domingo, 18 de noviembre de 2012

El fuego libre del agua

En una reciente película sentimental de las de mucho llorar, dos enamorados convierten en testigo, símbolo y casi tótem de su pasión a un árbol milagroso. Milagro casi de nuestro tiempo aunque de tierras exóticas el de este árbol: un espino que, a raíz del fusilamiento de unos patriotas chinos durante la ocupación japonesa, en vez de las albas flores características -"plus iert blanche que flor d'espine en la Paschor (más blanca que flor de espino por Pascua)", dice el tópico francés medieval-, las da rojas.
La película es adaptación de una novela de la escritora china Ai Mi, que ha vendido millones de ejemplares.
Este milagro chino, fruto del patriotismo y del sufrimiento colectivo pero que acaba haciéndose emblema de pasión erótica no deja de recordar al otro babilonio de Píramo y Tisbe, donde es la morera la que con el cambio de color de sus frutos deja memoria eterna de la tragedia de los enamorados:
"el blanco moral, de cuanto
humor se bebió purpúreo,
sabrosos granates fue...", dice Góngora.
Píramo y Tisbe bajo la morera. Relieve gótico.
También el sentimiento religioso es capaz de causar mutaciones así en las plantas. En el lugar llamado "Cátedra de San Maudez" -San Mandeo, Maudeto o Mandeto-, en Bretaña, entre el Goëlo y el Trégorrois, hay o hubo también un espino que, desde la muerte de aquel santo, quedó fijo en el estado que tenía, sin crecer, enfermar ni secarse; y desde entonces si se arañaba o cortaba su tronco lloraba sangre. De esto da noticia Paul Sébillot, a la vez que de otros árboles hemorrágicos, en Le folklore de France.
Es San Maudez uno de los santos más populares de Bretaña, aunque (como es el caso de otros varios santos bretones) no era nativo de ella, sino irlandés ("Lux, splendor Yberniae" lo llama un antiguo himno editado junto con sus más antiguas vidas por La Borderie (Rennes: Plihon et Hervé, 1891. Consultable en línea en Gallica). Y unas antífonas, aludiendo a su poder curativo:
"Gaudeat Hybernia, terra transmarina,
per quam morbis omnibus datur medicina"...
Esta panacea irlandesa a que se refieren los antiguos versos es la virtud sanadora de San Mandeo y no el whisky, como podría parecer a primera vista.
Por el parecido de los nombres, en Bretaña a veces se confunde a Maudez o Modez con Maurice, pero nada tiene que ver este irlandés con el  de la legión Tebana y ni era soldado, ni negro ni egipcio ni mártir.
De su vida nos han llegado tres versiones antiguas. Las dos primeras conservan elementos muy arcaicos, aunque han sido retocadas o rehechas, especialmente la segunda, cuya redacción actual no se remonta más allá del siglo XIII. Esta vida segunda, en contraste con la parquedad narrativa de la primera, es la más rica en detalles, que no forzosamente han de responder a la imaginación del redactor ni a la contaminación con otros relatos.
Cuál fuera la patria chica de San Maudez es asunto difícil de averiguar. Las vidas recuerdan el nombre de sus padres, Gentusa y Ercleo, tras el cual tal vez se esconda un Erc, nombre bastante corriente en la Irlanda medieval.
Baring-Gould supone que la emigración de la familia de Maudez fue debida a circunstancias gravísimas: una guerra o una de las asoladoras epidemias que azotaron Irlanda durante los siglos VI y VII. No creo que sea preciso suponer un motivo tan catastrófico. Entre los distintos reinos y reinecillos de aquellas tierras occidentales el movimiento de viajeros y de poblaciones enteras era frecuente.
En lo que están de acuerdo varios hagiógrafos, entre ellos el humanista Roscarrock, es en que San Maudez, camino de Bretaña, se detuvo en Cornualles, donde se lo conoce como Mawes y dejó el recuerdo de algunas iglesias y fuentes curativas.
Ya he hablado alguna vez (ver, por ejemplo, Tres fuentes que encierran sangre) de la importancia en las leyendas (no sólo hagiográficas) celtas del elemento ígneo que se encuentra encerrado en el agua. Este fuego acuático es un elemento imaginístico panindoeuropeo al que ya Dumézil dedicó su atención en un estudio famoso sobre Neptuno, el irlandés nechtan y el indio Apam Napat, recogido en Mito y epopeya.
Dos milagros de los más famosos de San Maudez se refieren a este oxímoron del fuego acuático. 
La región de Tréguier padecía periódicas incursiones de piratas (de hecho, los primeros britanos fueron, parece ser, animados a colonizar aquellas costas para garantizar la seguridad del tráfico marítimo y de las poblaciones costeras). Los vecinos acudieron una vez, llenos de aflicción, a implorar el socorro de San Maudez.
-¡Tú puedes! ¡Haz que nos sean devueltos nuestros bienes y nuestros seres queridos!
-Yo lo máximo que puedo hacer es rezar.
Los piratas, que ya se iban de vuelta a su tierra cargados de botín, se detuvieron a hacer aguada para el regreso, tan inoportunamente inspirados que se dirigieron a la fuente milagrosa de San Maudez. Cuando el primero de ellos desmontó y hundió su cántaro o barrilillo en el agua, no bien mojó en ella la punta de los dedos prendió en ella una llama vivísima que lo consumió con caballo, barril y todo, en un santiamén, como si hubiese sido de leña seca. De los demás piratas, aterrorizados, una parte salió huyendo a las naves y no regresó más por aquellas regiones; otros se resolvieron a acudir, descalzos y en camisa, ante el santo, que los absolvió con tal de que restituyeran lo robado y desistieran de su vida criminal.
El otro milagro sucedió según la primera vida "recientemente, en tiempos del conde Hoel". 
Como este Hoel es el que fue conde Hoel V de Nantes y Cornualla y después (desde 1066) duque consorte de Bretaña, podemos deducir que la primera vida fue redactada o remodelada hacia finales del siglo XI.
Hoel poseía el ducado de Bretaña por matrimonio y al quedar viudo, parte de los nobles bretones no reconocieron su derecho y se alzaron en armas.
Durante las luchas civiles que siguieron, y que acabó venciendo Hoel, un grupo de guerreros quedó acorralado sin comida ni agua. Enviaron secretamente a uno de ellos tras el cerco enemigo en busca de ella. La encontró en una fuente milagrosa de San Maudez: agua deliciosa, cristalina, fresquísima. Llenó dos odres y se los echó a cuestas. Al poco tiempo la espalda empezó a picarle, escocerle y arderle como si llevase un costal de brasas. Corriendo despavorido se unió a los suyos, que reconocieron en aquel fenómeno la fuerza sagrada del santo y su (como hoy se diría) posicionamiento a favor de Hoel, a cuyas fuerzas se sumaron.
Para esto, sin embargo, habrían de pasar varios siglos desde la muerte de Maudez, al que me había dejado recién nacido en Irlanda, con sus padres.
-Todo el mundo entrega a Dios -dijo Gentusa, la feliz madre, a Ercleo- el diezmo de lo que cosecha. Nosotros hemos tenido, gracias a la bendición de Dios, diez hijos, y es justo que Le restituyamos lo suyo.
-Es verdad, ¿qué menos?: consagrémosle a nuestro hijo pequeño, Maudez.
-Cuando tenga siete años, lo pondremos a estudiar. ¿No te da lástima que no sea un paladín que haga temblar el mundo con los cascos de su caballo? ¿Seguro?
-No sería el primer clérigo que ganase batallas. Que estudie para cura se ha dicho.
Así lo hicieron, y el joven creció tanto en sabiduría y en santidad que pronto se extendió la fama de su ciencia y de los milagros que obraba, especialmente curaciones.
A pesar de su juventud, según la segunda vida, al morir el abad del monasterio donde estaba estudiando, rápidamente lo eligieron en su lugar. No solamente por sus muchas cualidades, dice sinceramente el texto, sino porque el ser de prosapia regia era una garantía de que afluyesen limosnas al convento y no se le disputasen sus posesiones.
La vida segunda refiere aquí que se desencadenó en aquel tiempo una gran epidemia en el reino de Ercleo. Él mismo, la reina Gentusa y sus nueve hijos seglares sucumbieron, dejando al país sumido en lo que hoy llamamos "un vacío de poder".
No tardó en aparecer un ambicioso que se creía con ciertos derechos hereditarios  a la corona y cuyo intento era legitimar sus pretensiones mediante el matrimonio de Maudez con su hija, doncella bellísima por cierto.
Los próceres del reino, a la fuerza, sacaron a Maudez de su retiro con el fin de sentarlo en el trono.
Cuando, al día siguiente, lo condujeron solemnemente a presentarlo a la novia, la sorpresa fue mayúscula.
-¿Con este montón de podre queréis que me case? -dijo la muchacha- ¡Mejor mil veces la muerte!
Lo que le mostraban era un leproso cubierto de pústulas, chorreando pus y con las carnes cayéndosele a pedazos.
San Maudez se había pasado la noche rezando para que Dios lo volviese repulsivo a ojos de la hermosa princesa y sus plegarias habían sido escuchadas.
-¿Éste es vuestro flamante rey? ¿Cómo pensabais colarnos esta carroña ambulante? ¡Vamos, hija, no aguantemos ni un minuto más esta burla! 
Maudez, al día siguiente, no sólo recobró su salud y apostura de siempre, sino que las vio duplicadas en premio de su firmeza en la renuncia a las glorias mundanas. Y temiendo que su frustrado suegro volviese a las andadas tomó una barquichuela y se cruzó a Bretaña con sus queridos discípulos Bothmael y Tudy.
Maudez Llegó a Armórica, a decir de la primera vida, en tiempos del rey Childeberto II, es decir de la guerra ensañada que alimentó el odio de las cuñadas Fredegunda y Brunequilda. Childeberto II era hijo de Brunequilda, princesa visigoda. Los reinos bretones se vieron envueltos en aquella contienda, que acabó teniendo desastrosas consecuencias para ellos.
Los francos ejercían una soberanía más teórica que real sobre la Armórica, cuyos nobles eran en la práctica independientes. 
Maudez desembarcó junto a la desembocadura del río Trieux y se quedó a vivir en el yermo, comiendo plantas salvajes y bebiendo agua de los manantiales.
El río Trieux, a su paso por Pontrieux, hasta donde llega la marea.
No tardaron los ermitaños en ser detectados por los monteros del rey de Domnonia al que el autor de la vida segunda llama Conde Daeg, y que probablemente fuese Deroch II (según la leyenda, padre de otro santo: San Cenydd o Kenneth). Daeg se compadeció de los monjes recién llegados y les concedió terrenos para levantar una iglesia y convento.
Esta buena disposición creció grandemente con otro suceso. Estaban un día jugando dos hijos de Daeg a hacer puntería con sus arquitos, cuando por accidente uno mató al otro de un flechazo y, aterrorizado ante la perspectiva de una tremenda azotaina, se sumió en lo más hondo del bosque.
Ante la desesperación del rey, Maudez resucitó al muerto, que se levantó llamando a su hermano; y éste, al conocer su voz, salió de su escondite.
Una vez, Maudez recibió la visita de una delegación de los pueblos comarcanos.
-Frente a nuestras costas hay una isla que permanece inhabitable por la mucha cantidad de alimañas que la infestan. ¡Líbrala de esa plaga!
-Si lo hago, ¿me dejáis que levante unas celdas pequeñas para vivir yo y mis pocos monjes?
-No faltaba más.
Según la vida segunda, Maudez obtuvo la isla en premio por la resurrección del príncipe asaeteado. 
Ningún barquero ni pescador se atrevía a acercarles por miedo a los bichos venenosos. Los dejaron en un islote próximo desde el que se podía cruzar en marea baja. Encaramados en su peñasco, los monjes rezaron y pronto un incendio voraz acabó con toda la enmarañada vegetación de la isla y sus dañinos habitantes. Fuertes vientos soplaron llevándose la broza quemada pero dejando el terreno cubierto de una fértil capa de ceniza.
San Maudez, pues, construyó allí su iglesia y habitáculos, semejantes probablemente a humildísimos chozos de pastores. Tal vez ocurriese en aquella época lo que cuenta de él una leyenda: estaba ocupado en la construcción de una iglesia cuando se dio cuenta de que le faltaban clavos y acudió a un vecino.
-Buen hombre, ¿te sobran algunos clavos?
-¡Vaya que si me sobran! -dijo sonriendo con tristeza- ¿Qué estás: clavando algo?
-Eso es.
-Coge los que quieras de esa espuerta.
-Dios te lo pagará.
Cuando terminó la obra, San Maudez volvió a dar las gracias al vecino.
-Ya sé por qué me decías que te sobraban clavos, y vengo a asegurarte que lo que has dado por amor de Dios no te será devuelto.
Conviene saber que al referirse a los clavos, el vecino había hecho un juego de palabras con los clavos que se producen en los diviesos, molestia a la que era extraordinariamente propenso y que lo traía mártir. San Maudez premió su generosidad con curarlo para siempre, y desde entonces se lo invoca contra esta dolencia.
San Maudez. Retablo barroco. Saint Ségal, Bretaña.
Probablemente también tenga que ver con esta dimensión férrea del santo su reconocida virtud de "soltar los hierros", las cadenas y prisiones y liberar a los cautivos. El clavo es también lo que apresa, como el tópico clavo que se echa a la rueda de la Fortuna o el que, cruzado en una S (en bárbaro jeroglífico), se marcaba en la frente de los esclavos.
Maudez, como el eslabón que libera la chispa encerrada en el pedernal, es hierro que desata el fuego contenido en los cristales del agua. 
Sébillot, en su libro La petite légende dorée, donde recoge tradiciones hagiográficas populares, cuenta que San Maudez invitó a San Andrés y San Fiacrio  para celebrar el final de la construcción de su iglesia. San Fiacrio vivió casi un siglo después que san Maudez; en cuanto a San Andrés, primero de los apóstoles, no se sabe que haya viajado nunca por Bretaña, pero eso no importa para la leyenda. Casi es menos verosímil que un santo tan asceta y penitente convidase a sus colegas a una comilona opípara, encargada a una vecina famosa por su buena mano en los fogones.
-¿Vamos a dar una vueltecilla para hacer apetito? -dijo San Maudez.
-Bien.
-Yo me quedo aquí echando una cabezadita -dijo San Fiacrio-; que suelo dormir la siesta del borrego.
Mientras estaba durmiendo San Fiacrio, llegaron los albañiles y viendo la mesa puesta no pudieron resistir la tentación de modo que a fuerza de probaduras dieron cuenta de todos los platos.
Para disimular su fechoría, esparcieron un puñado de migas por la pechera del fraile dormilón y le pringaron los labios de grasa.
Los otros dos santos, a su llegada, se indignaron contra él. Fiacrio comprendió en seguida lo que había pasado pero prefirió cargar con las culpas antes que exponer a los verdaderos culpables al castigo. Sabía que no les duraría mucho el enfado a sus colegas.
Desde que se instaló en su isla limpia de serpientes y otros bichos rastreros, San Maudez no se movió hasta su muerte ni aun después porque lo enterraron en ella. 
Después, probablemente en la época de las incursiones vikingas, lo trasladaron y sus reliquias se acabaron dispersando. Su cabeza estuvo durante mucho tiempo en la abadía de Beauport, frente a la isla de San Maudez (L'île Modez).
Ruinas de la abadía de Beauport, donde se conservaba
la cabeza de San Maudez.
Lo acompañaba en su retiro un pequeño número de ascéticos monjes, entre los que se destaca a Bothmael y Tudy, los discípulos más queridos, que se suelen representar flanqueando al santo. 
Bothmael y Tudy solían acudir a estudiar juntos a una roca llamada la Cátedra de San Maudez (esta Cátedra es distinta de la otra del espino, que mencioné antes, y que se encuentra tierra adentro). Viendo un demonio esto, decidió hacerles la vida imposible y cada día venía a distraerlos y a asustarlos apareciéndoseles en figura de una pavorosa serpiente de mar. 
Sabemos el nombre de este demonio: Tuthe o Cuche. Algunos diccionarios bretones recogen la voz actual teuz con el significado de "duende, trasgo".
También él era el culpable de que las obras de la iglesia no avanzasen, porque por la noche derribaba la mayor parte de lo edificado durante el día.
Los discípulos se chivaron al maestro, que se apostó al acecho del monstruo. En cuanto lo vio acercarse, salió corriendo detrás de él y lo puso en fuga. El monstruo creía verse seguro poniendo mar por medio y nadó a toda velocidad hasta otro farallón más alejado a que trepó. y desde él hacía burla a San Maudez, que había subido también él a un picacho rocoso de su isla para ver si lo avistaba. irritado el santo, cogió del suelo una piedra y se la arrojó a la bestia con tan insospechados y sobrenaturales fuerzas y puntería que le atinó en mitad de la cabeza y dio con ella en lo hondo de las aguas, de donde nunca más ha vuelto a salir, que se sepa, a molestar a los mortales.
Es un caso excepcional entre los santos sauróctonos el acabar con su dragón a cantazos; claro que David  no vaciló en emplear tan rústica y primitiva arma contra Goliath. 
Un día le dijo San Maudez a Bothmael:
-Aprovecha la marea tan baja que está y vete a tierra firme corriendo a por lumbre, que se nos ha apagado. Mira que no te entretengas, que el mar sube rápido.
Bothmael entró en la primera casa que encontró. Había una mujer calentando leche.
-¿Qué querías, chico?
-Que soy de ahí de los monjes de la isla, que si nos da un poco de lumbre que se nos ha apagado.
-Cómo no, hijo: pon la saya que te lleno la falda de brasas.
Bothmael, en su ingenuidad, levantó la saya y la mujer, por seguir la broma, se la llenó de brasas. Pero vio estupefacta que no la quemaban, como si fuese de amianto. El chico dio las gracias y salió pitando, pero a pesar de ello lo cogió la marea a mitad de camino. Se encaramó a una roca pero las olas subían y subían. la roca no era muy alta y la marea la cubría. Como Bothmael lo sabía, se resignó a esperar la muerte orando.
Pero la muerte no llegó, porque gracias a las plegarias conjuntas de Maudez y de los dos discípulos, la roca se iba elevando sobre el nivel de las olas a medida que éstas iban hinchándose y cuando las aguas alcanzaron su mayor nivel el monjecillo no se había mojado aún ni la punta del pie. Al retroceder la marea, Bothmael regresó corriendo a la isla con las brasas aún encendidas en el regazo de la saya. De nuevo la fuerza sagrada de Maudez había triunfado sobre la enemistad del fuego y el agua.
A la tumba de San Maudez concurrían multitudes de peregrinos en busca de la salud. El poder vermífugo que le había permitido sanearla también se aplica a los que acuden a su intercesión para desembarazarse de la solitaria y demás gusanos parásitos. La receta consiste en hacer un barro con tierra  del cementerio y agua de la fuente milagrosa y untárselo:
"Terra cimiterii, fonti dum miscetur,
si pertacta fuerit, vermes expellentur".
La festividad de San Maudez se celebra el 18 de noviembre. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario