domingo, 10 de marzo de 2013

Bajo el rey Constantino (nuevas divagaciones sobre el penitente voraz)

1. La dama Gwendolaine, ardiendo en pasión por el caballero Sampeur, escapa de las ofensas de su brutal marido Sir Torm. Sampeur, tan enamorado de ella como virtuoso, en un desgarrador sacrificio la convence de regresar al domicilio conyugal, a pesar de sus conmovedoras súplicas. Irrumpe el marido ultrajado y mata a Sampeur, que, moribundo, tiene tiempo sin embargo antes de expirar de reiterar sus edificantes consejos a Gwendolaine. Ésta pide y obtiene el perdón de Sir Torm. El matrimonio, reconstruido, dura felizmente largos años.
John William Waterhouse, Lamia y el soldado.
2. El caballero Kathanal, para huir de su amor apasionado de Leorre, mujer de Sir Reginault, emprende la Demanda del Santo Graal. Orgullosa de él, Leorre le confiesa en el momento de la partida que ella también lo ama. Tras una vida de oración y combates, Kathanal alcanza la mística visión del Graal. Muy lejos, en su castillo, esto le es revelado a Leorre, que se ve henchida de una paz y una alegría sobrenaturales.  
3. El joven escudero Christalan, huérfano del caballero Noel (muerto en plena juventud) es enviado a la corte real para dar cima a su ardiente vocación caballeresca. Por desgracia, la víspera de velar las armas les es devuelto a su madre (Agathar) y hermana (Greane) en lamentable estado. En un combate, por tomar la defensa de un caballero bellacamente atacado, ha resultado malherido e impedido de por vida para llevar las armas. Un día, distrayendo su pesar como solía por las soledades del bosque, sorprende la conversación de unos malandrines que pretenden dar muerte al rey a traición. Es descubierto, pero al tomarlo por un ángel o espíritu, los conjurados huyen despavoridos. Sacando fuerzas de flaqueza, Christalan corre a prevenir al rey en un supremo esfuerzo que le cuesta la vida. Cae exhausto a los reales pies, pero expira con la satisfacción (para él y su familia) de verse armado caballero in articulo mortis.
He aquí los argumentos de los tres poemas narrativos Sampeur, Kathanal y Christalan que  forman el libro Under King Constantine, de Katrina Trask.
No deja de ser curiosa la función del amor y de la mujer en cada uno de ellos. En el primero, en el camino de perfección caballeresca, es tentación y obstáculo que debe salvarse mediante el sacrificio y a costa de la vida.
En el segundo, donde vuelve a ensalzarse la abnegación y la renuncia, la mujer es por el contrario el acicate que espolea al héroe por el camino de la demanda y caballería a lo divino. 
William Dyce, La partida de los caballeros en demanda
del Santo Grial
(detalle).
En el tercero, la mujer (desdoblada aquí en madre y hermana), totalmente sublimada, se aleja por completo de lo erótico. La madre, semejante a la de Perceval en la leyenda artúrica, vive para honrar la memoria del marido muerto y en el perpetuo temor (y orgullosa certeza) de que su destino se repita en el hijo, mientras que la hermana, varón frustrado, se resigna a que su condición femenina le vede vivir plenamente los ideales caballerescos. Una y otra están para sostener, cuidar y alentar al varón de la familia, abrumado por el infortunio y convertido en una especie de Rey Pescador adolescente (anulado por tanto como caballero y hombre hasta que, una vez más, el sacrificio de la vida le devuelve su plenitud).
De manera que para ser buen caballero no hay más remedio que renunciar al amor y estirar la pata, ya sea literalment, ya de modo figurado muriendo para el siglo y consagrándose a la Gran Obra que es la Demanda. No sin razón dice el estudioso Alan Lupack que los poemas están pidiendo a gritos una interpretación psicoanalítica. 
Fue éste el primer libro de su autora, aunque no el primero en ser publicado. Katrina Trask, de soltera Nichols, fue una muchacha de familia adinerada. Su primer marido, un importante banquero e industrial en distintos campos, desde la prensa a la electricidad, siempre la apoyó en su actividad literaria y filantrópica. También el segundo, con el que casó años después de que el primero muriese en un accidente ferroviario.
El segundo marido había sido socio y amigo del anterior. Todos pertenecían al mismo medio de industriales ilustrados y progresistas estadounidenses.
Yo no sé si hoy día tendrán muchos lectores las narraciones caballerescas de Trask. 
Su dependencia de las poesías de tema artúrico de Tennyson está clara, especialmente en la discusión mantenida en el último poema por Christalan y su hermana Greane acerca del personaje de Elaine, la dama de Shalott, a la que Christalan defiende frente a su hermana. Greane censura la audacia de Elaine al confesar su amor a Lanzarote. El amor, arguye Christalan, es a las mujeres lo que la gloria a los varones: valor digno de dar por él la vida.
La trágica historia de la dama de Shalott aparece ya en el Novellino y en La mort le roi Artus en el siglo XIII, aunque hasta Le Morte d'Arthur de Thomas Malory en el XV no recibe la desesperada doncella el nombre de Elaine.
Fue éste uno de los episodios de la leyenda artúrica favoritos de los artistas y poetas de la época victoriana. Por un lado muestra y ensalza una devoción amorosa mantenida con firmeza fatal hasta la tumba; por otra parte defiende unos valores morales tradicionales, a pesar de la desenvoltura de Elaine: al fin y al cabo son los amores adúlteros de Lanzarote los que le impiden fijarse en la muchacha que con tanta abnegación  le hizo de enfermera. Un episodio tópico, por cierto, el de la enfermera enamorada, que encontramos desde la leyenda de Tristán hasta la novela histórica de nuestro Romanticismo (en Los hidalgos de Monforte, de Benito Vicetto, por ejemplo). Además, la leyenda de Elaine es rica en símbolos: es el principal el barco que Elaine convierte en ataúd y en el que se deja arrastrar aguas abajo hasta Camelot y hasta la muerte. El barco, como ya se ha señalado en repetidas ocasiones, es trasunto evidente del seno de la madre (como lo son el cesto de Moisés, el cofre de Dánae). 
Elaine es, en el poema de Tennyson, tejedora por excelencia: 
..."There she weaves by night an day
a magic web with colours gay"
(ya he hablado también repetidamente de la tejedora), pero aquí se produce un barroco juego de reflejos: la doncella, encerrada en su torre como una nueva Dánae, no ve el mundo más que a través de un espejo, en forma de sombras: "per speculum in aenigmate", como dice San Pablo en 1 Corintios, 13, sombras que traslada a su tapiz, haciendo de él un espejo del espejo. De modo que la tejedora (figura del destino) es presa entre las mallas de otro hado tejido por poderes que la superan; y cuando en un relámpago de glorioso sobresalto y terror descubre a la vez el mundo y a Lanzarote, comprende su destino: "The curse is come upon me!" "¡Me ha alcanzado la maldición!"
Enredada en su propia tela. Elaine mirando
a Lanzarote
. John William Waterhouse.
Yo no sé, digo, si habrá mucha gente hoy que lea estas leyendas de Katrina Trask, que en lo convencional, almibarado y profuso de sentimientos elevadísimos supera con creces a su modelo (lo cual no deja de tener su encanto). 
Como ya dice el título del libro, las andanzas de sus refinados y exquisitos caballeros y damas transcurren bajo el reinado de Constantino, sucesor del rey Arturo que, aunque no se le iguala (¡hasta ahí podíamos llegar!),
..."deserved his right to wear
The crown he wore; for he is brave and strong,
Mighty in battle, bountiful in peace"...

..."se ganó el derecho a llevar la corona
que aquél llevó, pues es valiente y fuerte,
poderoso en la guerra, dadivoso en la paz"... 
y aseguró tiempos de sosiego y prosperidad a su reino.
Lo cierto es que este rey Constantino no siempre tuvo tan buena prensa.
Gildas, que lo menciona como contemporáneo suyo en De excidio et conquestu Britanniae, escrito a mediados del siglo VI, lo cita entre los tiranos que asolaban Britania. Después de saludarlo con el apelativo de "cachorro tiránico de la leona inmunda de Dumnonia"(la Dumnonia abarcaba la Britania del Suroeste, Devon y Cornualles), cuenta de él que disfrazado de fraile asesinó a lanza y espada a dos niños príncipes, refugiados en el regazo de su madre y acogidos al asilo de la Iglesia, a pesar de haberles jurado inmunidad. La sangre de las víctimas mancilló los altares del santo sacrificio. Se veía venir tanta maldad en un vicioso que había repudiado a su mujer para entregarse a placeres perversos y bestiales, al que Gildas compara con Gomorritas y Sodomitas.
Monmouth, ya en el siglo XII, explica los hechos con más detalle, aunque no sin cierta confusión. Según él, hubo tres reyes Constantinos en Britania.
Contantino I es el gran emperador Constantino, hijo de Santa Elena. 
Constantino II, hermano del rey de Bretaña, fue padre de tres hijos: Constante, Ambrosio Aurelio y Uterpendragón (futuro padre de Arturo). Murió apuñalado a traición por un picto. Esto planteaba un problema sucesorio, puesto que los dos hijos menores eran pequeños y el primogénito era monje. Con todo, el monje se coronó, alentado por el ambicioso Vortigerno ("Superseñor" en britano) que hizo de él su títere y finalmente se las arregló para que le dieran muerte unos mercenarios pictos y así, no contento con el gobierno real, adquirir también el cetro.
Vortigerno es el monarca tristemente célebre por haber llamado a los anglos y sajones a Britania, según la leyenda.
Los otros hijos de Constantino II se refugiaron en Bretaña junto al rey Budic (ver Teilo el peregrino y San Fingar) y regresaron andando el tiempo para vengarse de Vortigerno, al que abrasaron dentro de uno de sus castillos.
Baring-Gould identifica a Constantino II de Britania con la figura histórica de Constantino III, que fue emperador romano desde 407 hasta 411 y también tuvo un hijo llamado Constante. en las crónicas galesas se llama al padre Cystennin Fendigaid (Constantino Bendito) y al hijo Cystennin Fychan o Cystennin Llydaw (Constantino el Chico o Constantino de Bretaña).
Constantino III (de Britania, no el emperador romano al que acabo de referirme), hijo de Cador de Cornualles, fue el sucesor designado por Arturo. Según Monmouth subió al trono en 542, lo que cuadra con las fechas de Gildas.
El enemigo de Arturo, Mordred, había muerto en la guerra contra el rey. Recordemos que según Monmouth Mordred era hermano de Galván (hijos ambos de Lot y Anna, la hermana de Arturo). Pero Monmouth es confuso respecto de la escurridiza Anna. En otro lugar la hace mujer no de Lot, sino de Budic de Bretaña. Y afirma también que era hermana de Uterpendragón y de Ambrosio Aurelio. Por tanto, hija de Constantino II y no hermana sino tía de Arturo.
Este carácter borroso da que pensar si no se oculta detrás del personaje una de esas antiguas deidades de la soberanía, identificadas con su territorio, tan frecuentes en la leyenda irlandesa y galesa. Especialmente cuando pensamos en la diosa irlandesa Anu, difícilmente distinguible de Danu, a quien deben su nombre los Tuatha dé Danann.
El rey lo es porque se desposa con la soberanía: por eso no es de extrañar lo que Monmouth indica, que Mordred, además de disputarle el reino a Arturo, le arrebató a Ginebra, con quien vivía abiertamente en adulterio.
En crónicas y novelas posteriores, Mordred es hijo de Morgausa (que así se llama en éstas la mujer de Lot) y de Arturo. Hijo incestuoso puesto que Morgausa es hermana de madre de Arturo (hija de Yguerna o Ygraine y Gorlois).
De todas maneras, también Constantino III estaba estrechamente emparentado con Arturo, puesto que su padre Cador era hijo de Gorlois e Ygraine, hermano pues de Morgausa.
Muerto Mordred, sus hijos continuaron la guerra aliados con los sajones. Constantino II los persiguió y les dio muerte en sendas iglesias donde estaban refugiados. Éstos son los príncipes a que se refiere Gildas, sin duda.
Algunos antiguos cronistas, escoceses sobre todo (Hector Boece, George Buchanan), sostienen que siendo Anna hermana de Arturo, su hijo Mordred tenía efectivamente derecho a la sucesión (y tras él sus hijos), y no Constantino III. Los escoceses, porque Lot, marido de Anna, es el rey epónimo del Lothian, la región de Edimburgo.
Buchanan, incluso, recurre a un barroco expediente para explicar la confusión de Annas: había una, hermana de Uterpendragón y madre de Mordred, y otra del mismo nombre, hija bastarda de Uterpendragón, habida en una concubina.
La venganza divina por el sacrilegio alcanzaría a Constantino años más tarde; Monmouth no dice cómo.
Según distintas fuentes galesas e irlandesas, el arrepentimiento y conversión del rey Constantino ocurrieron por los años 587 a 589. La Vida de San Petroc, recogida en las Acta sanctorum el 4 de junio, narra cómo estando un día San Petroc en oración, fue interrumpido por los monteros de un hombre rico que venían en persecución de un ciervo. 


Caza del ciervo. Fresco románico.
El hombre rico se llamaba Constantino, pero no se dice que fuese rey. Como el ciervo buscó la protección de Petroc, los cazadores no se atrevieron a hacerle daño y refirieron todo el suceso a su amo, que, furioso, se precipitó espada en mano contra Petroc. Una brusca parálisis frenó en seco su ataque y Constantino quedó sin movimiento hasta que se lo devolvieron las oraciones del santo. Ésta fue la ocasión de la conversión.
El Breviario de Aberdeen, ya del siglo XVI (puede leerse en línea), da un motivo menos milagroso, pero no menos romántico: Constantino, hijo del rey Paterno de Cornubia, estaba casado con la hija del rey de la pequeña Bretaña, o sea Bretaña armoricana. Al morir ésta, Constantino sufrió una honda crisis espiritual que lo llevó a abandonar su reino y marchar a Irlanda, donde se hizo monje.
La mayoría de los textos, sin embargo, afirma que antes de cruzar a Irlanda pasó una temporada en el monasterio de San David de Gales. 
En Irlanda, el lugar que eligió para quedarse fue Rathin, el monasterio fundado por San Mochuda: "Constantin rí Rathin", lo menciona el Santoral de Óengus (San Constantino rey, de Rathin). Por su modestia, se quedó en el convento como hermano lego.
En el Breviario de Aberdeen se lee que a Constantino le dieron en Rathin la pesada tarea de moler el grano, labor penosa que llevaba con paciencia. Pero en una ocasión, un monje que se había quedado a solas con él sin que él se diese cuenta le oyó exclamar:
-¡Ah! ¿Y yo soy Constantino, el gran Constantino, el poderoso rey de Cornubia? ¿Yo, que ahora llevo la tonsura, soy el que tantas veces he llevado el yelmo en la batalla y yo que visto estos hábitos soy el que tantas veces he revestido los arneses guerreros? No, no puede ser: yo no soy aquél.
El monje escondido no perdió un minuto en revelar lo que había escuchado y a Constantino se le hicieron los honores que merecía su rango: se le ordenó sacerdote y se le envió a predicar a los paganos.
El  Santoral de Óengus añade algún detalle curioso. Dice, por ejemplo, que tenía un apetito tan voraz que se comía la ración de cien y se le daban, además, los restos de todo el convento. San Mochuda le hizo la señal de la cruz sobre la boca y se le curó aquella bulimia.
En realidad, este rasgo nos recuerda a algunos seres mitológicos de prodigiosas tragaderas, como Thórr, Gargantua o, en Irlanda, el mismo Dagda. Personajes que casi en los tiempos actuales, sin su carga sagrada, sobreviven en héroes de la cultura popular como Obélix o los Taurus y Goliath de los tebeos españoles.
Gustave Doré, La infancia de Pantagruel.
De todo esto ya he hablado en una entrada dedicada a San Constantino (ver El penitente voraz; pero ver también El santo de los calderos).
El Santoral de Óengus y otros santorales irlandeses están bastante confundidos con este santo, al que unas veces hacen hijo del rey Fergus, de los pictos, discípulo de San Columba en Iona, amigo de san Mungo o Kentigerno de Glasgow...
Parece que se han mezclado en uno sólo distintos personajes del mismo nombre (Constantino era bastante frecuente) o que se le han atribuido rasgos tomados de figuras legendarias.
Por ejemplo, ya hemos mencionado la bulimia y el caldero gigante (ver El penitente voraz). Pero un detalle curioso es que de San Constantino se cuenta que murió desangrado al haberle cortado un brazo los piratas (vikingos según algunas versiones). Ahora bien, si pensamos en la mitología irlandesa no puede dejar de venírsenos a la cabeza el rey Nuadu de los Tuatha dé Danann, que perdió el trono al haberle cortado un brazo los Fomoré, criaturas maléficas y monstruosas que venían de allende los mares... Como es sabido, Nuadu tuvo más suerte que Constantino, porque el protésico de los Tuatha dé Danann le implantó momentáneamente un brazo de plata que funcionaba como uno de verdad y más tarde se le regeneró uno de carne y hueso.
En consonancia con este prestigio mitológico, del rey Constantino, sucesor de Arturo, se dice que está enterrado en Stonehenge, el monumento construido por el mismísimo Merlín.
Constantino, como sucesor de Arturo, ha aparecido repetidamente como personaje en numerosas producciones literarias desde el Romanticismo y sigue apareciendo hoy día. A través de la guía Guide to arthurian Literature and Legend de Alan Lupack se le puede ir siguiendo la pista a través de la literatura contemporánea y especialmente en la novela popular. Katrina Trask, que me servía para comenzar esta entrada, es un ejemplo entre muchos, que abarcan desde la poesía más o menos lírica o filosófica a la novela para público juvenil o la fantasía heroica de espada y brujería.
La fiesta de San Constantino varía según los calendarios; el Santoral de Óengus la sitúa el 11 de Marzo.

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