Santa Brígida de Kildare es la segunda santa del santoral irlandés. No cede en rango a San Colum Cille ni a ningún otro.
Caridad de Santa Brígida. Fresco de Lorenzo Lotto. |
Uno de los santos favoritos de Santa Brígida (y mirad que Santa Brígida conoció santos) fue San Ninnidh.
Ahora bien, es bastante equívoco este San Ninnidh: por un lado, Ninnidh era un nombre frecuente -al igual que el nombre femenino Nina o Ninna- y lo llevaron otros santos que se confunden con éste; por otra parte, se lo conoció por otros nombres parecidos y diminutivos cariñosos, de manera que es complicado discernir quién era quién.
Éste es el llamado Nenidio Mundimano, en irlandés Ninnidh o Nennidh Lámhghlán, cuya fiesta se celebra el 2 de Abril.
El erudito John Francis Shearman, a finales del siglo XIX, le dedica unas páginas de sus Loca patriciana donde identifica al abad Nennius, a Gildas, Manceno, Muginto y Niníne Éces, lod dos himnógrafos... Todo lo cual no hace más que añadir confusión.
Las noticias que existen relativas a Nenidio Mundimano son pocas y se encuentran en la Vidas de Santa Brígida, especialmente en las llamadas Vidas IV y V.
Fue el caso que iba un día Santa Brígida (que ya no era ninguna niña) en su carro con alguna de sus compañeras, cuando un chiquillo, que estaba jugando por el campo, salió disparado ante ellas como un faisán que levantase el vuelo espantado a su paso.
-¡Qué niño tan rico!
-¡Y qué mecha lleva!
-Cazadme ese gazapo, haced el favor.
Saltaron las monjas del carro y, corriendo, corriendo, pisándose los hábitos, echaron al final el guante al pequeño y lo llevaron a Santa Brígida.
-¿Qué pasa, chico: tienes miedo?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque me dan miedo las monjas.
-¡Qué barbaridad! ¡Pues si no mordemos!... ¿Cómo te llamas?
-Ninnidh.
-Corres mucho tú, ¿eh, Ninnidh?
-Sí.
-Y ¿adónde ibas tan deprisa? ¿Hasta dónde querías llegar?
-Hasta el cielo.
Yo creo que el niño lo dijo así, con minúscula, que en el lenguaje de los críos quiere decir "lo más lejos que se pueda imaginar". Pero Santa Brígida lo entendió con mayúscula, y si ya el chavalillo le había entrado por el ojito derecho por lo majo y vivaracho, entonces la acabó de encandilar.
-¿Hasta el Cielo, eh? Buena carrera es esa. Ahí voy yo también. Pero cuidado no te caigas por el camino.
-¡Soltarme!
-Ya te dejo, hijo, ya te dejo. Pero primero atiende, que te voy a hacer una profecía.
-¿Duele?
-No, no duele. Escucha: cuando yo sea viejecita y esté a punto de morirme, tú me darás el viático. Con tu propia mano.
-¿Qué es el viático?
-Nada, una cosa. Ya puedes irte a jugar. ¡Anda, raspa, que eres un raspa! Dame un beso. ¡Adiós, Ninnidh!
Estos besos no suelen gustarles a los niños ni poco ni mucho, pero el caso fue que Ninnidh quedó hondamente impresionado por aquella charla y no se le olvidaron las palabras de la santa.
Aquel breve encuentro había sembrado en una y otro las semillas de un afecto hondísimo, imborrable.
Y a medida que fue creciendo y sabiendo más cosas de ella, Ninnidh se fue convenciendo de que su profecía tenía que ser tan cierta como el Evangelio.
Llegó, pues, un momento en que se fue al herrero, llegó a casa con un paquete debajo del brazo, se lavó la mano derecha restregando con la mayor energía, sacó del paquete un estuche de latón en forma de manopla y se lo ajustó.
¡Ya hubiera querido que fuera de oro y pedrería!
Brazo relicario de San Pantaleón. Orfebrería renana. Siglo XIII. |
Aquel gesto ascético de Ninnidh tenía dos propósitos. Como aquella mano estaba destinada al sagrado deber de dar la extremaunción a Santa Brígida había que mantenerla a resguardo de cualquier contacto que pudiera mancillarla.
Pero, por otra parte, como la profecía tenía que cumplirse necesariamente, apartando aquella mano del mundo se prolongaría la preciosa vida de la santa. Por eso, Ninnidh cerró el estuche-manopla con candado, se dirigió a un puerto de mar y tras arrojar la llave al agua se embarcó para tierras lejanas.
Aquello era uno de los mayores sacrificios que podía hacer un irlandés: era equivalente a padecer martirio; de hecho se denominaba "martirio blanco". Pero todo era poco por santa Brígida, la monja que lo había sentado encima de ella de pequeño.
Hay que creer una de estas tres cosas: o San Ninnidh tardó mucho en decidirse a aprisionar su mano, y ya le había crecido todo lo que le tenía que crecer (cosa que no dan a entender las crónicas); o se le quedó atrofiada y canija por estar encerrada (es extraño que no hubieran mencionado las Vidas que era manco), o (y es lo más seguro) el metal fue dando de sí milagrosamente a medida que la mano y el brazo se iban desarrollando.
No se sabe gran cosa de las andanzas de San Ninnidh por el mundo, sobre todo porque se lo confunde con otros santos, como San Ninnian, el apóstol de los pictos. La Vida V de Santa Brígida dice que estuvo en Roma visitando la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo y que permaneció allí años estudiando; que frecuentemente lo visitaban los ángeles y conversaban con él.
Probablemente al autor de esa Vida se le cruzaron en la memoria las de dos santos: San Ninnidh (al que como digo a veces se llama Ninnian) y San Finnian de Moville, que según la leyenda sí que estuvo en Roma.
Durante una de sus muchas travesías marítimas los marineros del barco donde viajaba San Ninnidh pescaron un pez de extraño aspecto y tamaño.
Hurgando en las tripas del pescado. Battistello Caracciolo Tobías y el ángel (detalle). |
Grande fue la tristeza de San Ninnidh cuando pensó que había llegado para Santa Brígida la hora de despertar en el Señor. Sin embargo, no tardó en bajar su ángel a tranquilizarlo. El tránsito de la santa no era inminente, pero Dios había querido darle una lección de humildad: contra Sus designios no valen manoplas ni triquiñuelas.
Ninnidh regresó a Irlanda donde fundó un nuevo monasterio y disfrutó durante algún tiempo de la intensa y estrecha amistad de Santa Brígida antes de que le tocase cumplir la profecía.
No se sabe de su vida tras la muerte de la santa.
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