martes, 24 de julio de 2012

El mayor matadragones

De la vida de San Sansón, obispo de Dol, se conservan varias versiones antiguas. Una se encuentra en el Libro de Llan DâvLa más importante, que se conoce por Vita prima, es la que recogen las Acta sanctorum del día 28 de Julio. El monje que la escribió asegura que sus noticias provienen de otro religioso anciano, que a su vez las había oído de boca de la madre del propio santo. Aquel fraile viejo, llamado Enoch, era, además, primo de San Sansón.  
Si esto es cierto, la Vida de San Sansón está entre las más antiguas de los santos bretones.
Albert Legrand asegura que la patria de San Sansón era el Sur de Bretaña, en los confines del Vanetés y de la Cornualla; pero la gran mayoría de los autores lo hacen britano, del reino de Dyfed o, en latín, Demetia.
Los padres de Sansón fueron Amwn y Ana. Amwn era un príncipe de la más alta prosapia, pues era hijo de Emyr Llydaw  (Emyr de Bretaña) y de Gwyar (aunque este personaje de Gwyar en la leyenda artúrica aparece unas veces como hombre y otras como mujer). Gwyar era hermana de Arturo y madre de Gawain. Así que San Sansón era sobrino nieto del rey Arturo. 
Sir Gawain, el famoso caballero de la Tabla Redonda, era tío de San Sansón
(Ilustración de Howard Pyle, 1903).
Amwn tuvo otros parientes de renombre. Era hermano de Hywel Farchog (el Caballero), Hoel el Grande para los bretones, que fue padre de San Tudwal y de Kaherdin e Isolda de las Blancas Manos, la mujer de Tristán (tocaya de Isolda la Rubia, la protagonista de la trágica historia de amor). Cuñado de Hoel era el famoso Riwal, primer rey de la Domnonia armoricana.
En cuanto a Ana, la madre de San Sansón, era hija del rey de Morganwg, que corresponde más o menos al actual Glamorgan.   
Amwn y Ana habían llegado a viejos sin poder tener hijos: causa de hondo pesar para ellos. Oyeron hablar de un santo y sabio ("magister librarius") ermitaño que obraba milagros y acudieron a suplicar su intercesión. Les recomendó que mandasen hacer una larga varilla de plata, tan alta como Ana, y la vendiesen para repartir su precio entre los pobres. 
-¡Tres varillas como ésa haría yo si Dios me diese fruto!
Así resolvieron hacer; y aquella misma noche, en sueños, un ángel reveló a Ana que sus preces habían sido escuchadas y había concebido un hijo al que debía llamar Sansón, siete veces más resplandeciente que la plata ofrendada.
Omina nomina, ya lo decía hace poco a cuento del verdugo Malco: a esta Ana le vino a suceder como a Ana madre de Samuel y a Ana madre de la Virgen María. Sólo que Sansón no fue hijo único, sino el primero de siete hermanos.
El niño nació y fue recibido con el júbilo que se supone, pero pronto fue motivo de discusión entre marido y mujer:
-Estás criando a ese hijo de mala manera. Un niño de cinco años tiene que jugar, trotar y pelearse con otros críos y no estar todo el día con libros de misa.
-Es lo que quiere y lo que le gusta.
-Porque no le has enseñado otra cosa. Tú déjamelo a mí.
-Ni hablar. No olvides que Dios nos lo concedió para Su servicio.
-Dios lo ha traído a una familia de reyes y tiene que ser mi heredero y mandar ejércitos de guerreros. Aquí termina la discusión.
Esa misma noche se le apareció a Amwn el ángel:
-Como te atrevas a quitarle a Dios lo que es suyo, !prepárate!
Amwn despertó aterrorizado y se decidió enviar inmediatamente al niño a estudiar con San Iltudio o Illtud, el mayor sabio y mago que tenían entonces los britanos (ver San Pablo de Leonís).
En aquellos estudios destacó tanto San Sansón por su ascetismo que Iltudio tenía que frenarle en sus penitencias, no fuese a arruinarse la salud a tan temprana edad. Y cuando se le ofrecía a su maestro alguna duda sobre algún intrincado punto de las Escrituras, Sansón se la resolvía: se recogía en oración y no tardaba en bajar del Cielo un ángel que le desenmarañaba la dificultad que fuese.
Una vez a uno de los frailes de San Iltudio, que estaba escardando un trigal, lo mordió una serpiente. La mordedura era mortal.
-Déjame a mí -dijo Sansón a San Iltudio-, porque mi padre sabe curar estas mordeduras y se puede salvar al hermano.
-Si tu padre te ha enseñado algún conjuro, olvídate de él, que aquí has venido a empaparte de la ciencia de Dios y a renegar de la de Satanás. Lo único que podemos hacer es rezar.
-Cuando decía "mi padre" -contestó el joven- me refería a Dios omnipotente. Que batan agua con aceite y se la unten en la mordedura.
Y al cabo de tres horas de friegas y rezos San Sansón consiguió la curación del monje.
Cuando estuvo preparado, recibió la ordenación sacerdotal de manos del mismísimo San Dubricio, el que casó a Arturo con Ginebra; y durante la ceremonia  bajó del Cielo una paloma resplandeciente, blanquísima,  que se mantuvo flotando inmóvil en el aire sobre el oficiante sin que la pudiesen ver más que Sansón y los que decían la misa y ayudaban a ella.
San Sansón era tan perfecto que a algunos de los demás frailes les irritaba.
-Este santurrón -dijo uno a otro- lo que quiere es alzarse con el monasterio cuando estire la pata Iltudio; para eso está haciendo méritos. Lo bueno sería quitarlo de en medio.
-No es difícil. Yo estoy de cocinero. Un día con la tisana de la tarde le doy jicarazo.
El malvado cocinero preparó una pócima a base de una hierba venenosa llamada tillum. Se la dio a catar a un pobre gato. Al primer lengüetazo el minino pegó un salto, dio una voltereta en el aire y cayó de cabeza, fulminado.
-Bien, bien... esto funciona...
Pero el santo se bebió su infusión sin chistar y relamiéndose.
-Hoy estaba mucho más rica que de costumbre. ¿Qué le has echado?
El cocinero quedó aterrorizado y arrepentido, pero su compinche, al contrario, cada vez estaba más rabioso. De manera que un domingo, al ir a comulgar, el Demonio se adueñó de su cuerpo y empezó a retorcerse, a subirse los hábitos enseñando las vergüenzas, a soltar toda clase de chocarrerías y mofas obscenas y por último a morderse y destrozarse las manos a puros bocados. Entre risotadas se jactaba del crimen que había intentado.
Trajeron a Sansón, que volvió a prescribir agua con aceite. El endemoniado quedó como muerto durante tres horas, al cabo de las cuales despertó sano y arrepentido.
Pero Sansón pensó:
-Este monasterio no es puerto seguro para el alma; aquí hay mucha agitación. 
Y partió a una isla donde vivía en soledad un santo llamado Pirón. Era viejísimo y no dejaba de rezar ni un minuto; durante el día, mientras rezaba trabajaba con las manos; durante la noche estudiaba las santas Escrituras a la luz de un candil que llevaba siempre encendido. No se acostaba nunca para dormir; si le entraba sueño, apoyaba la frente en la pared y así echaba una cabezada.
Un día llegaron mensajeros de su tierra preguntando por Sansón y no lo reconocieron. Sansón decidió tomarles el pelo.
-Lo que tengáis que decirle a Sansón decídmelo a mí, que somos uña y carne.
-Tenemos orden de decírselo sólo a él personalmente.
-Pues que sepáis que si no me entero yo no se enterará Sansón.
-¿No veis que Sansón es este mismo? -intervino al final Pirón.
-No estamos para chanzas, hijo. Amwn, tu padre, está muy enfermo y dice que sólo tú le puedes dar algún alivio: tanto al cuerpo como al alma.
-Os podéis marchar por donde habéis venido. Yo soy como los judíos cuando cruzaron el Mar Rojo huyendo de Egipto. ¿Iban a volverse atrás por más grave que fuera el motivo? ¡A buenas horas!
-Sansón, te estás pasando -le dijo Pirón-. Hazme el favor de ir a ver a tu padre, que esto ya no es despego del siglo sino inhumanidad diabólica.
-Bueno, si tú lo dices... ¿hay un hermano que me acompañe?
Un jovencito diácono se ofreció.
Iban ambos caminando por un extenso y espeso bosque, llevando los caballos de la rienda, cuando oyeron a mano derecha unos gritos espantosos que al joven le pusieron los pelos de punta. Soltó el caballo y el manto y salió despavorido, como alma que lleva el demonio.
-¿Adónde vas? ¡No corras!
No tardó Sansón en descubrir a una vieja bruja, cornuda (según el Libro de Llan Dâv), con la blanca melena desgreñada, armada de un tridente de caza (lancea trisulcata, como dice el Libro de Llan Dâv, o el arma que designe la desconocida palabra bribetha) con incrustaciones de oro, que huía volando como una flecha por el intrincado bosque.
El santo no se asustó; puso el manto del fugitivo en su caballo, sujetó a las dos monturas y siguió caminando con ellas. No tardó en encontrar al monjecillo espantado, medio muerto en el suelo, ni en ver a lo lejos a la bruja que seguía huyendo valle abajo.
-¡Eh, tú! ¡Para! ¿De qué huyes? ¡Si Dios te ha dado poder sobre mí, aquí me tienes indefenso, pero si no tampoco quiero hacerte ningún daño! Pero ¿te quieres parar? ¡En nombre de Dios te ordeno que no adelantes un paso más!
La bruja se detuvo bien a su pesar y Sansón la encontró temblando de miedo y rabia, con el arma caída a los pies.
-¿Quién o qué eres tú, espantajo? -le dijo.
-Yo soy una enemiga de Dios y soy la última de mi gente que queda por aquí. Mi madre y mis ocho hermanas viven, pero en el bosque de más allá. A mí me trajo a éste mi marido, pero se ha muerto y por eso no puedo salir de él. 
-¿No puedes hacer nada por ese mozo al que has dejado más muerto que vivo?
-Yo ni he hecho jamás ni puedo ni quiero ni sé hacer nada bueno.
-Pues para eso mejor te mueres. Muérete.
Y la bruja se cayó de lado al suelo, muerta.
Este encuentro me parece de extraordinario interés. La vieja canosa, desgreñada y voladora corresponde al aspecto invernal (y mortífero) de la diosa neolítica, tal como lo describe Gimbutas. Según ella, muchos rasgos de esta antiquísima diosa perviven en la imagen tradicional de la bruja.
En la bruja de la tradición europea perviven muchos aspectos de
la antigua diosa invernal, según Gimbutas. Grabado de Durero.
Al igual que Diana-Hécate, la de San Sansón es una deidad terrible, cornuda (lunar), cazadora, que reina en los bosques. Y forma parte de un grupo de nueve hermanas, lo que nos remite al simbolismo del número tres (como el tridente). Y este tridente no deja de recordarnos al arma infalible del héroe irlandés Cú Chulainn, arma arrojadiza que le dio su preceptora la guerrera Scáthach y que se abre dentro del cuerpo de su víctima, destrozándolo.
Ya que de la bruja no había conseguido nada, Sansón probó a tenderse sobre el joven, rostro con rostro, brazos con brazos y piernas con piernas, como se lee de Eliseo en la Biblia; y como aquél tuvo éxito y sanó al diácono. Gracias a Dios y a la santidad de Sansón, la bruja no lo había alcanzado con su tridente.
Cuando los dos viajeros llegaron, Amwn estaba aún con vida y se alegró de poder confesar a su hijo un crimen que había cometido tiempo atrás y que se había callado todo aquel tiempo. Sansón lo absolvió, le devolvió la salud y a petición suya le cortó el pelo porque había decidido entrar en religión. Los tíos y primos de sansón, su madre y sus cinco hermanos siguieron su ejemplo. Pero cuando le llegaba el turno a la única hermana, que era pequeñita, dijo:
-No, ésta no. Ésta no es buena para Dios. Van a tirarle demasiado las dulzuras y regalos del siglo. Pero aunque no tenga madera de monja, no la tratéis peor por eso, que también es persona.
Sansón, su padre y su tío Umbrafel se pusieron en marcha y llegaron a unos campos abrasados por donde cruzaba una huella de hierbas aplastadas como por un gran rulo.
Los familiares de Sansón cuchicheaban entre sí alarmados.
-¿Qué es esto? ¿Qué habláis?
-Esto debe de ser que ha pasado por aquí un dragón espantoso que hay. Y todo lo va quemando con el aliento y se mueve arrastrándose como una serpiente. Mejor será ahuecar el ala.
Dragón bretón. Saint Pol de Léon. 
-Tened fe y no temáis. Esperad aquí.
El dragón, al oír los salmos que venía cantando Sansón detrás de él, levantó una cresta que tenía, que metía miedo, y se giró furioso. Cogió un bocado enorme de tierra y lo arrojó contra el santo; pero al ver que no se inmutaba lanzó un grito terrible, como si le hubieran clavado una espada, y se hizo una bola como si fuese una cochinilla.
-Venid, venid, que ya está.
Y cuando los familiares acudieron, vieron a Sansón jugando con el monstruo, trayéndolo y llevándolo de acá para allá con la punta de su báculo como una pelota. Cuando se hartó, le dijo:
-Mira, que ya nos has hecho perder mucho tiempo y has vivido bastante. Aquí se acaban tus días.
El dragón se desenrolló, levantó la panza formando un gran arco, vomitó el veneno que tenía dentro y se desplomó muerto.
Sansón volvió a su monasterio y poco después murió Pirón. Se dice que una noche se emborrachó y haciendo eses por el huerto se cayó a un pozo; aunque lo lograron sacar de allí con vida no duró mucho. El obispo Dubricio quería nombrar abad a Sansón, cosa a la que éste no estaba nada inclinado. Así que aprovechando que pasaban por allí unos peregrinos irlandeses que retornaban a su tierra desde Roma y que eran grandes filósofos, se marchó con ellos a conocer aquella gran patria de la sabiduría, Irlanda. Allí vivió una temporada hasta que pasó el peligro y volvió a Britania donde encontró una cueva para hacer vida eremítica con su padre y otros dos monjes. A su tío Umbrafel, en cambio, lo envió a un monasterio que había fundado en Irlanda. Y como a la cueva elegida lo único que le faltaba para ser perfecta era agua, hizo brotar milagrosamente un manantial.
Un día vio en sueños a tres obispos maravillosamente vestidos acompañados de una multitud de ángeles que lo obligaban a entrar en una iglesia a rezar y le decían que lo nombraban sumo sacerdote. Eran San Pedro, Santiago y San Juan Evangelista. Y cuando se despertó sintió que efectivamente la consagración había sido real y se veía investido de una dignidad superior. La misma noche, un ángel se había aparecido a San Dubricio mandándole nombrar obispo a Sansón. Obedeció, y durante la ceremonia volvió a descender sobre él la paloma celeste; y desde entonces fue habitual que bajasen ángeles del Cielo a ayudarle en la misa. cuando la oficiaba le salía por la nariz y la boca un resplandor como si fuese un horno lleno de fuego.
Uno de aquellos ángeles le dijo un día que era voluntad de Dios que pasase la mar. Antes de embarcarse, se despidió de toda su familia menos de su hermana, que estaba reñida con todos los demás por la vida disoluta y alocada que llevaba.
En aquellos tiempos todavía no se había impuesto del todo la fe de Cristo en Britania. Iba la comitiva del santo por Cornualles, con sus carros cargados de ornamentos litúrgicos y de libros cuando pasaron por un campo donde se celebraba una fiesta en honor de cierto ídolo. había competiciones, música y baile; la gente comía, bebía y lo pasaba bien. San Sansón empezó a predicar contra los falsos dioses y verdaderos demonios, pero sólo le hacían caso algunos que le aconsejaban que se marchara antes de que la multitud advirtiese su predicación y lo linchase. 
Sucedió entonces que un niño que estaba corriendo a caballo se cayó y se desnucó.
-¿Puede vuestro Dios resucitarlo? ¿no? El mío sí, si renunciáis a adorar a los demonios.
Así lo hizo y convirtió a todas aquellas gentes.
-Pero seguimos teniendo otro problema -le dijo el que mandaba en ellos-; y es un dragón que vive en una cueva, en mitad de las tierras mejores y más fértiles que tenemos: por culpa de él no nos atrevemos a trabajarlas.
-¿No acabáis de ver que Dios todo lo puede? ¡Venid conmigo a ver dónde está el dragón ese!
Seguido de todo el pueblo encabezado por el niño resucitado, se internó en la cueva, ató al dragón con su cinto y tirando de él lo despeñó por un barranco.
-¡Pídenos lo que quieras y será tuyo! -le dijeron.
-Poca cosa: la cueva del dragón para vivir en ella de ermitaño. Voy a sacar un manantial de estas piedras...
Tiempo después, Sansón embarcó rumbo a Bretaña y caminando por el monte vio una gran cantidad de langostas.
-¡Hombre, cuánta langosta! O sea en latín locusta. Que viene diciendo locus, sta: "lugar; párate". Pues en este lugar nos paramos.
Allí cerca había una miserable barraca a la que el santo se acercó a ver si vivía alguien allí.
Le abrió un pobre hombre.
-Yo no es que viva aquí; es que tengo a mi mujer con lepra y a mi hija poseída por un demonio. Y me ha sido revelado que igual en este desierto un santo venido de allende los mares me las curaba.
-Pues ya tienes desgracia.
-No lo sabes tú bien.
-Este sitio bien podía llamarse Dol, o sea "duelo".
-Pues efectivamente.
-Pero tú ahora has tenido suerte, porque el forastero que esperabas soy yo. Y sean sanadas las enfermas en el nombre de Dios.
San Sansón cura a la leprosa. Catedral de Dol, Bretaña.
Sansón se instaló en aquellas tierras y fundó un gran monasterio, del cual fueron naciendo más y más por toda aquella parte de Bretaña.
Entonces irrumpe con fuerza San Sansón en la política de Bretaña y de Francia.
Francia padecía una larga guerra civil que enfrentaba a dos hermanos aspirantes al trono: Childeberto y Clotario. 
Bretaña estaba dividida en varios estados independientes de hecho pero jurídicamente vasallos de los reyes francos.
El rey Conomor, aliado de Childeberto (prototipo del rey Mark de la leyenda de Tristán e Isolda), se había convertido en el verdadero mandamás de la Bretaña. Dominaba el centro de la Armórica y el León (Noroeste de la península) como conde de Poher y su ambición lo hacía tratar como protectorados a los reinos de Cornualla (Suroeste) y Bro Erec (Sureste) -del que llegó a intentar adueñarse más tarde por matrimonio con su princesa Trifina-, interviniendo en las querellas sucesorias que los sacudieron y entronizando a sus candidatos. 
Quedaba la Domnonia, la parte nororiental de Armórica.
Allí reinaba Iona, enemigo de Conomor y aliado de Clotario. Su muerte accidental durante una cacería, dejando a la reina viuda con un hijo de corta edad, Judual, fue una magnífica ocasión para Conomor, que desde su posición de hombre fuerte de la región logró a la vez la regencia y la mano de la viuda de Iona. Tan providencial había sido aquel accidente que no faltó quien vio en él la mano del conde de Poher y la complicidad de la reina.
Pero el legítimo heredero, Judual, tenía sus partidarios y no dejaba de ser una amenaza para Conomor, que decidió eliminarlo. Judual y su madre, a la que imprudentemente declaró el rey consorte sus proyectos, lograron huir y se refugiaron en la corte del rey franco Childeberto, en París.
Childeberto, aunque aliado de Conomor, se quedó con Judual medio de huésped, medio de prisionero. Con aquella baza en la mano se aseguraba la lealtad de Conomor, si por casualidad se le ocurría al ambicioso bretón cambiarse de bando o alzarse con el trono de toda Armórica unida.
Sucedía que San Sansón era pariente de Judual, que descendía en línea directa de Riwal. Esta dinastía mantenía lazos de amistad con Clotario, el enemigo de Childeberto.
Childeberto (coronado) y Clotario asisten a una ceremonia
oficiada por San Germán de Auxerre, el gran amigo y valedor
de San Sansón. Manuscrito del siglo XIV.
Al enterarse de la situación, Sansón se dirigió a la corte de Childeberto exigiendo la libertad de Judual. 
Según la Vita prima, la mujer de Childeberto, Ultrogoto, era una mala mujer y  odiaba a Sansón.
La reina intentó por tres veces asesinarlo.
Primero con veneno: pero al hacer Sansón la señal de la cruz sobre la copa que lo contenía, se partió ésta en cuatro, y el vino emponzoñado, derramándose sobre las manos del que lo llevaba, se las corroyó hasta los huesos.
San Sansón y la copa envenenada. Catedral de Dol, Bretaña.
Después dándole por montura un caballo feroz e indómito, que se volvió manso por milagro al acariciarlo el santo.
Y por último soltándole un león, que el abad subyugó y fulminó con la mirada.
Ultrogoto y Childeberto quedaron asombrados y espantados y le prometieron devolver la libertad al príncipe niño.
-Querríamos pedirte un favor. Estamos padeciendo el azote de un dragón malísimo que todo lo devasta por dondequiera que pasa. Sabemos que ya has exterminado otros de su especie. Ayúdanos.
-Eso es coser y cantar.  
El dragón, como todos los de por allí, vivía en una cueva. San Sansón se coló en ella, lo ató con el cinto y lo arrastró más allá del Sena. 
-Dragón: métete debajo de ese peñasco y quédate ahí quietecito sin salir. ¿Me oyes?
Los reyes francos quedaron muy agradecidos y donaron grandes territorios a Sansón para edificar conventos. Judual con sus partidarios y la ayuda del Cielo impetrada por Sansón plantó batalla a Conomor y lo derribó de un flechazo. Conomor murió pisoteado por sus propios guerreros fugitivos y por los caballos. 
Esto dice la Vida de San Sansón, pero otras historias dicen que después de esto Conomor se casó con Santa Trifina, a la que dio muerte junto a su hijo. Y que más tarde, cuando murió Childeberto dejando el campo libre a su hermano Clotario, el antes poderosísimo conde de Poher perdió todo apoyo y murió excomulgado.
La muerte de Conomor y el fracaso de sus ambiciones políticas marcaron el futuro de Europa. Se desvaneció la ilusión del Conde de Poher de establecer un reino poderoso unido por el Canal de la Mancha y que controlase su tráfico, con territorios en Britania y Galia. En vez de ello, Armórica permaneció dividida en minúsculos estados vasallos de los merovingios. Los abades de los grandes monasterios, verdaderos artífices de la caída de Conomor, disputaban a los reyes la supremacía política. A la larga, esta Britania desmigajada acabó sucumbiendo al empuje germánico tanto en las islas como en el continente. 
Judual, en todo caso, subió al trono y San Sansón fue nombrado arzobispo de Dol.
Todavía venció a un dragón más, que asolaba la Domnonia, por el mismo procedimiento que los anteriores: a éste lo arrojó al Canal de la Mancha.
San Sansón tenía gran poder sobre los animales. De él también se cuenta el milagro de los pájaros encerrados (ver San Pablo de Leonís). Se dice que transformó en machos cabríos pestilentes e inútiles a toda una piara de excelentes cerditos que su ama tenía por costumbre soltar sin permiso en los pastos del monasterio.
Esta misma impertinente, una vez, metió a la fuerza a dos muchachas en las dependencias del convento donde estaba estrictamente prohibida la presencia de cualquier mujer. Las mozas salieron huyendo con risitas, llenas de vergüenza. No les ocurrió nada porque habían entrado a empujones y contra su voluntad. Envalentonada por el experimento, la dueña de los puercos se coló entonces resueltamente en el claustro de los monjes; quedó instantáneamente ciega y cayó al suelo fulminada por una repentina perlesía. La llevaron a casa en angarillas y el marido, que era un buen hombre, un tal Frogario, logró que el santo la perdonase y la curase.
Tras muchos años de arzobispo en Dol, Sansón, que fue muy longevo, recibió de Dios una dolorosa enfermedad como aviso de que se preparase a salir de este mundo. Murió en paz y durante su entierro se vieron resplandores celestes, se sintieron fragancias paradisíacas y se escucharon coros y orquestas de ángeles.
La fiesta de San Sansón se celebra el 28 de Julio. 











miércoles, 18 de julio de 2012

El insoslayable Olibrio

Olybrios era un dios de los cilicios, que los griegos identificaron con Zeus. Concretamente, era un dios de la ciudad de Anazarbo. Los cilicios, pueblo con fama de aguerrido y levantisco en la antigüedad, aparte de guerreros eran mercaderes (pañeros, entre otras cosas) y al instalarse en Roma exportaron allí su dios. Estas gentes eran anatolias, es decir que eran parientes algo lejanos de los hititas y más cercanos de los licios, lidios, isaurios y otros pueblos de Asia menor con los que pronto entraron en contacto los griegos. Lo mismo, probablemente, su lenguaje, del que han quedado poquísimos vestigios, en la onomástica fundamentalmente.
El nombre de Olybrio tuvo éxito en Roma en los últimos tiempos del imperio, en particular en la noble familia de los Anicios. Varios ilustres miembros de ella lo llevaron, como el Emperador Olibrio, de breve reinado, y otros senadores mencionados por los escritores Claudiano y Sidonio Apolinar.
En la leyenda cristiana, el Olibrio más famoso es el que, ya según el Martirologio de Rabano Mauro en el siglo IX, quiso, bien fuese pretor o cónsul, gozar a la virgen Marina o Margarita en Antioquía. Rabano Mauro se refiere a Santa Marina un día y a Santa Margarita otro, como tratándose de dos mártires diferentes, pero los Bollandistas establecen que estas dos santas, y además Santa Gema, son una sola con tres nombres.
Según las actas que, aun teniéndolas por apócrifas, traen las Acta sanctorum, y en las cuales el fingido autor se designa a sí mismo como Teotimo, testigo presencial de los hechos, este Olibrio ejerció su función en tiempos de Diocleciano. 
Jean Fouquet. Olibrio descubre a Santa Margarita.
Había venido del Asia a Antioquía (Antioquía de Pisidia, no lejos de Cilicia) a destruir a los cristianos, y como en una pastorela medieval, cabalgando un día por el campo, descubrió a la joven Margarita que estaba cuidando unas ovejas con otras niñas de su edad (quince años), entre las que destacaba por su belleza increíble.
Margarita, que era hija de un gran sacerdote pagano perteneciente a una de las familias más importantes de la ciudad, había sido rechazada por su padre al comprender que la madre era cristiana. No la quería ni ver y la había entregado a una nodriza que la había criado como hija.
Los encantos de Margarita inflamaron instantáneamente a Olibrio, que la quiso por esposa si fuese libre o por concubina si esclava (dice la versión en prosa medieval francesa: "e se ele estoit chambariere il li donroit bon loier et serait sa meschine": "y si fuese criada -o camarera- le daría buena paga y la tomaría por amiga"); pero hallándola cristiana, hubo de cumplir la ley, intentar que apostatase y ejecutarla al fracasar en su intento.
La leyenda de Santa Margarita tuvo gran éxito literario. Aristide Joly ya en el siglo XIX trazó la historia de la leyenda en las letras francesas (en su edición de La vie de Sainte Marguerite, de Wace, Paris: Wieweg, 1879; consultable en Internet Archive) . 
En Francia se escribieron varias versiones -en prosa, en verso, en forma dramática-, que aportan sus detalles pintorescos: en una, Olibrio procedía de Lombardía; en otra, el padre de Margarita era sarraceno. Aquí, el enviado de Olibrio quiere llevarse a la pastorcilla sin tardanza:
"si gart un autre vostre proie
et vous en venez avec moy
sus le col de cest palefroy",
"que otro te guarde el rebaño 
y tú vente conmigo
al cuello de este palafrén"...
Escena que nos trae a la memoria el romance viejo de Don Bueso, con la cautiva que huye a caballo abandonando su tarea.
Voy a irme un poco por las ramas a cuento de este romance, lejano descendiente del cantar germánico de Kudrun, la princesa cautiva en quien se mezclan la sangre germánica, la irlandesa y la india.
Kudrun y la hermana de Don Bueso son empleadas como lavanderas, tarea cargada de simbolismo relativo al Destino (las lavanderas son, en muchas tradiciones, equivalentes de las hilanderas, esto es de las Parcas; en la épica irlandesa, son ellas las que vaticinan a los guerreros su próxima muerte, y en el folclore bretón es fatal encontrárselas de noche en algún arroyo) tanto como de connotaciones eróticas, obvias en toda la tradición lírica, como la "velida" del rey Dinis, que lavaba al alba las camisas delgadas.
En todo caso, la fuente donde lavaba la hermana de Don Bueso es un lugar bien extraño, "do culebras cantan"; y ella misma estaba allí desde hacía siete años nutriéndose de berros, planta a la que la imaginación folclórica también asigna fuerte carga erótica (ver Concepciones y partos raros).
En una versión del romance, la cautiva ha sido destinada a ese arroyo precisamente con el fin de empañar su belleza excesiva que es motivo de celos para la reina; pero con resultados totalmente contrarios a los perseguidos. 
Si bien el hermano de la cautiva da pruebas ser muy práctico, quedándose con la ropa de valor antes de dejar que el agua se lleve la otra (Kudrun, en cambio, la arroja toda al mar con rabia), 
Gudrun. Ilustración del siglo XIX.
la lavandera demuestra poco mundo cuando, con ser bien celosa de su honra, se fía de las promesas del desconocido caballero. El cual, por otra parte, sólo se compromete a no tocarla hasta llegar a los campos de Oliva. 
Pero, volviendo a la doncella Margarita, naturalmente, declina la oferta del alcahuete enviado por Olibrio (tal vez tuviese que ver la descortesía con que este enviado la invita a montar delante, y no detrás como a la infanta cautiva:
"-Montaré en las ancas,
que es más honra mía"...)
y Olibrio se enfurece: "frunce la nariz, aprieta los dientes, un color se le va y otro se le viene".
Este Olibrio un tanto grotesco, que suponemos más y más exagerado en su cólera impotente en la versión teatral, es el que habrá quedado vivamente impreso en la imaginación del pueblo.
No me cabe mucha duda de que el espectáculo de una bellísima doncella desnuda y sometida a toda clase de tormentos (fuese como fuese la representación real del martirio ante el público) basta para explicar el éxito popular de la obra; y más si la inocencia ultrajada y machacada acababa triunfando de la brutalidad tiránica y ridícula de Olibrio. 
Martirio de Santa Margarita. Fresco del siglo XV.
Olibrius, por cierto, ha entrado como nombre común en francés para designar un patán rudo y sin luces.
Pero la popularidad del culto a Santa Margarita se explica por el hondo y complejo simbolismo asociado a su figura: Margarita surgiendo del vientre del Demonio figura la resurrección; la perla en la concha es el muerto en la tumba, el germen en el huevo y el embrión en el seno materno, y en cuanto al mar (Margarita es Marina) como representación imaginaria de la mujer basta remitirse al ensayo de Bachelard sobre el agua. O a los estudios de Marija Gimbutas sobre el simbolismo de los pueblos neolíticos europeos. Por eso Santa Margarita se consideró una santa especialmente favorable en el difícil trance del parto.
Santa Margarita, por Tiziano. Renaciendo del vientre del
dragón en un decorado marino.
Esta popularidad explica que la historia de la pasión de Margarita haya desteñido sobre las de otras santas. Por ejemplo, la de Santa Regina de Alisia, cuyas actas también dicen estar escritas por un testigo presencial, Teófilo en vez de Teotimo; y el mimetismo llega hasta el extremo, ridiculizado por los Bollandistas, de hacer de Alisia, ciudad de las Galias, la capital de Pisidia. En realidad, las actas de Regina están calcadas torpemente de las de Margarita.
De esta manera, el responsable de la muerte de Santa Regina vuelve a ser Olibrio, ahora procónsul en Galia si antes pretor en Pisidia.
Otra versión de ellas, reseñada por los Bollandistas, elimina incoherencias, poda los prolijos discursos morales "que tan poco saben a niña de quince años" -dicen con razón las Acta sanctorum- y las maravillas más obviamente fabulosas. 
Actas fabulosas, pues: pero antiguas, porque se refieren a ellas los martirologios antiquísimos de Usuardo y Rabano Mauro.
Tan imposible es situar en una época concreta la vida de Santa Regina como la de Santa Margarita. Tampoco se libró de discusión el lugar del martirio, pues si para la mayoría es Alise-Sainte-Reine, Tamayo de Salazar lo sitúa en Reina, junto a Llerena. Para este fantasioso hagiógrafo son descendientes de la familia de Santa Regina los Reina de la ciudad de Caravaca.
Iba Olibrio de Marsella a Alesia, según las actas, no cabalgando esta vez, sino en un carricoche, cuando vio a la preciosa niña y se desencadenó la tragedia.
Un elemento diferente que aparece en el culto de Santa Regina es la fuente milagrosa en el lugar del martirio, destino de peregrinación, que nos recuerda a Santa Noyala (de la que hablaba hace pocos días), santa que guarda no pocas semejanzas con estas mártires: hija de alta cuna, rechazada por su padre a causa de su fe, criada por su nodriza, martirizada tras negarse a las solicitaciones de un tirano...
Todo esto lo hemos encontrado ya, con fuente milagrosa incluida, en la vida de Santa Quiteria (donde se combina con la leyenda del parto múltiple, ver La antirrábica): en ésta y en la de Santa Noyala se observa que las dos causas de la huida -repudio paterno por culpa de la religión, rechazo de un pretendiente por parte de la mártir- encajan mal una con otra. Por eso en Santa Noyala la furia pagana del padre sólo aparece en una versión, la de Roscarrock, discrepante de todas las demás; y en Santa Quiteria la joven debe regresar a la casa paterna, después de ya educada cristianamente, para poder ser pedida en matrimonio, y volver a huir después, caer en manos de su pretendiente y padecer martirio. 
Elementos milagrosos parecidos encontraremos en la pasión de otra de las nueve infantas hermanas (si admitimos que lo fue): Marina, a la que mencionan las Acta sanctorum el 18 de julio por figurar en el martirologio Romano y en la obra de Baronio, pero no sin insinuar la sospecha de que se trate en realidad de la misma Margarita de Antioquía, y despreciando como conseja la leyenda de las nueve hermanas. Como señalan las Acta sanctorum, según ciertos autores se ignora todo de ella y la única prueba de su existencia es su culto.
Santa Marina con su dragón a los pies. Córdoba.
Renales, en su citado libro (ver La antirrábica) sobre aquella ilustre progenie real, narra la breve vida de la santa calcándola de Santa Margarita hasta en los detalles.
Dice pues que era tal la diligencia que ponían los ministros enviados por Roma para perseguir a los cristianos que fueron cayendo todas las hermanas una detrás de otra, "un día daban con una, otro día descubrían a otra". Santa Gema o Marina fue a dar a Amphiloquia, es decir Orense, donde se hizo pastora. Era de edad de quince años, como la mártir tocaya de Pisidia, y también como ella pastora. Y la descubrió el prefecto Olibrio guardando "su ganadillo". 
Es de creer que ya en Roma había ideado el Estado, por inspiración diabólica, la disponibilidad y movilidad de los funcionarios, una de cuyas víctimas fue este Olibrio, al que encontramos cada vez más hacia Poniente con idéntica misión pero distintos cargos. Y en todas partes tan enamoradizo y malhadado que siempre iba a topar con la preciosa pastorcilla de quince años, tan diamantina en la fe como en la pureza.
Se enamoró también (no podía ser de otro modo) de la de Belcagia -o Tuy- y se ensañó martirizándola, mucho más por despecho al verse rechazado que por motivos religiosos. Pero al comprobar el pueblo la constancia de la chiquilla en los tormentos, muchos fueron ganados a la fe, y cinco mil alcanzaron la corona del martirio.
Curiosamente, no menciona Renales, ni tampoco Prudencio de Sandoval en la Antigüedad de la ciudad y iglesia cathedral de Tuy, las fuentes y otros elementos milagrosos de la pasión de Santa Marina.
López Cuevillas, en 1949, en un artículo dedicado fundamentalmente al castro de Armeá, cercano a Augas Santas y a las esculturas de guerreros encontradas allí ("Unha santa, unha cidade e tres guerreiros"), sí que menciona las tres fuentes milagrosas brotadas allí donde botó la cabeza de la santa (que nos recuerdan a las tres fuentes de Santa Noyala), el encierro de la joven cristiana en la mazmorra oscura y su intento de cremación en el horno que aún hoy se muestra y que es un monumento prerromano bastante enigmático.
Hallazgos arqueológicos que apuntan a que aquellos parajes fueron desde antiguo un lugar cargado de sacralidad, cosa que se advierte con acercarse al santuario.  
López Cuevillas alude, sin mencionarla, a la leyenda de Santa Margarita de Pisidia, al indicar que monjes venidos de Oriente hasta Galicia probablemente introdujeron los detalles maravillosos de la tradición.
El santuario llamó la atención de los historiadores románticos, como Murguía, que habla de él en el libro Galicia, y Vicetto.
Santa Marina en su fuente de Augas santas,
con inscripción misteriosa.
Creo que López Cuevillas tuvo a la vista la narración de la pasión de Marina de Benito Vicetto, en su característico estilo nervioso, romántico y folletinesco. Recoge la leyenda en el segundo tomo de su Historia de Galicia más por su carácter novelesco ("dramático", diría él) que por su veracidad histórica.
La fuente principal de Vicetto es Juan Muñoz de la Cueva, obispo de Orense, en sus Noticias históricas de la santa iglesia cathedral de Orense, cuyo libro III (escrito, según dice, en 1718) se dedica enteramente a la santa. 
Muñoz de la Cueva se basa en antiguas actas manuscritas autoatribuidas nada menos que a Teotimo (el apócrifo autor de la Pasión de Santa Margarita de Antioquía). Distingue claramente entre esta Marina y la infanta hermana de Eufemia (cuya vida escribe en las mismas Noticias), Quiteria y Librada, así como de la de Antioquía: "Pues aunque graves autores dan el mismo nombre al lugar del nacimiento de cada una, a los padres y al presidente que las martirizó por la confesión de la fe; y aunque refieren casi del mismo modo algunos lances y circunstancias de los gloriosos martirios, todavía Margarita y Marina son distintas y diversas". Y añade poco después: "Esto no lo extrañarán los versados en Historias".
El argumento con que lo defiende es curioso: puesto que de algunos mártires se conservan los cuerpos en más de un lugar, es forzoso que se trate de personas distintas, aunque iguales en el nombre y en lo que les ocurrió.
Muñoz de la Cueva se oponía a la autoridad de escritores muy prestigiosos como Huerta y Vega (Francisco Javier Manuel de la) en sus Anales del reino de Galicia.
Muñoz de la Cueva hace a Santa Marina natural de Antioquía -pero no de la de Pisidia sino de la de Galicia, que identifica con Xinzo- e hija del sacerdote pagano y gobernador Teudio. Marina, como Santa Margarita, queda huérfana de madre desde muy niña y la cría su ama, cristiana, en Piñeira de Arcos.
La santidad de Marina se manifiesta en ella muy pronto con milagros, como el famoso de los pájaros encerrados atribuido por la célebre canción a San Antonio (ver San Pablo de Leonís). Solía la pastorcita sentarse a hilar junto a un manantial, a la sombra de un roble. 
La acumulación de símbolos no puede ser mayor. Ya he hablado de la hilandera, que es la dueña de los destinos (véase en la ilustración de arriba a Santa Margarita de Antioquía en la misma tarea, propia de santas pastoras, como Santa Genoveva, Santa Juana de Arco...); el manantial y el árbol sagrado se encuentran también juntos en la leyenda de Santa Noyala (ver Tres fuentes que encierran sangre).
Estamos, según Muñoz de la Cueva, en tiempos del emperador Adriano, y llega a Galicia, en calidad esta vez de Presidente, Olibrio, que es español. Marchando rumbo a Orense, al pasar junto a la torre de Sandiás, encuentra a la pastora la comitiva de Olibrio al que -curioso detalle- le llama la atención la belleza de los pies descalzos de la pastorcilla. El enamoramiento es inmediato y advirtiendo la cruz que pende al cuello de la niña manda apresarla y conducirla al castillo de Armeá (Armenia en Huerta y Vega).
Sigue el relato de las torpes proposiciones de Olibrio, el interrogatorio y los tormentos de acuerdo a las Actas de Santa Margarita, con la asistencia del sacerdote Teotimo y las apariciones de palomas bajadas del cielo incluidas. 
Como a la de Asia Menor, a esta Marina se le aparece en su calabozo el dragón demoníaco, al que vence haciéndolo estallar como un trueno, igual que si fuese alguna tarasca de las fiestas de un pueblo, rellena de cohetes. Henry Dontenville dedica un capítulo de su Mythologie française a tarascas, gárgolas y demás serpientes monstruosas observando que a menudo aparecen en lugares pantanosos o frecuentemente inundados (según su interpretación, el dragón es poco más que la fuerza destructora de los ríos convertida en monstruo mitológico), como lo es la región de Augas Santas.
Augas santas. Las fuentes milagrosas.
En la lucha elemental, la luna, astro acuático y que manda en las mareas, a cuyo mundo corresponde la caracola, la concha y la perla, se opone a la serpiente terrestre. Pero como nada en esto es tajante, también la serpiente es animal fluido mientras la perla o margarita, esa luna en miniatura, duerme encerrada o enterrada en su cáscara que es piedra acuática...
La saña inaudita de Olibrio contra Marina se explica, según Huerta y Vega, por la combinación de dos pasiones furiosas: "pues un amante revestido del celo de la religión no hay imposibles que se lo parezcan para conseguir su deseo".
Manda Olibrio asar a Marina en el horno y Dios apaga el ardor del fuego dejándole sólo los agradables resplandores de la luz. Al cabo de un rato, San Pedro la extrae por estrecho tragaluz y en una pila excavada en la roca la baña en un refrescante rocío celeste (Marija Gimbutas habla de esta agua vivífica que se recoge en las piletas sagradas de las rocas y que recoge en sí el poder humidificador, regenerativo y vitalizador de su Diosa Pájaro, la principal del panteón neolítico).
Al fin, impacientado, Olibrio mandó a su sayón Malco -omina nomina: ¿a qué oficio se iba a dedicar con ese nombre y en qué estarían pensando los que se lo pusieron?- que la descabezase, y de tres botes que dio la cabeza, manando sangre y leche (igual que ocurrió a tantos otros mártires) en el suelo brotaron sendas fuentes milagrosas, como se lee también de San Pablo.
Sucedió el martirio de Santa Marina el día 18 de Julio. La festividad de Santa Marina o Margarita de Antioquía es el 20 de Julio.



lunes, 9 de julio de 2012

La vista recobrada o El que guarda siempre tiene

Ya me he referido hace tiempo a San Vicente Madelgario, el guerrero irlandés que se puedo al servicio del rey merovingio Dagoberto y que llego a ser santo en las tierras del Henao (ver Las monjas visionarias).
El rey Dagoberto I. Miniatura del siglo XV.
El rey franco premió sus servicios, entre otros favores, con la mano de Waldetrudis, hija de Gualberto, doncella ilustre tanto por la sangre como por la virtud. 
Pero, según relata un antiquísimo manuscrito que recogen las Acta sanctorum el día 10 de julio, era tanta la virtud de Waldetrudis que había decidido consagrarse a Cristo y que insistentemente rogaba a su marido que tuviese a bien separarse de ella y hacer vida aparte. De modo que, no viendo otra salida, Madelgario accedió a sus deseos y regresó a su patria, pero (y esto no se lo dijo a Waldetrudis) con el fin de encontrar otra mujer menos reacia a la vida conyugal. 
Cuando la esposa se percató de la traza del marido, acompañada de un numeroso séquito embarcó en pos de él rumbo a Irlanda, y allí, asediándolo con incesantes súplicas y mimos, lo persuadió y se lo trajo de vuelta a Francia.
Había entonces en Irlanda siete hermanos: Faolán, Ultan, Furseo, Eloquio, Algiso y Etón, que habían decidido peregrinar a Roma y le pidieron a la noble pareja que les hiciese la merced de llevarlos consigo en su travesía al continente. Dice un manuscrito que San Etón era hijo de Philtano, rey de Irlanda: acaso se oculte algún Finntan detrás de ese nombre.
En Roma les fue revelado que era voluntad divina que permaneciesen en las Galias. Faolán y Ultan se instalaron cerca de Namur; Furseo y Algiso en Perona; Eloquio en la Tierache (Picardía).
Etón encontró un bosque de su agrado y animosamente se puso a talar y desbrozar un trozo donde edificar una pequeña ermita.
Pero aquel bosque tenía dueño, un tal Jovino, que no tardó en presentarse.
-Y... ¿qué? No es usted de por aquí, ¿eh?
-No, señor.
-Y... ¿qué?... Talando el bosque, ¿eh?
-Ya ve usted.
-¿Qué?... Da trabajo...
-¡Uf! No vea.
-Con este calor... Y ¿le ha pedido usted permiso a alguien?
-¿Para cortar cuatro árboles?... ¡No!
-Pues... el caso... La cosa que... este bosque es mío, y podía haber preguntado por lo menos; que no es por ser desconfiado, pero al fin y al cabo usted es un forastero que no lo conoce nadie aquí ni puede responder por usted. La costumbre por aquí es dejar alguna señal.
-Ah, perfecto. No sabía. Quédese usted con esa hacha.
-Pero... ¿cómo? -dijo tirando con rabia el hacha a unos matojos- ¡Usted le va a tomar el pelo a su padre! ¿Un hacha que no vale un cuarto por un terreno hermoso?
-Usted verá... Otra cosa no tengo.
-¿Que no? ¡La capa! Pero ¿qué?... 
 Jovino agitaba la mano como un desesperado, con la capa del santo pegada, que no había manera de que se le soltase, por más recios tirones que le diese.
Al final, Jovino le prometió a Etón que le regalaba el terreno para él para siempre, y de esta manera la capa se desprendió sola.
Esta prueba de santidad no tardó en saberse por la comarca y empezaron a venir a visitar a Etón no sólo los lugareños, sino grandes y famosos personajes: Madelgario, San Amando, San Ursmaro, San Walnulfo, San Gislano, Santa Aldegunda, Santa Waldetrudis, Santa Gertrudis, San Faolán y Ultan sus hermanos y otros innumerables santos de toda Francia.  
San Etón, grabado del siglo XVII. Sobre la vaca de la 
izquierda, el milagro del vaquero mudo.
Una vez iba andando el santo cuando vio un vaquero tranquilamente dormido en un parado, mientras sus vacas pastaban apacibles. Etón se le acercó y le dio un golpecito con el báculo en las costillas.
-Gracioso, ¿para qué me despiertas de la siesta?
-¿Tú no eras mudo de nacimiento?
-¡Arrea, es verdad! Y estoy hablando.
-Pues ahí tienes la respuesta. Y ya puedes seguir hablando toda la vida.
Pero ni siquiera un santo tan magnífico como San Etón puede sentirse seguro frente a la tentación.
Estaba el santo un día meditando cuando oyó ruido de cascos y al poco tiempo vio pasar al galope un jinete montado en un caballo de estampa soberbia. El joven, ufano de su montura, la lucía dando vueltas por allí; y tenía motivos para sentirse orgulloso.
-¡Qué caballo tan estupendo! ¡Ya quisiera yo tenerlo! -pensó San Etón.
Jinete. Relieve gótico.
Y al momento:
-¡Válgame Dios! ¿Qué he hecho? ¡He codiciado los bienes ajenos!
Una enorme pesadumbre se apoderó de él.
-Por estos malditos ha entrado la tentación. Ahora, que no me la vuelven a jugar. ¡Fuera!
E hincándose los dedos se sacó los ojos de sus cuencas.
Autocastigo edípico que, por cierto, la mitología suele asociar con una visión superior, visión profética o contacto con el otro mundo.
El caso fue que San Etón aquello no le pareció penitencia suficiente y tomó la decisión de volver a Roma caminando, como peregrino.
Con eso juzgó expiada su culpa y a su regreso al calvero buscó a tientas una cajita que había dejado en una repisa, sacó los ojos, que había tenido la precaución de guardar allí y que se conservaban incorruptos, se los puso como si fueran de vidrio y empezó a ver de nuevo como el aciago día del caballo.
Y continuó su vida acostumbrada, meditando, orando y haciendo milagros, hasta que recibió la revelación de su muerte inminente. La comunicó a sus discípulos y amigos, que se afligieron hondamente. La víspera de su tránsito, por la noche, se le indicó en sueños el lugar exacto donde debía ser sepultado. San Etón mandó a uno de sus compadres que fuese por cierto camino y que cuando se encontrase con otro compadre suyo, le trajese lo que aquél llevaba. Por el camino se cruzaron los dos compadres; el segundo llevaba en un carro un sarcófago que San Etón le había mandado hacer sin decirle para quién.
Etón pasó sus últimos momentos con sus amigos, rezando y cantando salmos con gran alegría.










sábado, 7 de julio de 2012

Tres fuentes que encierran sangre

A pesar de la abundante literatura hagiográfica medieval, hay muchos santos en Bretaña que no han dejado huella más que en la tradición y en la devoción populares. 
Éste es el caso de Santa Noyala (Noluenn, Nualuen o Maluen en bretón), muy venerada en la región de Pontivy, mártir a la que se invoca contra migrañas y otros males de la cabeza. Goza también de cierta popularidad en Cornualles, donde se la nombra Neulan o Newlyn.
Hoy día, este nombre de pila se ha popularizado en Francia por el éxito de la cantante pop Nolwenn Leroy, natural de Saint Renan (en bretón Lokournan), cerca de Brest.
Como sucede con bastantes santos poco venerados fuera de las tierras británicas, se ha buscado su identificación con otros más famosos y se la conoce también como "Sainte Nathalie".
Se lee en el libro de Lobineau sobre los santos bretones que ya los Bolandistas procuraron en vano noticias ciertas de la santa en cuestión, sin obtener más información que la que puede extraerse de la leyenda tradicional.
Ésta se encuentra narrada gráficamente en varias series iconográficas; por ejemplo en las pinturas de la capilla de Santa Noyala en Noyal-Pontivy o en las vidrieras de la iglesia parroquial del mismo pueblo.
Otra, según refiere Baring-Gould, se encontraba en el coro, que fue destruido en 1684. Se conserva, sin embargo, el texto de los pies que explicaban cada uno de los paneles, el cual constituye la más antigua relación escrita de la vida y martirio de Noyala. Puede leerse en el libro de Baring-Gould The Lives of the British Saints (tomo IV, en la entrada de S. Newlyna). También la encontraremos en el libro de François Cadic Contes et légendes de Bretagne y en sus Chansons populaires de Bretagne.
François Cadic.
Después, en 1924, otro sacerdote, Joseph Le Bayon, amigo y casi paisano de Cadic (era de Pluvigner, Morbihan), escribió una tragedia en bretón, Santéz Noluen, que no he podido ver.
François Cadic era precisamente natural de Noyal-Pontivy. Nació en 1864 en una familia campesina, quedó huérfano de niño y lo enviaron a estudiar al seminario a Vannes. Luego se  hizo sacerdote, cursó Historia en la universidad y fundó en París la Parroquia Bretona, que era un punto de encuentro de los emigrantes bretones católicos en la capital. Editaba un periódico, La Paroisse Bretonne, donde se se puede encontrar una amplia colección de folclore bretón, especialmente de la zona interior del Morbihan, el sudeste del dominio lingüístico bretonante.
Entre las canciones populares recogidas y comentadas por Cadic en La Paroisse Bretonne aparece la de Santa Noyala en 1909. Esta versión difiere en algunos puntos de la leyenda que Cadic recrea en prosa y la precisa en otros.
En el prólogo de los Contes et légendes de Bretagne Cadic manifiesta cómo, a su parecer, la zona costera se encontraba culturalmente contaminada por la afluencia de viajeros y veraneantes y la pureza de la cultura bretona debía buscarse en las tierras del Arcoat, que vive de espaldas a la mar y alejado de las grandes vías de comunicación.
No hay una etimología convincente del nombre Noyale. Los estudios de toponimia francesa sostienen que noyal es un nogueral o un terreno recién rozado (novialum). Pero esto, que podría explicar el topónimo (aunque choca algo un topónimo romance en zona de habla bretona), se aplica mal al nombre de la mártir. Da la sensación de que el nombre del pueblo se debe al de la santa, y no al revés. 
Noyale, en francés, por otra parte, suscita la asociación con noyer, "ahogar", equivalente del castellano anegar. Esto puede tener cierta importancia, como luego veremos. 
Los bretones no dudan que las formas Noluen y Nualuenn resultan del añadido del adjetivo gwen, "blanca" a un nombre como Nual. Jacques Lacroix, en su libro sobre la toponimia gala de origen religioso ha observado que la raíz celta vindo-, que indica pureza, brillo, blancura, se asocia muchas veces a nombres indicar sacralidad. Parece adecuado para una santa cuyo rasgo principal es la pureza.
Cadic imagina que Noala es la santa epónima de un clan de la nación gala de los vénetos, que tras su derrota por César se internó tierra adentro agrupándose en torno a Pontivy, centro del poderoso ducado de Rohan. A este tipo de personificaciones que asocian un gentilicio, un topónimo y un personaje fundador había mucha afición al menos desde el Romanticismo. Entre nosotros, en Galicia, Vicetto y Pondal explotaron este procedimiento asiduamente.
No nos dice François Cadic por qué, pero el caso es que la joven princesa de Britania, (de Cornualles concretamente: Ussik es el nombre de su reino según la canción) tiene que huir precipitadamente de su patria. 
Nicholas Roscarrock, humanista católico de Cornualles, que vivió entre los siglos XVI y XVII y escribió un diccionario de santos, dice que por culpa de su fe cristiana sufrió el odio de su padre, que la mató con sus propias manos. Baring-Gould, que recoge esta noticia, la contradice y conjetura que se tratase de motivos políticos. Para él, Noyala pudo ser hermana de Cybi, rey destronado por el tiránico Constantino. Cybi era hijo del rey Salomón (Selyf en galés) y de la reina Gwen, y por tanto primo de San David de Gales (Santa Nona, madre de San David, era hermana de Gwen). Al subir al trono de Cornualles Constantino, Cybi hubo de huir, primero a Gales y luego a Irlanda. Según Baring-Gould, su hermana Noyala habría buscado refugio en la Bretaña armoricana, donde su familia tenía tierras también.
Noyala, en cualquier caso, huye acompañada de su aya y, acaso, un reducido séquito femenino: dos doncellas, tal vez una tía. Acorralada contra el mar (un lago según el cantar) por sus perseguidores, recurre a un medio de navegación que ya hemos visto en la vida de otras santas, como santa Hía (ver San Fingar y setecientos setenta mártires): agrandar la hoja de un haya hasta las dimensiones de una barca en que cruzar a la orilla opuesta. Las pinturas de la capilla de Noyal-Pontivy (véase en el anterior enlace el sitio de esta notable capilla) la muestran, sin embargo, embarcada en una rama. 
Pontivy, Bretaña.
Llegada a la Armórica, la pequeña compañía de fugitivas se adentra, probablemente siguiendo el curso del río Blavet, rumbo a Pontivy, donde pudiera haberse asentado parte de su familia (Baring-Gould ve en el nombre de esa villa un Pont Divy, Puente de San David). Pero las desgracias de la princesa no habían hecho más que empezar.
Mandaba en la comarca de Bignan un tiranuelo llamado Nizan, que viendo la belleza y lozanía de la joven Noyala, la codició para sí y le propuso que fuese su amiga.
-¿Y a ti te parece -le contestó la muchacha- que siendo yo princesa de sangre real y pudiendo tener por marido al heredero de cualquier trono hubiera huido de mi casa y de mis padres... no ya para casarme, sino para abarraganarme con el primer pelagatos que se engolosinase con mi palmito? ¡No, hombre!: yo me reservo para otro Señor más alto, que no tiene rival en este mundo.
-¡Y que te vas a reunir con él pero a escape! -replicó Nizan rabioso- ¿Quién se habrá creído que es esta mocosa?
Y mandó que le cortasen la cabeza. Dice el cantar que Noyala vio venir de lejos a los esbirros rabiosos:
-Arregázate las sayas, ama bendita,
para recoger en ellas mi cabecita.
La sentencia se ejecutó al instante. Dijo, apenado, el verdugo:
-¡Se acabó, ya estás descabezada:
tú lo has querido, por ser tan porfiada!
Así padeció martirio Santa Noyala, como dice François Cadic con curiosa expresión, "víctima de su virginidad".
-No estoy dispuesta a que me entierren en este pueblo; no se lo merecen. ¡Vamos, aya! -dijo la princesa.
Y cogiendo en una mano su cabeza cercenada y apoyándose en un báculo con la otra, se levantó y seguida de su fiel niñera, que según su costumbre iba hilando mientras caminaba, se puso en marcha, lentamente, rumbo al Este. Al pasar por el pueblo de Naizin, vio a unas chiquillas que se estaban peleando en la calle. Una de ellas se defendía de las otras insultándolas y soltando todas las blasfemias que se le ocurrían, que no eran pocas.
-¡Pasemos de largo, aunque tengamos que andar toda la noche! -dijo Noyala a la niñera- ¡Cómo serán aquí las personas mayores cuando las niñas tienen esta lengüecita! 
La canción trae una versión algo distinta. Fue una vieja que estaba cogiendo berzas antes del alba

 la que, al ver venir a la extraña pareja, exclamó:
-¡Levantaos a ver a esta buena pieza,
que lleva en las manos la cabeza!
¡Cosa tal, por vida de Cristo, 
Es un asombro que nunca se ha visto!
-¡Más te asombrarás, cuando veas, supongo,
colgando de un poste, perra, tu mondongo!
Tal es la enigmática respuesta de Santa Noyala en el cantar.
Y escandalizadas dieron media vuelta rumbo al Norte hasta lo que hoy es Noyal, donde llegaron antes de que clarease. En la primera casa del pueblo oyen voces desabridas de dos mujeres que estaban discutiendo agriamente.
-¡Que te levantes, que ya es hora! ¡Claro, todas las noches por ahí hasta las tantas...! ¡Zorra, más que zorra, que lo dice en el pueblo todo el mundo!
-¡Anda, anda, mamaíta... dile a padre que me lo diga él lo que sea... cuando averigües quién es! ¡Mientras tanto, no me toques las narices! ¡Mira tú la casta Susana!; ¿no te digo...?
-¡Tira, tira! -dijo la princesa virgen a la dueña-  ¡Aquí no hay respeto de ninguna clase! ¡A buenas horas me entierro yo aquí!:
No querrá Dios que un pueblo elija
donde llama puta a la madre la hija,
ni menos pasar el descanso eterno
donde manda la hija a la madre al infierno.
-Bueno, adelante: pero ya no puedo con los pies.
Se dice que desde entonces hay enemistad entre los pueblos de Noyal y Naizin y que a los mozos de uno no se les ocurre buscar novia en el otro. 
Sea como fuera, las dos mujeres siguieron camino y al cabo de poco rato encontraron un paraje apacible donde descansar.
-De aquí no paso.
-Bueno, mujer.
Noyala plantó en el suelo su cayado, que prendió y se convirtió en un majuelo; la criada dejó junto a sí su rueca y huso, que permanecieron allí en forma de hayas u olmos (los tres árboles habían sido talados ya en 1909, según Cadic).
Al sentarse Noyala, se le abrió la herida del cuello y cayeron tres gotas de sangre, que al momento se volvieron tres límpidos manantiales. Quien se acerca a ellos limpio de pecado, puede ver la sangre en el fondo del agua.
Las tres fuentes de Santa Noyala en Noyal-Pontivy.
Sangre y agua, como en la Pasión de Cristo. La sangre, fluido generalmente cargado de connotaciones siniestras, se purifica por el martirio y vive como una llama apresada en el agua.
Fuentes de la verdad, como la de San Gangulfo (ver El mártir de su mujer) y la de  Bóand.
Noyala se prosternó a orar en una peña, dejando impresas en ella las huellas de sus manos o rodillas, cabeza y rosario, y se acostó a dormir en otra, que se ablandó al contacto de su cuerpo, amoldándose a sus formas, como hoy sigue.
A la mañana siguiente prosiguieron su camino hasta el lugar que le pareció idóneo a Noyala para entregar el alma a Dios, a orillas de un arroyo llamado Signan. 
Según el cantar, llamó a la puerta de un tal Jégo y le pidió que unciese a un carro de piedras dos toros indómitos que tenía: allí donde se detuviesen, sería el sitio predestinado.
Bajaron los ángeles del Cielo a recibirla y cuando alzó el vuelo al Paraíso el espino se estremecía como escalofriado.
Allí mismo dieron sepultura a su cuerpo y sobre ella se erigió una capilla, donde se celebra la festividad de la mártir el día 6 de julio.
No lejos de la capilla vivía un poderoso personaje llamado Renorche, tipo facineroso y de escandalosas costumbres al que jeringaba bastante la vecindad del santuario y constante afluencia de meapilas por los alrededores.
Harto ya un día, Renorche resolvió acabar con la molestia, y como los terrenos río abajo le pertenecían, empezó a levantar una presa para sumergir la capilla. La obra marchaba a buen ritmo, el río empezaba a embalsarse y las aguas, entrando en la iglesia, ya llegaban al altar mayor y lamían los pies de la imagen de Santa Noyala. La capilla se agrietaba amenazando deshacerse como un azucarillo.
 Montado en su caballo, Renorche iba a visitarla a diario y cantaba con regocijo:
-¡Precaución, precaución, Noyalita,
Santa Noyala. Noyal-Pontivy, Bretaña.
que ya te llega el agua a la botita!
Pero una mañana a su oración burlona respondió una voz celestial, venida no se sabía de dónde:
-¡Precaución, precaución, Renorchón:
Precaución, Renorchón, con tu dique,
tápalo con el meñique,
que como te descuides se va a pique!
No bien se había callado la voz angelical cuando restalló un tremendo crujido. Renorche galopó hasta su construcción y vio que, en efecto, por el empuje de las aguas empezaba a ceder y agrietarse. Puso un dedo en una de las grietas para comprobar el daño y en ese mismo instante el muro reventó, las aguas se abrieron camino con fuerza terrible y arrastraron a su paso al señor malvado, su caballo y todo lo que encontraban por delante.
En más reducida escala, algo semejante al trágico destino de la ciudad de Ys (ver Antigüedad de Dahut).
En el arroyo, cada 24 de junio, día de una de las romerías de la santa, se la ve en forma de una claridad sobrenatural que se desliza sobre las aguas rumbo a una capilla de la Virgen edificada también a orillas de él. Un rito curioso es el descenso de un ángel portador de una antorcha desde el campanario. con esa llama se prende luego una luminaria.
Aquí la historia de Renorche se mezcla con la del Cazador Nocturno. Se dice, pues, que por las noches, especialmente cuando está el cielo cubierto de nubes, se oye el galope de su caballo entre gritos de almas en pena. También se aparecía en figura de un gran perro negro, feroz (ver Los demonios perrunos), que procuraba empujar a los caminantes al río donde se ahogasen. A manera de espíritu burlón, solía gastar toda clase de jugarretas a los lugareños: perderles ovejas, presentarles espejismos, derribarles del caballo... Hasta que un hombre santo, de cuyo nombre no queda memoria, lo pudo arrastrar en nombre de Dios hasta cierto páramo donde, trazando con un palo en la tierra un círculo infranqueable en torno de él, lo dejó encerrado dando vueltas por toda la eternidad.
Una pared rocosa que se alza a poca distancia de la capilla de Santa Noyala, a través de la cual se cuela por estrecha garganta el arroyo Signan, es (según la tradición) lo que queda del imponente embalse construido por el malvado.