sábado, 14 de abril de 2012

Paterno entre Gwent y Gwened

Nuestra fuente principal sobre San Paterno, cuya festividad es el 15 de abril, es la Vita Sancti Paterni, escrita en el siglo XI o a principios del XII. Aunque bretón armoricano de nacimiento, su actividad se desarrolló tanto en Gales como en Irlanda, y los hagiógrafos irlandeses se ocupan ampliamente de él.
Al nacer Paterno, sus padres Petrano y Gwean (Blanca) se separaron de común acuerdo, dedicando sus vidas a Dios, para que -dice el autor de la Vita- Paterno fuese no sólo santo sino hijo de santos. Petrano emigró a Irlanda, y Paterno, en cuanto su hijo tuvo uso de razón, preguntó a su madre si tenía padre, si vivía y dónde y por qué no estaba con su familia como los de los demás niños. Gwean rompió a llorar:
-Tu padre vive, sí: pero más para Dios que para el mundo. Vive en Irlanda, en continua oración y áspera penitencia.
-Pues lo que tengo que hacer para ser buen hijo es imitarle; porque el que es hijo del rey ansía llegar al trono como su padre; yo igual: yo reviento si no consigo ir por la misma senda que él.
-¡Lo que a mí me faltaba! ¡Después del marido, el hijo!
No mucho después sucedió que un gran enjambre de santos varones se preparaba a abandonar Armórica para fundar nueva colmena en Britania. 
No parece que tenga demasiado fundamento histórico este movimiento monacal multitudinario que narra la Vita.
Uno de aquellos monjes era san Catamano, nieto de Gwen Teirvron (Trespechos), de quien ya se ha hablado aquí como madre de los santos Jacuto y Winwaloe (ver Perro Feroz y Jacuto) y Paterno, ya mozo, fue elegido como uno de sus jefes más importantes a pesar de sus pocos años. A la cabeza de ochocientos cuarenta y siete monjes desembarcó y fundó su primer monasterio en Mauritania, 
Iglesia actual de Llanbadarn Fawr, acaso la antigua Mauritania.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/4d/EglwysSantPadarn_LlanbadarnFawr.jpg
que corresponde, según algún hagiógrafo, a la actual Llanbadarn Fawr en la costa oeste de Gales. Posiblemente el nombre fantasioso de Mauritania se deba al Fawr, que significa "grande" (irlandés mór).
Paterno prosiguió viaje hasta reunirse con su padre en Irlanda. 
Dos de las provincias de aquella isla estaban enzarzadas en una sangrienta guerra. Dios envió sendos ángeles a los obispos de aquellos reinos con la siguiente embajada.
-Si los dos ejércitos ven a la vez el rostro de un santo que acaba de llegar de Britania, vuestros dos reyes, airados uno contra otro, se aplacarán y harán las paces. De otro modo, no habrá manera.
Los obispos convocaron a las tropas y rogaron a Paterno que se situara entre sus haces. Su aspecto expulsó a los demonios de la guerra y se estableció paz y amistad perpetua entre los dos pueblos. Tras lo cual, Paterno, que echaba mucho de menos a sus monjes de Britania, regresó allí. 
La sorpresa que se llevó fue encontrar entre ellos a su amigo Nimanauc, que se había quedado en Armórica.
-¿Cómo tú por aquí?
-Me pesaba tanto tu ausencia que me puse en una peña a la orilla del mar, mirando con nostalgia a Britania y con tan grandes deseos de venirte a ver, que Dios endureció el mar y dio movimiento a la peña. De modo que ésta, resbalando sobre las olas como sobre un pulido y encerado cristal, me trajo a estas costas a la velocidad del viento.
Paterno empezó a fundar monasterio tras monasterio en la región. Pero el rey del Norte de Gales (Norgales, dirían nuestros libros de caballerías), Maelgwn Gwynedd, decidió invadir el Sur. Como Paterno era todo un personaje allí, se propuso hundirlo mediante una treta traicionera. Le mandó a dos enviados rogándole que le guardase en depósito un gran tesoro que llevaban en unos cestos: que entre los muros de su convento estaría seguro. Confiado, Paterno aceptó y se quedó con los cestos sin verificar su contenido, que no consistía más que en piedras y musgo. 
Cuando acabó la guerra, Maelgwn -el Príncipe Perro- reclamó su tesoro y como no aparecía por ninguna parte, acusó al santo, calumniosamente, de ladrón.
San Paterno se acogió al juicio de Dios y metió los brazos en agua hirviente, que se enfrió para él como si acabase de brotar entre las peñas de la sierra. Los portadores de los sacos, en cambio, sufrieron tan crueles quemaduras que murieron de resultas, y sus almas, transformadas en cuervos, salieron revoloteando por encima del río.
Todavía existía no hace mucho en Bretaña la creencia, atestiguada por Sébillot, de que las almas de los muertos malvados permanecían en la tierra en forma de cuervos. En Irlanda, según cuenta Eleanor Hull, las almas en pena toman la forma de pajarracos negros que vuelan y vuelan sin descanso.
En cuanto a la ordalía por inmersión del brazo en agua, aparece en la leyenda de San Gangulfo, avatar cristianizado del dios Lugu, cuya ave emblemática es precisamente el cuervo.
Pajarraco románico. Siglo XIII.
La venganza de Dios no se paró en los portadores del falso tesoro, sino que alcanzó al rey, que se quedó repentinamente ciego, cojitranco, dolorido de las rodillas y enfermo del corazón. Aterrado, acudió de rodillas al santo, que lo perdonó pero no logró quitarle los achaques. 
Entonces el rey, bien a su pesar, hizo a los monasterios de San Paterno importantes donaciones de terrenos y concesiones de privilegios, que le devolvieron, ellas sí, la salud; y ambos prohombres se despidieron en paz.
Uno de los monjes de San Paterno, que todos los días visitaba los bosques pertenecientes a la iglesia para recolectar frutos y plantas, faltó una vez al convento a la hora debida. Prolongándose su tardanza, cundió la inquietud y se organizó una batida con Paterno al frente.
-¡Hermano Rhys, hermano Rhys! ¡Mira que te llama tu abad y señor!
-¡Aquí! ¡Señor, aquí! -llegó una vocecilla delgada a los oídos del santo.
Era el monje Rhys, que había caído en manos de bandoleros. El infeliz había sido despojado de lo poco que tuviese, asesinado, y su cuerpo descabezado escondido en lo más hondo del bosque.
San Paterno encontró el cadáver decapitado junto a la cabeza; los juntó y bendijo y el hermano Rhys resurgió de entre los muertos, frotándose la garganta con la mano. San Paterno lanzó una maldición contra los malhechores.
Decapitación de un monje. Aquilea, siglo XII.
 http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/d/d2/Aquileia_Basilica_-_Krypta_Fresco_Enthauptung.jpg?uselang=es
La fama del milagro trascendió tanto que un día el gobernador de aquella provincia, un tal Eithir, pidió audiencia al obispo.
-¡Oh, Paterno!, los asesinos de tu monje eran hombres a mi servicio. Por supuesto, no obedecían órdenes mías al cometer sus fechorías y serán castigados como merecen. Pero por si me alcanzase sin comerlo ni beberlo tu maldición, me adelanto a presentarme ante ti.
-Has hecho bien; toda precaución es poca.
-¿Y si donase a tu monasterio unas preciosas tierras, feracísimas y situadas entre dos ríos, donde nunca falta el agua sino perpetuamente están verdes y son un deleite para la vista?
-Eso sería muy prudente por tu parte.
-Tenlas desde este instante por tuyas.
En esa época, cuando más honra y fama gozaba entre sus fieles San Paterno, tuvo lugar la famosa peregrinación a Jerusalén que emprendió junto a los otros dos grandes santos galeses Teilo y David, de la que he hablado otro día (ver Teilo el peregrino). En Jerusalén, los tres fueron agasajados con valiosos regalos y San Paterno recibió un manto maravilloso.
A su regreso, hallándose un día en su convento, recibió la visita de cierto reyezuelo llamado Arturo, el cual, viendo el manto, quedó prendado de él al instante y se lo pidió al santo.
-Yo te lo daría de mil amores, pero este manto sólo lo pueden llevar personas de buena vida, y no tiranos y ladrones como tú.
Ese caudillo de mala muerte que aparece en la Vita Paterni era ni más ni menos que el mismísimo rey Arturo. 
Arturo, en la literatura monacal y hagiográfica, por lo general dista de aparecer como el rey justiciero, virtuoso y casi mesiánico del ciclo narrativo bretón.
Arturo era muy aficionado a los mantos maravillosos. Entre sus tesoros estaban los llamados Pais Padarn y Llen Arthur, que volvían invisible al que los llevaba, y el Mantell, que mantenía al que lo vestía sin frío ni calor hiciese el tiempo que hiciese. Algunos sostienen que el Mantell y el Llen eran la misma prenda. 
Arturo con uno de sus mantos (el Mantell). Grabado de Aubrey Beardsley.
El rey, pues, se retiró enfurecido para volver a la cabeza de un pelotón de hombres armados dispuesto a llevarse la prenda por las buenas o por las malas.
Uno de los frailes corrió a avisar al abad:
-¡Ha vuelto el de antes! ¡Y viene pisando fuerte!
-Pues más le valiera pisar más flojo.
Porque, en efecto, al golpear Arturo el suelo con el talón, se abrió la tierra tragándoselo hasta la barbilla y lo aprisionó como en un puño sin dejarle más que la cabeza fuera. Y no lo escupió mientras no se apagó su ira y pidió humildemente perdón.
Interviene entonces en la historia Caradoc Vreichvras, Brazo Fuerte, al que los franceses llaman en sus novelas Briefbras (Brazo Corto), y que es protagonista de una extraña leyenda que no se trata de relatar entera ahora. 
El padre de este Caradoc, también llamado Caradoc (de Nantes y Vannes) había sido una de las víctimas del que llamo "cambiazo de la novia". Su mujer, Ysaíva (sobrina de Arturo por cierto, y del linaje de José de Arimatea), se había enamorado de un brujo llamado Eliavres; para poder disfrutar sin trabas sus adulterinos amores, el hechicero confundía la mente del marido, que pasaba las noches en compañía de diferentes animales sin darse cuenta de que no era Ysaíva lo que tenía en los brazos.
Caradoc Vreichvras fue marido de una mujer admirable, a la que los galeses llaman Tegau Eurfron y las novelas francesas Guignier. El famoso Mantell de Arturo, mencionado antes, le había pertenecido a ella.
Caradoc Vreichvras, personaje semilegendario, fue el fundador del reino de Gwent, al Sureste de Gales, y según la Vita Paterni quiso extender su poder a la Bretaña armoricana; pero los bretones exigieron, para sometérsele, la presencia de San Paterno.
El santo accedió a los ruegos de Caradoc y desembarcó junto a Vannes (Gwened en bretón). La máxima autoridad religiosa de Bretaña era entonces, siempre según la Vita, San Sansón, obispo de Dol. 
Sorprendido por la fama de Paterno, que se iba extendiendo como la espuma, Sansón decidió convocarlo.
-Dile que deje lo que tenga entre manos y que venga -aconsejó a San Sansón uno de sus monjes. 
Los mensajeros encontraron calzándose a Paterno que, obediente, se puso en marcha sin esperar a más y se presentó en Dol con una sola bota y una sola media.
Era un demonio el que había inspirado al monje los términos de la convocatoria, para hacer quedar en ridículo a Paterno.
San Paterno (derecha). Vidriera en la catedral de Vannes.http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/2/29/Bretagne_Morbihan_Vannes8_tango7174.jpg

Cuando lo vio llegar con una pierna desnuda y otra no, con facha verdaderamente ridícula, el monje estalló en escarnios y cuchufletas y cayó al suelo revolcándose de risa. Pero Sansón comprendió que el nuevo obispo (que lo era de Vannes) era un hombre santo y decidió compartir con él la supremacía religiosa.
Y he aquí que tropezamos otra vez con el motivo extendidísimo del personaje sagrado que aparece medio descalzo, como Jasón (ver En el país de los tuertos el cojo es el rey).
Al cabo de un rato, como el monje no cesaba de revolcarse, se examinó el asunto más de cerca y se vio que lo había poseído un demonio y que se debatía entre convulsiones infernales. Entre ambos obispos lograron exorcizarlo y, expulsado el diablo, el monje se arrepintió e hizo penitencia. 
En desagravio, San Sansón concedió a San Paterno la exención de todos los tributos que tuviese que pagar en Bretaña. 
Como se ve, San Paterno era un santo práctico, que hacía fructificar sus milagros en abundantes donaciones de tierras y otros beneficios de este siglo.
Sin embargo, San Paterno no acabó de congeniar con sus paisanos bretones y poco antes de morir abandonó su país, yendo a acabar sus días al reino de los francos.
En la cronología, la Vita Paterni está confusa. El único Paterno obispo de Vannes históricamente documentado vivió un siglo antes de San Sansón. Por entonces, Vannes no estaba en poder de los bretones, sino de los francos. 
Probablemente se tratase de un personaje distinto del San Paterno de Gales. La tradición debe de haber mezclado a estos dos santos, añadiéndoles además un tercero, San Paterno de Avranches.   


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