lunes, 19 de julio de 2021

Hibernia caucasica

    Leyendo las últimas Esquisses de Mythologie de Dumézil me encuentro con un  curioso relato perteneciente a la tradición oral de los osetas. 
    Los osetas, pueblo del Cáucaso, son los únicos iranios que hoy día subsisten en Europa, y por lo tanto los únicos descendientes de ese gran conjunto de pueblos que antaño dominó gran parte de nuestro continente euroasiático y al  que los griegos llamaron “escitas”.
    El cuento se relaciona con una antiquísima tradición indoirania pero que encuentra lejanos paralelos por todo el ámbito indoeuropeo, incluso en Escandinavia. Su prototipo consiste en que una mujer elige marido entre dos o más candidatos, dos de los cuales son gemelos: son los Ashvin de la tradición hindú. En la elección ocurre un engaño o un malentendido y el matrimonio suele tener mal fin. Al final, los gemelos son admitidos entre los dioses.
    La narración oseta es como sigue:
    Los Nartos –el grupo de héroes que protagoniza las gestas osetas-  poseen  un manzano que cada día da una manzana: una sola. Todas las noches, alguien se la roba. Deciden montar guardia por turnos y cuando les toca a los gemelos Æxsar y Æxsærtæg descubren a los ladrones, que son tres pájaros. Los pájaros logran huir, pero uno de ellos, herido, va sangrando y Æxsærtæg le sigue el rastro, que se pierde en un gran lago. Decidido, se zambulle, dejando a su hermano en tierra. Bajo el agua encuentra a una pareja con sus tres hijas. Una de ellas está en cama, herida. Eran ellas las que, transformadas en pájaros, acudían cada noche a robar la manzana. Æxsærtæg, que había ido recogiendo la sangre derramada, cura con ella a la muchacha herida, llamada Dzerassæ, y se casa con ella. Al cabo del tiempo, nostálgico, decide regresar a su tierra con su mujer. La deja esperando en su cabaña y parte en busca de su hermano. Este, entre tanto, llega a la casa y la encuentra allí. Dzerassæ lo recibe como buena cuñada, pero el otro gemelo, al volver, sospecha que Æxsar ha burlado a su mujer y la ha gozado valiéndose de su parecido. Furioso de celos, lo mata. Demasiado tarde, Dzerassæ deshace el engaño y Æxsærtæg, desesperado, se suicida. Tiempo después, Dzerassæ vuelve al fondo del lago. 
Escitas de guardia
(Wikipedia)

    Esta es una historia parecida a tantas otras que se encuentran esparcidas por diversas tierras y que tienen por asunto el matrimonio o los amores de un humano con una mujer sobrenatural que, tarde o temprano, muere o parte reclamada por el mundo al que pertenece. Es, en suma, la historia del cuento de La sirenita  de Andersen, de las leyendas de mujeres del pueblo silkyestudiadas entre los hojalateros escoceses por Javier Cardeña (Ver Diosas marinas y fenómenos de feria), de las mujeres-pájaro de Las mil y una noches o de la novela El tiempo de la noche(To walk the night) de William Sloane. 
    Al leerla me vino a la cabeza un episodio de la épica irlandesa medieval, que se narra brevemente en la historia del casamiento de Cú Chulainn (Tochmarc Emire; hay traducción castellana en La embriaguez de los Ulates) y de modo más amplio en la de la muerte de Lugaid y Derbforgaill (Aided Derbforgaill, texto que ha sido bastante estudiado y discutido desde hace tiempo), y que puede encontrarse en línea en varios sitios; por ejemplo, en el original y en traducción inglesa con un amplio estudio de Kicki Ingridsdóttir, aquí.
    Cú Chulainn, el gran guerrero del Ulster, va un día con Lugaid Réoderg a orillas de Loch Cuan (Strangford Lough en inglés), la enorme ensenada del Noreste de Irlanda.
 
Una vista de Loch Cuan
(Wikipedia)

Lugaid Réoderg, que quiere decir Lugaid Cielo Rojo, es un personaje curioso. Fue elegido rey supremo de Irlanda, pero en su entronización la piedra ritual, la Piedra del Destino, no quiso dar su grito como solía en la coronación de todo monarca legítimo. Así que Cú Chulainn la emprendió a golpes con ella y la estropeó, de modo que no volvió a gritar nunca más. 
Cú Chulainn quería mucho a Lugaid porque era este, según unos textos, su hijo adoptivo; su hermano adoptivo según otros.  Bernard Sergent, que estudia a ambos en su libro Celtes et Grecs I. Le livre des héros, les encuentra muchos parecidos con la pareja de Aquiles y su hijo Neoptólemo. Para empezar, los dos hijos son rojos de aspecto y de nombre, porque Neoptólemo también tenía el de Pirro, o sea ‘colorado’ o ‘pelirrojo’, ‘color de fuego’: la misma raíz está en Pirro y en pira.  
El pelirrojo Neoptólemo. Andrómaca y Pirro, por Guérin 
(Wikipedia)

    Esto del color encarnado y reluciente también se da en otros héroes indoeuropeos que Dumézil considera equivalentes a los Ashvin, como los armenios Sanasar y Balthasar, el que podía aventajar en arreboles al sol mismo.
    Que Cú Chulainn y Lugaid fueran hermanos o fueran padre e hijo no varía mucho para este caso, porque los dos hermanos del cuento original se ven sustituidos a veces por un padre y un hijo, como en la variante germánica del mito, que protagonizan Njördhr y Freyr, en la armenia delos dos reyes Aray, padre e hijo, o en la persa de Luhrasp y Gushtasp. Lo que suele suceder, según Dumézil, es que en esta pareja uno de los dos es superior al otro, como se ve en estos héroes persas, en Rómulo y Remo, en Cástor y Pólux o en los gemelos Ashvin de la India. Cú Chulainn –máximo guerrero del Ulster- y Lugaid Réoderg cumplen esta condición de desigualdad.
    Este Lugaid también se llamaba  Riab nDearg, que quiere decir Rayas Rojas, y no por casualidad: su madre, Clothru, temiendo que se extinguiese su estirpe, se acostó una noche con sus tres hermanos, uno detrás de otro; y el hijo que concibió de los tres, Lugaid, nació con unas líneas rojas que delimitaban la parte correspondiente a cada uno de los padres. Estos casos de incestos no son raros en personajes de este tipo: también Freyr y Freija eran hijos de Njördhr y de su hermana.
    Iban, pues, Cú y Lugaid por el lago cuando vieron flotando en el agua dos cisnes atados uno al otro con una cadena de oro.
-¿Has traído la honda? –dijo Lugaid.
-Sí, ¿por qué?
-¡Mira esos pajarotes! ¡Tírales una pedrada!
-Venga.
    Cú Chulainn atinó a uno pero cuando corrieron a cobrar la pieza no vieron ningún pájaro y sí a dos mujeres jóvenes, una de ellas herida, en la playa.
    Este de la mujer cisne es un motivo que aparece una y otra vez en los relatos folclóricos por todo el mundo.
Las mujeres cisne. Ilustración de un libro de leyendas
universales de 1916. (Wikipedia).

-¿Así te portas conmigo? –dijo la muchacha herida-. ¡Yo que había venido precisamente en busca tuya!...
-Tienes razón –dijo Cú-. Trae a ver…
    Y succionó la herida hasta extraer la piedra, que a través de las costillas se había ido a alojar en la matriz.
-Ya estás.
-Yo –dijo la joven- soy Derbforgaille y soy hija del rey de Lochlann. Por lo mucho bueno que he oído decir de ti me enamoré, y he venido de tan lejos a que te cases conmigo.
-Pues ahora ya ves que no puede ser –respondió Cú Chulainn- porque he tragado de tu sangre al sacarte la piedra. Eso nos hace casi como hermanos.
-Siendo así –repuso la mujer- me da igual una cosa que otra. Dame en casamiento a quien se te antoje.
-¡Vas a salir ganando! Te voy a casar con el hombre más noble y mejor que hay en Irlanda.
-¿Y quién es?
-Aquí, Lugaid Réoderg. ¿Qué me dices?
-Que bien, siempre y cuando pueda verte a ti cada vez que quiera.
    Y con esa condición se hizo la boda y andando el tiempo, Lugaid y Derbforgaille tuvieron un hijo.
    Lochlann es, en irlandés actual, Noruega; y en la Edad Media designaba a Escandinavia y otras tierras pobladas por los nórdicos. Pero aún antes, cuando los irlandeses no habían tenido aún contacto con aquellos, imaginaban en Lochlann un país sobrenatural situado en el norte, allende los mares, morada de esos monstruos marinos, los Fomoré, que varias veces intentaron la invasión de Irlanda. Y que, curiosamente, lindaba con Escitia en su fantasía topográfica.
Los fomoré, por Duncan


    Esto convierte a Derbforgaille en una criatura del mar y aumenta la coincidencia entre los relatos irlandés y oseta. 
    Sigamos mirando hacia el Cáucaso. Moisés de Khorén, discípulo de san Mesrop Mashtots, inventor del alfabeto armenio, fue, allá por el siglo V de nuestra era, el primer historiador de aquel pueblo. En su Historia de Armenia pueden leerse los hechos de la reina Shamiram, en quien sin dificultad se reconoce a nuestra famosa Semíramis, criatura también acuática aunque solo sea por parte de madre, ya que era hija de Derceto, la diosa pez de los sirios. 
Pues cuenta Moisés de Khorén que el rey Nino de Babilonia, harto del trono y de su mujer Shamiram, abdicó en ella y se retiró a vivir, oscuro y tranquilo, en Creta. La reina, enamorada apasionadamente del rey Aray el Hermoso de Armenia por la fama de su belleza, que había llegado a oídos suyos, se le ofreció una y otra vez por esposa. Y ante su obstinada negativa, se resolvió a invadir su reino y llevárselo por las malas. Lo peor fue que en la batalla el rey pereció. Shamiram, entonces, mandó que pusiesen su cadáver en una alta terraza para que los dioses le devolviesen vida y salud, lamiéndole las heridas.
Shamiram ante el cadáver de Argay, por Vardges Sureniants
(Wikipedia)

    No deja de sorprender el parecido entre los dos relatos, aunque en Armenia sea el hombre el herido… y aunque, al revés que en Irlanda, el remedio resulte ineficaz. Pero, en fin, en ambos se vuelve imposible la boda apetecida y en ambos el otro miembro de la pareja masculina alcanza, aunque solo en parte o con ciertas condiciones, el puesto destinado a su compañero.                         Ya hemos visto cómo en la épica irlandesa; en Armenia se trata del príncipe Aray hijo, viva imagen de su padre, que reinará bajo la maternal protección de Shamiram.  
    Pero con el matrimonio de Derbforgaill no acaba su historia, que es bien triste. A partir de aquí el texto se vuelve más oscuro y en varios lugares se presta a diversas interpretaciones, pero ya se sabe que en los mitos no tiene por qué haber una única verdad y que las distintas versiones se superponen y complementan. Al caso, pues.
    Un día de gran nevada, los hombres del Ulster se entretuvieron en hacer un gran mojón o pila de nieve. Cuando se cansaron, las mujeres subieron a aquel montón.
-¡Vamos a hacer una cosa! Vamos a orinar aquí, y la que con el chorro haga el hoyo más hondo y con más espumilla será la mejor dotada y la mejor para un hombre. 
-¡Venga, eso! ¡A ver esas mujeres del Ulster!
    Y así concursaron, haciendo sus hoyuelos más o menos profundos. Cuando se dieron cuenta de que faltaba Derbforgaille por medirse con las demás, fueron en su busca.
-No, de verdad: a mí estos juegos no…
-Nada, nada; aquí hay que retratarse todas. 
    Con que, muy a regañadientes, la forastera probó sus fuerzas. La orina brotó con tal ímpetu que fundiendo la nieve atravesó el montón de arriba abajo, alcanzando el suelo.
-¡Abusona! –exclamó una de las mujeres-  ¡Como los hombres se enteren ya no querrán a ninguna más que a esta! ¡Los ojos había que sacarle! 
-¿Y si la rapamos?
-Pero ¿yo qué he hecho?
-¿Que tú qué has hecho? ¿Qué te has creído: que vas a venir de donde vengas, con tu cara bonita, a llevarte lo nuestro? ¡Espera, verás! ¡Pajarraco!
-Verás qué maja te vamos a poner.

Enfurecidas. La muerte de Orfeo, por Gerhard Marcks.


    Cuando el marido volvió a casa con Cú Chulainn, la encontraron en las últimas: pelona, desnarigada y desorejada. Le habían sacado los ojos e incluso le habían rebanado tajadas de carne. Poco duró con vida: tuvo tiempo, sí, de entonar un canto de despedida, que presenta dificultades de comprensión. Y al ver su desgracia, Lugaid cayó muerto de la impresión o, según otras fuentes, se mató con su propia espada: desenlace este que evoca al suicidio del gemelo oseta desesperado por el injusto asesinato de su hermano.
    Cú Chulainn, fuera de sí, se encaminó a la casa de las mujeres, donde estaban todas juntas, y con todas sus fuerzas la derrocó sobre sus cabezas. Ciento cincuenta estaban y no salió viva ni una –dice el relato La muerte de Derbforgaill, aunque otra tradición asegura que algunas lograron huir perseguidas por el vengador, que las alcanzó y les dio muerte en un vado, llamado desde entonces Vado de la Matanza de las Mujeres (Áth mBanslechta) o Vado de la Tumba de las Mujeres (Áth Banlechta).  Esta es la historia de la muerte de Lugaid y Derbforgaille.
    Conviene ahora que volvamos adonde empezamos: a los osetas. Se nos quedó la infeliz Dzerassæ en su lago, viuda y sin cuñado. Pero estaba embarazada de su marido y tuvo dos gemelos. Estos fueron a buscar al único familiar que les quedaba, su abuelo paterno, y lo encontraron en penosas condiciones. Los de su tribu lo habían repudiado y lo tenían para guardar el ganado, dejado de la mano de Dios en una casa ruinosa lejos del pueblo. Los nietos lo asearon y vistieron con ropa decente, que parecía otro, y arreglaron la casa con su huerto. Luego hicieron un montón de estiércol y en lo alto de él un hoyuelo donde mandaron orinar al remozado viejo delante de ellos.
-¡Cuánta espumilla que hace!
-¡Estamos hecho un chaval!, ¿eh, abuelo?
-Sí, hijos. ¡Ya solo me falta que me busquéis novia!
-¡Anda el abuelo, y parecía tonto! 
-¡No se apure que ya se la tenemos buscada!
    Los nietos le presentaron a su madre. Los dos viudos se parecieron bien y se casaron y comieron perdices.
Campesino orinando, por Rembrandt
(Wikipedia)

    Dice Dumézil, comentando este cuento tradicional, que lo que los gemelos pretendían con su experimento urológico era comprobar si la orina del abuelo contenía esperma, señal para ellos de que era apto para el matrimonio.
    Ahora bien: Ingridsdóttir, en su estudio sobre La muerte de Derbforgaill, llama la atención sobre esta variante que se lee en la versión del manuscrito llamado Libro de Leinster: “la mujer que lo atraviese [el montón de nieve, con el chorro de su orina] será la mejor portadora de espuma”. Y explica que posiblemente, para las mujeres del Ulster, tal energía en la micción era indicio de una superior capacidad de acoger el esperma del varón, cualidad que hacía más deseable a la afortunada que la poseyese.
    ¿Serán fruto del azar tantas coincidencias, y tan precisas algunas, entre la historia de los gemelos recogida en el rincón más suroriental de Europa, e incluso más allá, en tierras asiáticas, y un relato épico del extremo occidente? Yo no digo ni que sí ni que no porque no soy quién (aunque no me lo creo), pero desde luego hay que admitir que no deja de ser curioso y llamativo.

 

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