martes, 24 de febrero de 2015

Enredos, caballos y pesadillas

Hace algo más de un año (ver Refrigerio para sombras), a propósito de los Reyes Magos, me acordaba yo de la diosa germana Holda, culpable de los nudajos que se producen en el cabello, y de cómo Mercucio, en Romeo y Julieta de Shakespeare, atribuye al hada Mab y su séquito enredador y bromista la misma jugarreta. 
Mab, por Füssli.
Mab es, como es sabido, la Medb de las antiguas leyendas irlandesas, reina de Connacht y máxima enemiga del Ulster en la Táin bó Cuailngé.
La creencia en el origen sobrenatural de esos enredos se manifiesta en el nombre que se les da en inglés, elflocks, o sea "nudos de los elfos". El alemán echa la culpa de ellos a otros seres más o menos maléficos, como la Mare, responsable de las pesadillas.
En España, nuestra pesadilla era originalmente un ser mítico, como se ve con toda claridad en el tratado mágico de Virgilio Cordobés, escrito, según dice el texto, en 1290 en árabe y vertido después al latín. Aunque esta obra se presenta como traducción, menciona a la pesadilla por el nombre romance de Pesada. De manera que a lo que se refiere es a una tradición hispánica. 
Mucho después, en el siglo XVI, Jean Bodin (en el Coloquium Heptaplomeres) cuenta que la monja visionaria cordobesa Magdalena de la Cruz, que tuvo fama de santa y acabó severamente condenada por la Inquisición a pesar de su ancianidad, había cohabitado durante treinta años con el demonio llamado Efialte. Efialte no es ni más ni menos que "pesadilla" en griego, y significa "el que salta encima, el que aplasta". También se refiere el mismo humanista a un monje suizo que fue quemado por tener amores con Hyfialte, que no dice si era diablo o diablesa. Jerónimo Gracián, el gran mísitico carmelita, se preciaba de su experiencia e intuición en el examen de conciencia de monjas visionarias y lunáticas. Escribió un libro, que no he visto, sobre el Efialtes, dice él, al que tituló Higuera loca. Higuera loca es la datura, planta utilizada tradicionalmente, como es sabido, por sus efectos estupefacientes y tóxicos.
La pesadilla no era pues, o no solo era el sueño terrorífico, angustioso: era también la criatura que lo provocaba sentándose encima de su víctima durmiente, como en el famosísimo cuadro de Fuseli o pisoteándola como indica la etimología del francés cauchemar, "pesadilla". Lo mismo que asegura la Philosophia, el libro del Virgilio Cordobés.
Léon Valade, poeta simbolista, evoca en un poema titulado Soir d'Automne un paisaje nocturno que instila una sensación de desazón y angustia y cuya aparente calma es "l'immobilité morne / d'un homme dont l'effroi veille, les yeux fermés". El poeta se siente identificado con ese callado horror de la naturaleza, pues también él sufría, aquella noche, el peso de la dura pesadilla, semejante a la agonía, sobre su flanco atormentado".
En diversas regiones de Francia son los duendes llamados lutins los enredadores de cabelleras humanas, pero sobre todo de crines equinas. 
Füssli, La pesadilla abandona el lecho de dos doncellas.
Lutin parece que viene del nombre del dios romano Neptuno y efectivamente, como él, se relacionan estrechamente con el agua y con los caballos. También tienen la fama de ser criaturas muy lujuriosas. Las pesadillas, sus causantes y los deseos sexuales suelen andar siempre juntos. Dice Shakespeare que Mab y su séquito son las que enseñan a las doncellas, durante el sueño, cómo habérselas con un hombre.
La pesadilla se retira triunfante. Detalle de un dibujo del mismo autor y
asunto que el cuadro anterior.
En esto insiste mucho Ernest Jones. Para él, el origen de la pesadilla (y de todos los sueños de angustia) está en los deseos sexuales de la infancia -especialmente los incestuosos-, imposibles de desarraigar del inconsciente y frente a los que el yo alza el escudo del horror. En esto no hace más que insistir en lo que había dicho Freud y desarrollarlo.
Para Ernest Jones, el origen de los horrores oníricos no está en los mitos, sino al revés. En su opinión, son los sueños el hilo de que se tejen aquellos.

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