ante todo a las deidades infernales. También, por cierto, el oficio de conducir un transbordador, ejercido por este santo, es simbólico de esa familiaridad con ambas riberas de la vida.

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